Cuando el odio canalla traspasa los más elementales límites de la condición humana, y no se detiene ni siquiera ante el dolor y la enfermedad con tal de perseguir o aniquilar al adversario político -como le pasó a Héctor Timerman, fallecido hoy- es difícil tener la templanza necesaria para resistir la tentación de clamar por revancha, y jurar devoluciones.
Sobre todo porque el odio de los poderosos no es, en nuestra historia, nada nuevo: por el contrario, se mantiene como una constante a través del tiempo, tanto que constituye una tradición y una identidad política. Hay en la Argentina un partido del odio, que descarga una y otra vez su furia sin detenerse ante la cama de los enfermos, o la tumba de los muertos.
Que pintó paredes vivando al cáncer, que traficó cadáveres o los vejó, o que maldijo ausentes (como Mármol a Rosas), negándoles el último cobijo de su tierra natal. Un odio enfermizo, irracional, sin límites; que se sobrepone en muchos a cualquier consideración ideológica, política o económica.
O que en todo caso las vehiculiza; porque el odio es -ante todo- un asunto de minorías: como decía Jauretche, no odian las mayorías que conquistan derechos, sino las minorías que pierden privilegios.
No es que nosotros seamos incapaces de odiar -al fin y al cabo, somos humanos-, sino que precisamente por lo dicho, tenemos responsabilidades más apremiantes que atender: sin olvidar a los canallas y sin dejar de exigir justicia por los nuestros que fueron humillados, vejados o quedaron en el camino (como Héctor Timerman), tenemos que levantar el país de sus cenizas, restaurar derechos, levantar persianas, devolver dignidad y esperanza, recuperar lo que nos han saqueado.
Y no es una postura de superioridad moral (que sin dudas la tenemos, mal que les pese a los traficantes de la moral que creen que es otra propiedad que se puede escriturar), sino una profunda respuesta política: los canallas que odian y nos odian se merecen lo peor, pero los compañeros que fueron víctimas de su odio se merecen de nosotros, lo mejor: que sigamos militando para construir un país mejor.
Como nos enseñaron las Madres y las Abuelas, que vaya si fueron víctimas del odio, y si tenían a su vez sobradas razones para odiar, y clamar venganza. Pero eligieron la justicia, y continuar la lucha de sus hijos, dándonos el ejemplo.
Tuits relacionados:
Cuando nos pasemos de rosca diciendo que tenemos que aprender a ser como ellos, recordemos a Héctor Timmerman. Nunca nos convirtamos en ellos, ni siquiera con la excusa de vencerlos— La Corriente K (@lacorrientek) 30 de diciembre de 2018
Como propuesta económica, la exclusión. Como propuesta política, el odio revanchista. Como propuesta cultural, la estupidez frívola. Eso es el macrismo, eso votaron, lo sepan o no.— La Corriente K (@lacorrientek) 30 de diciembre de 2018
Por el memorandum con Iran (que nunca entró en vigencia) los dirigentes fascistas de la AMIA y la DAIA lo acusaban de "judío traidor a la patria".
ResponderEliminarLos acusadores son iguales y hablan igual que quienes persiguieron y mataron a sus propios padres y abuelos.
Y porque son iguales, operaron para que EEUU le revocara la visa y no pudiera seguir con el tratamiento médico que necesitaba.
Dirigentes judíos, mucha Torá, muchas ceremonias, pero difaman y matan a su propia gente.
El Colo.
ESTOS DELINCUENTES MAFIOSOS QUE "NOS GOBIERNAN" SOLO TIENEN LA RIQUEZA DEL DINERO, Y POR EL HAN PERDIDO LA ESENCIA HUMANA. CREEN QUE SOLO CON NOSTROS: ERROR , LA HAN PERDIDO PARA TODA SU VIDA. JAMAS PODRAN COMPRAR UN AMANECER; UN BESO A LA LUZ DE LA LUNA LLENA; EL CANTO DE PAJAROS SI LOS VEN; SON RICOS EN EL DINERO QUE NO PUEDE COMPRAR LAS COSAS QUE EMBELLECEN LA VIDA. PERO CREEN LO CONTRARIO PORQUE EL DINERO BRILLA Y LOS CIEGA.
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