Para entender como funciona el brutal ajuste
que supone el presupuesto nacional para el año que viene que el gobierno acaba
de enviar al Congreso para cumplir con la meta del “déficit cero” a que se
comprometió con el FMI, hay que tomar en cuenta las pautas macroeconómicas en
base a las que está hecho, y como evolucionan los gastos y los recursos.
Según señaló Diujovne en la conferencia de
prensa, se tomó en cuenta una inflación del 34,8 % para este año para ajustar
las partidas actuales a las que se asignarían el año que viene, y allí está ya
la primera trampa: esa cifra es la inflación que ya se lleva acumulada en lo
que va del año (incluyendo una proyección del mes de septiembre muy optimista),
y resta considerar la inflación que se acumule en los últimos tres meses; que
el propio gobierno reconoció hace poco que sería del 42 %, y que bancos y
consultoras privadas ya están estimando del orden del 45 al 50 %.
Cuando el ajuste nominal de las partidas es
hecho tomando una pauta mucho menor a la inflación real, hay allí ya un ajuste,
porque no se compensa en la asignación de los recursos públicos el deterioro
del valor real de los fondos, causado por la inflación. Pero la cosa es aun
peor, porque en el presupuesto que acaba de ingresar al Congreso los gastos del
Estado nacional crecen en promedio un 26,9 %, o sea 7,9 puntos menos que la
inflación considerada para elaborarlo, 15,1 puntos menos que la inflación anual
estimada por el propio gobierno para este año y entre 18,1 y 23,1 puntos menos
que la estimada por los privados.
De modo que toda área del Estado que vea
incrementadas sus partidas en menos de cualquiera de las dos bandas de
inflación consideradas (la inferior del 34,8 % con la que se hizo el
presupuesto, la superior del 50 % de las mayores estimaciones privadas) estará
sufriendo un ajuste real, dependiendo su magnitud de cuanto se aleje de ellas.
A su vez, el proyecto de presupuesto refleja
el nuevo organigrama del Poder ejecutivo y de la Administración Nacional, como
consecuencia del DNU que suprimió y fusionó ministerios, con casos arquetípicos
por lo controversiales, como los de Salud, Trabajo o Ciencia, Tecnología e
Innovación Productiva.
Y finalmente, al presentar el proyecto
Dujovne dijo que el ajuste no afectaría a los sectores más vulnerables, porque
se incrementarían las partidas sociales, en términos reales, pero los propios
números del proyecto lo desmienten: Y si no veamos:
* El área de Desarrollo Social propiamente
dicha (es decir sin considerar que ahora absorbió a la ANSES y Salud, por
ejemplo, y ya se había desprendido de lasi pensiones contributivas) pasó de un
presupuesto de $ 53.883.779.489 este año, a uno de $ 63.806.135.797 para el año
que viene: un aumento del 18,41 %; casi la mitad de la pauta inflacionaria
estimada por el gobierno para hacer el presupuesto, y por debajo incluso del
promedio general de crecimiento del gasto público.
* El área de Salud
pasó de $ 46.414.583.477 este año siendo ministerio, a $ 45.521.012.926 para el
año que viene, como “Secretaría de Gobierno” en Desarrollo Social: una caída en
términos nominales del 1,93 %, ni hablemos de los efectos reales de la poda, si
a eso le añadimos la inflación, en cualquiera de las estimaciones indicadas)
* El área de
Trabajo (sin incluir Seguridad Social ni la ANSES, que pasaron a Desarrollo
Social) pasó de $ 9.039.646.982 a $ 9.133.703.132: un aumento nominal del 1,01
%, o sea un brutal ajuste, en términos reales.
* Educación (sin
Cultura ni Ciencia y Tecnología, que le fueron traspasadas) pasó de $
163.167.360.587 este año, a $ 197.718.192.103 el año que viene: un aumento
nominal del 21,17 %, por debajo de todos los indicadores señalados
anteriormente.
Dentro de ella, los
fondos destinados a las 57 universidades nacionales pasaron de $
103.212.020.039 a $ 138.114.123.192, una suba del % 33,81 % casi en línea con
la inflación calculada por el gobierno, pero bastante por debajo de la real.
Acaso una respuesta (insuficiente, claro está) frente a las tomas de facultades
y las protestas de la comunidad universitaria en todo el país. El programa
PROGRESAR pasó de $ 9.894.085.000 este año, a $ 9.480.616.767 éste el año que
viene: una poda nominal del 4,18 %.
El Fondo Nacional
de Incentivo Docente (FONID) y los programas de compensación salarial para las
provincias que no pueden pagar los salarios pactados en la paritaria nacional
docente tendrán un incremento del 3,4 %: se ven claramente los efectos del
desmantelamiento por el Decreto 52/18 de Macri de la paritaria nacional
docente. Recordemos que hasta último momento de las negociaciones la nación
trató de traspasar directamente el FONID a las provincias.
* El área de
Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (absorbida por Educación) pasó de $
19.010.057.108 a $ 21.463.147.323: una suba nominal del 12,90 %, fiel reflejo de
las políticas del gobierno de “Cambiemos” para el sector.
Un aumento del
27,43 % en las partidas destinadas al CONICET (por debajo de toda estimación de
inflación) se vio más que compensada con podas brutales en términos nominales
en los demás programas del área, incluyendo los aportes a la Agencia Nacional
de Promoción Científica y Tecnológica, y a la Comisión Nacional de Actividades
Espaciales.
* Los subsidios al
transporte pasaron de $ 39.197.255.592 este año, a $ 24.000.000.000: una poda
nominal del 38, 77 %, a la que hay que sumarle el efecto de la inflación. Está
claro que habrá nuevos y drásticos aumentos del boleto de colectivo (urbano y
de media y larga distancia), porque además les transfieren la responsabilidad a
las provincias.
* Pero no todas son
pálidas, ni todos los gastos del Estado sufren podas nominales o reales: los
subsidios que se les dan a las petroleras para estimular la producción pasaron
de $ 26.310.314.946 en 2018, a $ 47.894.198.056 el año que viene: un
crecimiento del 82,03 %; o sea el doble de la pauta inflacionaria prevista por
el gobierno para todo el año, y 47,23 puntos por encima de la que usó para
elaborar el presupuesto.
Algo parecido pasa
con los subsidios que deben transferirse a CAMMESA para las compras de
electricidad a las generadoras: como consecuencia de la dolarización de las
tarifas, pasarán de $ 64.961.827.403 a $ 104.077.041.407, de un año a otro: un
aumento del 60,21 %, todo eso considerando que se cumplan las predicciones
oficiales sobre la evolución del dólar; salvedad que también vale para el
subsidio a las petroleras.
Hijo de puta: el costo lo pagamos nosotros; nunca Uds., soretes mafiosos y millonarios.-
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