Tal como se
anunciaba en la previa, el Senado terminó finalmente aprobado el proyecto que
retrotrae los tarifazos tal como venía de Diputados, forzando a Macri a vetarlo
para que no quede convertido en ley.
Un fuerte golpe
para Macri y su estrategia política de endilgarle la idea a Cristina y al
kirchnerismo, pretendiendo que de ese modo forzaba al “peronismo racional” a
desmarcarse, cajoneando la iniciativa: no se trata de que Pichetto y los
gobernadores del PJ crean que ahora no es tan malo aparecer cercanos a la ex
presidenta, como que tienen claro que ya no rinde estar pegados a Macri: el
síndrome de la puerta del cementerio, que habrá que ver si se prolonga en el
tiempo.
Un duro golpe para
Macri y un fracaso absoluto de la estrategia diseñada por “el mejor equipo
comunicacional de los últimos 50 años”, que tuvo que improvisar sobre la marcha
una mutilación del pobrísimo discurso presidencial del lunes, eliminando la
mención despectiva a Cristina del sitio oficial de la Casa Rosada: tal parece
que dieron mal los focus group después del “machirulo”, o -y esto sería más
relevante de concretarse- acaso el recurso de la pesada herencia ya se haya
agotado.
El video grabado
para presionar a los senadores del PJ en la previa de la votación de anoche
mostró a un presidente agresivo, desenfocado y convertido en poco más que un
promotor de los canales de ventas, tratando de vender lamparitas LED. Tal
parece que en la aceitada maquinaria comunicacional oficial (¿aun en manos del
devaluado Marcos Peña?) no reparan en la necesidad de proteger la investidura
presidencial, evitándole costos innecesarios, en medio de una crisis que se
agrava a diario.
Pero lo hemos dicho
muchas veces, y lo repetiremos ahora: no hay dispositivo comunicacional que
valga cuando no hay nunca buenas noticias que comunicar; y si se repasan las
últimas apariciones de Macri en virtuales cadenas nacionales, fueron para
anunciar sin mayores precisiones un acuerdo con el FMI que aun no se ha
concretado, y la defensa a ultranza de un tarifazo brutal que rechazan de plano
más de 9 de cada 10 argentinos, según marcan las encuestas.
No le fue mejor al
“ala política y dialoguista” del gobierno, expresada en ésta etapa por Frigerio
y Urtubey, cuya sobreactuación de “opositor responsable” lo aísla incluso del
peronismo anti-kirchnerista, y lo muestra más predispuesto a conseguir un lugar
en la fórmula oficialista, que a encarnar una alternativa opositora: la furia
de Macri, corporizada contra Cristina, terminó también quemando el canal de
diálogo abierto con los sectores conciliadores del peronismo, y nos les dejó a
los negociadores oficiales más alternativa que sumarse a la cantinela de
protestar por la demagogia irresponsable de la oposición. Un discurso extraño
en boca de los que llegaron al gobierno prometiendo que nadie perdería lo que
había conseguido, que llegaríamos a la pobreza y se eliminaría el impuesto a
las Ganancias, entre otras lindezas.
Si se repasa el
discurso de Macri del lunes, se verá que más allá del tema puntual que lo
disparó (el proyecto anti tarifazos) se trató de poner a los gobernadores y
senadores del PJ en el dilema de ser conducidos por Cristina, o ser conducidos
por él, desde la Casa Rosada: una disyuntiva planteada públicamente y muy
difícil de digerir también en público, aun para una oposición
“colaboracionista”.
Los plumíferos del
régimen (al que hasta hace un mes vaticinaban detentador de una sólida
hegemonía a largo plazo) salieron rápidamente a decir que el peronismo olió
sangre (la debilidad en que se colocó el gobierno) y decidió lanzar
anticipadamente la campaña, aun sin tener candidato; cuando la realidad es que
sucedió exactamente lo contrario: fue Macri, el presidente de “la campaña
permanente”, el que lanzó su reelección apostando a la polarización con
Cristina, que hasta acá le ha dado buenos resultados.
Que por estas
mismas horas María Eugenia Vidal haya salido a decir que no será candidata a
presidenta y que el oficialismo va por la reelección de Macri sin “Plan B” es
de manual: de haber siquiera insinuado lo contrario el presidente se habría
convertido en el “pato rengo” más rápido aun, mientras la crisis se acelera. Y si la gobernadora no dijera la verdad y acaricia aspiraciones presidenciales, sus declaraciones sobre los pobres que nunca llegarán a la universidad fueron un desastroso comienzo de campaña.
La frase de Vidal sobre las universidades públicas. pic.twitter.com/X9VxKUi7LD— Guido Molteni (@GuidoMolte) 31 de mayo de 2018
También el
dispositivo mediático oficial dirá que el gobierno cae, pero nadie capitaliza
su deterioro, cuando esta claro que si la oposición (y en especial los
peronismos) se une, capitaliza la caída; y más claro aun que Macri pagará un
enorme costo por el veto, conforme lo marcan las encuestas.
Para peor, si Massa
y el PJ de los gobernadores (que fueron en definitivas los que impusieron el
texto que aprobó el Congreso) esperaban capitalizar su paulatina toma de
distancia con el gobierno poniendo un freno al tarifazo, el discurso de Macri
barrió con esa pretensión: hoy está firmemente instalado que fueron poco menos
que llevados de las narices por Cristina, que es la indisputable referencia de
la oposición; más allá de lo que termine pasando de acá en más en la evolución
del armado opositor de cara a las elecciones del año que viene. Esa es la foto
de hoy, con todo lo provisorio que tienen que tener los juicios en política, y
en la Argentina.
Mientras tanto y
con el antecedente del final de De la Rúa cada vez más cercano en la memoria
colectiva (de la sociedad, de los factores económicos y de los actores
políticos) el FMI no le suelta la mano a Macri, pero le viene corriendo el arco
con exigencias que está muy por verse si puede cumplir, sin colapsar su
gobierno en el intento: profundización del ajuste, libre flotación del dólar,
detener la fuga de capitales, reformas laborales flexibilizadores; todo eso
simplemente para garantizar la normalidad en los pagos de la deuda, y evitar
otra crisis por ese lado.
Los vetos de Macri,
(el de la ley anti-despidos, el que seguramente disparará contra la ley
anti-tarifazos), al igual que sus DNU, tienen un común denominador: ajustar y
restringir derechos, como ha sido la orientación general de su gobierno; pero
en estos casos por decisiones unilaterales de quien inviste el cargo de
presidente, y que por ende no puede compartir con nadie. Hasta en eso cambió su
relación con los sectores conciliadores del peronismo, desde la reforma
previsional para acá, o acaso precisamente por ella.
Presionado por el
Fondo, con la aceleración de la corrida cambiaria a la vuelta de la esquina y
con los puentes rotos con la “oposición racional”, en breve deberán Macri y su
gobierno encarar la discusión del presupuesto para el 2019 (año electoral); en
el que tendrán que plasmar las draconianas exigencias del acuerdo con el FMI.
No parece un prospecto halagüeño para insistir en que la oposición (o al menos parte de ella) comparta los costos políticos de un ajuste impopular, y mucho menos para organizar en torno a esos ejes la campaña del oficialismo para las elecciones en las que se jugará su permanencia en la Rosada por otros cuatro años; sea quien sea finalmente su candidato o candidata.
No parece un prospecto halagüeño para insistir en que la oposición (o al menos parte de ella) comparta los costos políticos de un ajuste impopular, y mucho menos para organizar en torno a esos ejes la campaña del oficialismo para las elecciones en las que se jugará su permanencia en la Rosada por otros cuatro años; sea quien sea finalmente su candidato o candidata.
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