jueves, 31 de mayo de 2018

PÉRDIDAS DE LUZ, GAS Y VOTOS


Tal como se anunciaba en la previa, el Senado terminó finalmente aprobado el proyecto que retrotrae los tarifazos tal como venía de Diputados, forzando a Macri a vetarlo para que no quede convertido en ley.

Un fuerte golpe para Macri y su estrategia política de endilgarle la idea a Cristina y al kirchnerismo, pretendiendo que de ese modo forzaba al “peronismo racional” a desmarcarse, cajoneando la iniciativa: no se trata de que Pichetto y los gobernadores del PJ crean que ahora no es tan malo aparecer cercanos a la ex presidenta, como que tienen claro que ya no rinde estar pegados a Macri: el síndrome de la puerta del cementerio, que habrá que ver si se prolonga en el tiempo.

Un duro golpe para Macri y un fracaso absoluto de la estrategia diseñada por “el mejor equipo comunicacional de los últimos 50 años”, que tuvo que improvisar sobre la marcha una mutilación del pobrísimo discurso presidencial del lunes, eliminando la mención despectiva a Cristina del sitio oficial de la Casa Rosada: tal parece que dieron mal los focus group después del “machirulo”, o -y esto sería más relevante de concretarse- acaso el recurso de la pesada herencia ya se haya agotado.



El video grabado para presionar a los senadores del PJ en la previa de la votación de anoche mostró a un presidente agresivo, desenfocado y convertido en poco más que un promotor de los canales de ventas, tratando de vender lamparitas LED. Tal parece que en la aceitada maquinaria comunicacional oficial (¿aun en manos del devaluado Marcos Peña?) no reparan en la necesidad de proteger la investidura presidencial, evitándole costos innecesarios, en medio de una crisis que se agrava a diario.

Pero lo hemos dicho muchas veces, y lo repetiremos ahora: no hay dispositivo comunicacional que valga cuando no hay nunca buenas noticias que comunicar; y si se repasan las últimas apariciones de Macri en virtuales cadenas nacionales, fueron para anunciar sin mayores precisiones un acuerdo con el FMI que aun no se ha concretado, y la defensa a ultranza de un tarifazo brutal que rechazan de plano más de 9 de cada 10 argentinos, según marcan las encuestas.

No le fue mejor al “ala política y dialoguista” del gobierno, expresada en ésta etapa por Frigerio y Urtubey, cuya sobreactuación de “opositor responsable” lo aísla incluso del peronismo anti-kirchnerista, y lo muestra más predispuesto a conseguir un lugar en la fórmula oficialista, que a encarnar una alternativa opositora: la furia de Macri, corporizada contra Cristina, terminó también quemando el canal de diálogo abierto con los sectores conciliadores del peronismo, y nos les dejó a los negociadores oficiales más alternativa que sumarse a la cantinela de protestar por la demagogia irresponsable de la oposición. Un discurso extraño en boca de los que llegaron al gobierno prometiendo que nadie perdería lo que había conseguido, que llegaríamos a la pobreza y se eliminaría el impuesto a las Ganancias, entre otras lindezas.

Si se repasa el discurso de Macri del lunes, se verá que más allá del tema puntual que lo disparó (el proyecto anti tarifazos) se trató de poner a los gobernadores y senadores del PJ en el dilema de ser conducidos por Cristina, o ser conducidos por él, desde la Casa Rosada: una disyuntiva planteada públicamente y muy difícil de digerir también en público, aun para una oposición “colaboracionista”.

Los plumíferos del régimen (al que hasta hace un mes vaticinaban detentador de una sólida hegemonía a largo plazo) salieron rápidamente a decir que el peronismo olió sangre (la debilidad en que se colocó el gobierno) y decidió lanzar anticipadamente la campaña, aun sin tener candidato; cuando la realidad es que sucedió exactamente lo contrario: fue Macri, el presidente de “la campaña permanente”, el que lanzó su reelección apostando a la polarización con Cristina, que hasta acá le ha dado buenos resultados.

Que por estas mismas horas María Eugenia Vidal haya salido a decir que no será candidata a presidenta y que el oficialismo va por la reelección de Macri sin “Plan B” es de manual: de haber siquiera insinuado lo contrario el presidente se habría convertido en el “pato rengo” más rápido aun, mientras la crisis se acelera. Y si la gobernadora no dijera la verdad y acaricia aspiraciones presidenciales, sus declaraciones sobre los pobres que nunca llegarán a la universidad fueron un desastroso comienzo de campaña.

También el dispositivo mediático oficial dirá que el gobierno cae, pero nadie capitaliza su deterioro, cuando esta claro que si la oposición (y en especial los peronismos) se une, capitaliza la caída; y más claro aun que Macri pagará un enorme costo por el veto, conforme lo marcan las encuestas.

Para peor, si Massa y el PJ de los gobernadores (que fueron en definitivas los que impusieron el texto que aprobó el Congreso) esperaban capitalizar su paulatina toma de distancia con el gobierno poniendo un freno al tarifazo, el discurso de Macri barrió con esa pretensión: hoy está firmemente instalado que fueron poco menos que llevados de las narices por Cristina, que es la indisputable referencia de la oposición; más allá de lo que termine pasando de acá en más en la evolución del armado opositor de cara a las elecciones del año que viene. Esa es la foto de hoy, con todo lo provisorio que tienen que tener los juicios en política, y en la Argentina.

Mientras tanto y con el antecedente del final de De la Rúa cada vez más cercano en la memoria colectiva (de la sociedad, de los factores económicos y de los actores políticos) el FMI no le suelta la mano a Macri, pero le viene corriendo el arco con exigencias que está muy por verse si puede cumplir, sin colapsar su gobierno en el intento: profundización del ajuste, libre flotación del dólar, detener la fuga de capitales, reformas laborales flexibilizadores; todo eso simplemente para garantizar la normalidad en los pagos de la deuda, y evitar otra crisis por ese lado.

Los vetos de Macri, (el de la ley anti-despidos, el que seguramente disparará contra la ley anti-tarifazos), al igual que sus DNU, tienen un común denominador: ajustar y restringir derechos, como ha sido la orientación general de su gobierno; pero en estos casos por decisiones unilaterales de quien inviste el cargo de presidente, y que por ende no puede compartir con nadie. Hasta en eso cambió su relación con los sectores conciliadores del peronismo, desde la reforma previsional para acá, o acaso precisamente por ella.

Presionado por el Fondo, con la aceleración de la corrida cambiaria a la vuelta de la esquina y con los puentes rotos con la “oposición racional”, en breve deberán Macri y su gobierno encarar la discusión del presupuesto para el 2019 (año electoral); en el que tendrán que plasmar las draconianas exigencias del acuerdo con el FMI.

No parece un prospecto halagüeño para insistir en que la oposición (o al menos parte de ella) comparta los costos políticos de un ajuste impopular, y mucho menos para organizar en torno a esos ejes la campaña del oficialismo para las elecciones en las que se jugará su permanencia en la Rosada por otros cuatro años; sea quien sea finalmente su candidato o candidata.

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