Después que fracasó estrepitosamente la anunciada “lluvia
de dólares” por el levantamiento del “cepo”, el gobierno de Macri puso como
prioridad cero de su gestión el arreglo con los fondos buitres; y su aprobación
por el Congreso junto con la autorización para tomar nueva deuda.
Todo indica que en breve lo
logrará, y es muy probable que de un modo más holgado incluso que el que ellos
mismos pensaban: todos los días se suman “apoyos” de sectores “comprensivos”
con el acuerdo, al que nadie defiende (por el contrario: lo critican
acerbamente como Solá), pero muchos están dispuestos a acompañar.
Y se esmeran por aparecer en los
medios para que quede claro que bancan el mamarracho gobernadores, diputados,
senadores, economistas, dirigentes empresarios y hasta algunos sindicalistas.
Todos se atropellan por
explayarse sobre los beneficios del arreglo: “volveremos al mundo”, “se abrirán
las oportunidades para pedir créditos”, “el país crecerá y llegarán las
inversiones”; todo eso o algo de eso, pero no quedan dudas: lo que es una
rendición incondicional no se asume como tal, sino como un paso doloroso, pero
necesario, con beneficios futuros al alcance de la mano.
El gobierno ha dicho que no tenía
ni tiene “Plan B”, y todos (o casi todos: menos nosotros) obraron en
consecuencia: están “cobrando” los apoyos, o “haciendo como que”, pero nadie
quiere sacar los pies del plato, ni aparecer como “poniéndole palos en la
rueda” a un gobierno que todavía no cumplió los famosos “100 días”, y estaría
viviendo- aun- su luna de miel con la sociedad.
De modo tal que a los apoyos con
que ya contaba el gobierno (los medios hegemónicos, los grandes grupos de poder
económico, el partido judicial) y siguen firmes, le sumó otros, donde esperaba
encontrar dificultades: la mayor parte del sindicalismo tradicional y buen
parte del peronismo “territorial” están dispuestos a bancar el arreglo con los
buitres y en general el plan del gobierno; y con sus mas y sus menos, no se
preocupan mucho por disimularlo.
Menos sorprendentes en cambio, son
los apoyos que recoge de Massa o Stolbizer; pero no menos sobreactuados: por
momentos parecen más dispuestos a bancar todo y aportar argumentos para
hacerlo, que las propias figuras de “Cambiemos”. Casi como gobernando, o
formando parte de un “gobierno ampliado”, en cuyas decisiones más importantes
se compromete buen parte de la oposición.
De modo que a Macri se le
ensancha por un lado el margen de maniobra, pero por el otro se le achica el de
las excusas: si algo falla (de hecho, ya hay muchas cosas que vienen fallando)
no podrá descargar las culpas en la “pesada herencia recibida” (al menos no
eternamente), y mucho menos aun, en la existencia de “piedras en el camino” que
le impidan avanzar. Tiene la cancha despejada.
Hasta acá, logra avanzar sin
mayores contratiempos en el Congreso al menos en lo que más le interesa (el
acuerdo con los buitres, el control de la agenda), no tiene el país paralizado
por los conflictos sindicales o la protesta social (aunque crecen los despidos
y suspensiones), aun los sectores empresariales que reclaman (como los de las
“economías regionales”) se cuidan de señalar que confían en el gobierno, y el
blindaje mediático sigue firme y grueso; con la obscenidad de un “periodismo
militante” que compite por ver quien es más obsecuente con el presidente, sus
funcionarios y sus políticas.
Queda siempre flotando el
interrogante sobre el verdadero sentir y pensar de “la gente”, “la calle”, “la
opinión pública” o como quiera llamarse a ese ente gaseoso, maleable, voluble y
cambiante que -justamente- los medios, los formadores de opinión y la
dirigencia (gremial, política, empresarial) “interpreta”, y según cuyos humores
se movería en consecuencia.
Pero queremos recalcar esto: si
las cosas no funcionan según lo previsto (habrá que ponernos de acuerdo también
en que es “lo previsto” por Macri y su gobierno), y el horizonte se sigue
oscureciendo con nubarrones que presagian tormentas, no queremos escuchar
excusas: si con todos los recursos materiales, simbólicos y políticos a mano
terminan chocando la calesita -como algunas decisiones que toman parecen
presagiar- a nadie podrán echarle la culpa.
Por lo menos no a nosotros, que
bien haremos en seguir parados en la vereda de enfrente de todo esto; y
haciendo lo que esté política y socialmente a nuestro alcance para impedir que
avance y se consolide.
Porque para lo contrario sobran
voluntades, aunque después -si reiteramos, algo falla o no sale como estaba
previsto- se quieran despegar de las consecuencias de lo que están apoyando.
El peronismo territorial en estas cuestiones es un escorpión; te muestra las dos manos abiertas, pero atrás tiene el aguijón preparado. Van a rapiñarle al gobierno todo lo que puedan, hasta tener la suficiente autonomía como para empezar a imponerle condiciones. Una vez que lo logren, Macri tendrá los días contados.
ResponderEliminarEl problema para nosotros será imponer el liderazgo. Creo que picamos en punta; la figura de Cristina no tiene parangon.