martes, 1 de marzo de 2016

EL DISCURSO DE MACRI


El aparato comunicacional del gobierno y el dispositivo hegemónico de medios vienen creando desde hace semanas un deliberado misterio sobre el discurso de Macri hoy en el Congreso, en especial en lo que refiere al espacio que le dedicará a describir la “pesada herencia recibida” del gobierno de Cristina.

Incluso pudo verse una ofensiva persistente de las principales plumas de los grandes diarios (y de personajes ridículos como Majul) “presionando” al gobierno para que “de a conocer la verdad, porque la gente merece saberla”; ofensiva a la que -por supuesto- el propio gobierno supuestamente presionado no es ajeno.

Es de manual que generando misterio en torno al contenido del discurso de Macri lo que hace el oficialismo es intentar tener el mayor control posible de la agenda pública, más de lo que supone el acto en sí de la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso desde lo institucional; máxime considerando el contexto en el que el gobierno inició su mandato en la relación con el Poder Legislativo.

No hay que descartar tampoco que ciertos párrafos del discurso estén siendo retocados hasta último momento tomando en cuenta la evolución de los hechos de la coyuntura, que van desde las repercusiones de la opaca reunión de Macri con el Papa, el cierre del conflicto con los principales fondos buitres; o los movimientos del dólar.

Sin embargo y más allá de que hayan transcurrido apenas casi tres meses de gobierno (circunstancia que justificaría un discurso no muy extenso, más tratándose de Macri), lo cierto es que la cuestión de la “pesada herencia” es bastante más que un problema de compaginación del discurso: se trata -hoy por hoy- de casi el único recurso político de peso que podría utilizar Macri para correr el eje de la atención de los mediocres logros de su gobierno, medidos en términos de las expectativas previas.

Un recurso que -contra lo que insiste en divulgar la vulgata mediática- su gobierno fue gastando en exceso, básicamente porque no tiene demasiados logros para mostrar; pues aun aquello que pudo ser celebrado como tal (por caso, el levantamiento del “cepo”) está dejando ver a diario los efectos negativos de sus “contraindicaciones”.

Algo parecido sucede con otras medidas muy anunciadas y luego difundidas como la eliminación de retenciones o los cambios en Ganancias (que terminaron siendo un tiro disparado directo al dedo gordo del propio pie); y ni hablemos ya de las que son explícitamente odiosas, como los despidos o el tarifazo concretado en la luz (cuyas boletas ya están empezando a llegar) y el anunciado en el gas: todo lo que se diga al respecto en el discurso a título de justificación corre el riesgo de enardecer más los ánimos.

Por las mismas razones, tampoco puede Macri en su discurso dar demasiadas precisiones sobre el arreglo con los fondos buitres, porque los detalles que hasta acá se vienen conociendo no habilitan demasiadas celebraciones, y revelan más bien un rendición incondicional que una “dura negociación” como prometió el gobierno: ver por ejemplo acá el racconto que hace Alfredo Zaiat en Página 12 sobre el caso de los bonistas italianos; y ayer se supo que a los fondos que comanda Paul Singer se le pagarán tres veces y media lo que era la sentencia de Griesa en el 2013, "cash" y en un plazo de 45 días desde el acuerdo.

Frente al caso buitre (convertido por su propio gobierno en la prioridad cero de gestión) Macri no puede hacer mucho más que apelar a un pedido de confianza (virtualmente ciega) al Congreso (apalancado en las roscas que viene tejiendo con parte de la oposición), y a pedir casi un cheque en blanco; asumiendo el riesgo de que aun pasando la derogación de la ley cerrojo y las demás necesarias para viabilizar el arreglo, cuando los detalles concretos de éste aterricen en el terreno de la discusión parlamentaria sean indigeribles públicamente; aun para los sectores “dialoguistas” del PJ.

En el mismo plano, se habla del anuncio de un “paquete de leyes anticorrupción” pergeñado por Laura Alonso (ay), que Macri deberá ser cuidadoso en anunciar sin que se lo interprete como direccionado a gestar un “mani pulitte” contra la administración kirchnerista: un gesto así lo podría congraciar con parte de su electorado, al costo de provocar un desplante masivo de los legisladores del FPV -por caso, abandonando la sesión- que sumaría en pocos días dos hechos simbólicos negativos (el otro fue la ostensible frialdad del Papa), con repercusiones internacionales.

Nos animamos a decir incluso que ese tipo de iniciativas -según sean presentadas- tampoco serían bien vistas por los legisladores que responden al “peronismo funcional y competitivo” que le viene haciendo guiños a su gobierno. Tampoco puede Macri en ese tren dejar demasiados expuestos los vínculos de su gobierno con las últimas movidas extorsivas del partido judicial, de las que le conviene mantener distancia, al menos públicamente.

Todo indica entonces que para un presidente que -al decir de su propia canciller- “no abunda en palabras” la cita de hoy en el Congreso será un incordio que lo incomoda por el ámbito (al que ninguneó desde que asumió hasta que logró tender puentes con una parte del peronismo), el contexto y la situación: acaso en espejo con la gestualidad del Papa el sábado pasado, es posible que en el paso de Macri por la Asamblea Legislativa abunden los gestos adustos, en lo que se esperaba a priori fuera una etapa más de la celebración festiva de la “revolución de la alegría”.

¿Estará acompañado en esta ocasión el presidente por el calor popular que le faltó ostensiblemente en su asunción -por contraste con la despedida multitudinaria de Cristina-, o la incertidumbre (cuando no el desencanto) que está empezando a cundir en buena parte de sus propios votantes lo hará faltar otra vez?

¿O deberá por el contrario rodearse de un dispositivo represivo para evitar pasar malos momentos como le pasó ayer en Lanús, y le viene pasando seguido últimamente tal cual reseña acá Oscar Cuervo?

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