Si hay algo que define mejor que nada la naturaleza profundamente clasista y garca del gobierno de Macri es como tratan todo lo que tiene que ver con el salario de los trabajadores, que es visto como un "costo" empresarial que hay que bajar o contener, para que tengamos "competitividad".
La mega-devaluación subsiguiente al levantamiento del cepo es -en esencia- además de una enorme transferencia de rentabilidad a los sectores exportadores más concentrados (complementada con la eliminación y rebaja de retenciones) el intento de bajar nuestros salarios medidos en dólares, para ponerlos en línea con los de otros países de la región.
Poniéndolo en cifras y con un dólar a $ 9,70 antes de la devaluación, un sueldo de bolsillo de 15.000 pesos equivalía a 1546 dólares, y hoy ese mismo sueldo con un dólar a $ 15,10 cayó abruptamente a 993 dólares. Cuando esos mismos sectores beneficiados por la devaluación piden otra "para recuperar la competitividad que se comió la inflación" estám diciendo en buen romance, que hay que bajar aun más los salarios, o aumentar más aun la tasa de rentabilidad empresaria, elijan ustedes el modo que quieran de verlo.
Para colmo, la eliminación de retenciones recayó sustancialmente sobre las exportaciones de los denominados "bienes salarios": trigo y sus derivados, lácteos, carne, aceite; con los efectos previsibles para cualquiera, empezando por los cráneos del gobierno: se dispararon los precios internos, la inflación interanual apunta para orillar el 50 % (el doble de la tasa a la que cerró el 2015, según el propio INDEC) y en las clases populares golpea aun más, porque una fracción mayor de sus salarios se destina a satisfacer esos consumos básicos.
El tarifazo sobre servicios básicos inelásticos a la merma en el consumo (como el transporte y la electricidad) más el que se frenó sobre el gas también hicieron lo suyo para carcomer aun más a los salarios; de allí que no sorprenden los estudios que circulan por éstas horas dando cuenta de la drástica caída en su poder adquisitivo (como éste), demostrando que ese objetivo del gobierno al menos, se está cumpliendo cabalmente.
En ese contexto, y tras decir el gobierno esta misma semana que la decisión de reabrir o no paritarias era estrictamente resorte de empresarios y sindicatos, nos dice ahora por boca del jefe de gabinete que no se van a reabrir, porque en realidad las de éste año se pactaron en base a la inflación esperada para el año que viene. Y la brecha entre las paritarias del año pasado y la inflación posterior sería una especie de contribución patriótica de los trabajadores a la rentabilidad empresaria, esperando el derrame.
Lo que dice Peña es tan hijo de puta como ridículo: tomándolo para la joda, podríamos decir que sus expresiones significan que el gobierno espera una inflación del orden del 35 % para el año que viene (promedio alrededor del cual cerraron la mayorías de las paritarias), cuando Prat Gay y Stuzenegger están diciendo que la "meta de inflación" para el 2017 oscila entre un 12 y un 17 %, que a esta altura ya suena como incumplible; a menos que se aceleren la recesión y la caída del consumo a la velocidad de la luz.
O por el contrario, lo que estaría diciendo el jefe de gabinete es que los sindicatos a la hora de cerrar las paritarias del año pasado tomaron ya en cuenta que ganaría Macri, devaluaría un 60 % la moneda, eliminaría retenciones sobre los bienes salario y los controles de precios y aumentaría sustancialmente las tarifas, e igual muchos de ellos lo votaron. De ser así y visto desde otro punto de vista, se podría decir que tendría razón.
Lo real es que ningún sindicato pacta en paritarias en base a "la inflación esperada", sino teniendo en cuenta la presente y la pasada, y la situación del mercado de empleo. En este sentido, también el gobierno tuvo en parte razón: muchos gremios cedieron salario por el miedo a perder empleos, siguiendo el paternal consejo del ministro Prat Gay. No obstante eso, muchos se guardaron la "cláusula gatillo" para reabrir las paritarias, si la inflación se disparaba, tal la práctica habitual en un país acostumbrado a que los precios suban.
Por último no hay que olvidar el contexto en el que Peña dice lo que dice: luego de que Cristina dijera el domingo con Navarro que los gremios aceptaron pactar en tiempos macristas salarios por debajo de la inflación resignando poder adquisitivo, cuando en su gobierno esos mismos sindicalistas le empataban o le ganaban.
Y luego -o simultáneamente- con el arreglo del gobierno con los gremios nucleados en la CGT para liberar los fondos de las obras sociales, en medio de confusos anuncios sobre un "sistema de acceso universal a la salud", de lo que nos ocuparemos en otra entrada.
Habrá que ver si de acá en más los sindicalistas le dan la razón a Peña y desmienten a Cristina; o si por el contrario tira más un cheque por los fondos de las obras sociales, que una yunta de paritarias reabiertas para discutir como se recompone el salario de lo que viene perdiendo por la inflación. Se aceptan apuestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario