martes, 14 de mayo de 2019

SI NOS ORGANIZAMOS, GANAMOS TODOS


Al kirchnerismo siempre le costó construir electorabilidad para los candidatos de la “fuerza propia” en las elecciones provinciales, incluso durante los gobiernos de Néstor y Cristina. Datos, no opinión. Al peronismo no kirchnerista/anti kirchnerista, en sus diferentes encarnaciones, siempre le costó construir candidatos con volumen electoral relevante para las elecciones nacionales, desde el 2003 en adelante y después de la llegada de Macri al poder. Datos, no opinión.

La situación descripta se reactualiza hoy, a partir del resultado de las elecciones provinciales, en especial las de Córdoba; pero obedece a causas estructurales, vinculadas por un lado a la disputa interna del peronismo (sobre lo que volveremos luego) incluso antes de la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia, y por otro lado (al menos en nuestra opinión) al reparto de las competencias concretas de cada nivel de gobierno que determina nuestra organización federal; impactada por las reformas del menemismo en los 90’, incluida la reforma constitucional del 94’; que transfirió a las provincia la propiedad de los recursos naturales, y estableció un mecanismo de discusión de la coparticipación federal de impuestos que implicó en términos prácticos, dejar todo como estaba.

Ese reparto de competencias determina no solo diferentes compromisos de gestión, sino distintos modos de interacción con los actores económicos y sociales, que juegan roles políticos: para un gobernador (y más aun para un intendente), una buena gestión depende de pagar en tiempo y forma los sueldos estatales, sostener razonablemente bien los servicios críticos a su cargo (escuelas y hospitales, básicamente) y realizar algún grado de obra pública. Para un presidente o un gobierno nacional, la cosa es bastante más compleja, porque tiene que lidiar con la economía, con todo lo que ello implica.

En un ciclo de bonanza económica (como fue el del 2003-2015, con sus vaivenes), las provincias estaban solventes, tenían recursos y sus gobiernos podían administrar sin mayores inconvenientes, lo que explica el bajo nivel de protestas sociales “localizadas”, y el amplio predominio de los oficialismos nacionales en las elecciones. Y en una fase de recesión y ajuste (como la actual), los gobernadores se las ingeniaron para arrancarle concesiones al macrismo en materia de recursos, a cambio de apoyos en el Congreso; pero lo decisivo no fue eso (como sostiene Zuleta Puceiro en ésta nota, a la que corresponde la imagen de apertura), sino que no tuvieron que lidiar con la economía y sus dilemas.

Un gobierno nacional (de cualquier signo que sea, y cualquier sea el programa que ponga en marcha) tiene la responsabilidad de decidir la orientación del modelo productivo, el grado de apertura de la economía, la política monetaria y de orientación del crédito, y hasta cierto punto el fomento del empleo, el nivel de los salarios y el ordenamiento de la puja distributiva, que impacta en la inflación y la distribución del ingreso. Cuestiones todas que son ajenas, por escala y competencias, a las preocupaciones de un intendente o un gobernador, los que en consecuencia también están exentos de los desgastes que implica pugnar con factores de poder no institucionales, en relación a ellas.

Un ejemplo práctico -o varios- para que se entienda: ningún gobernador tendrá que preocuparse por la guerra contra los conglomerados de medios (porque no puede decidir sobre el grado de concentración que se permite allí), ni por las embestidas de los fondos buitres y los capitales financieros especulativos (porque es el Estado nacional el que maneja la deuda externa del país, y los movimientos de capitales), ni enfrentar una asonada de las patronales agropecuarias por las retenciones, o de los sindicatos de los trabajadores mejor remunerados por Ganancias.

La mayoría de ellos (por no decir todos) se cuidan muy bien de cualquier avance que implique entrar en ese tipo de cuestiones, por ejemplo “planchando” en niveles irrisorios el impuesto inmobiliario rural, principal tributo directo (y por ende, constitucionalmente competencia provincial) que puede rozar rentas extraordinarias. Tampoco tendrán que desvelarse por la financiación de la seguridad social (que al ampliar su cobertura los pone a su vez a cubierto de conflictos sociales, sin poner un peso), a punto tal que la mayoría de ellos transfirieron sus cajas jubilatorias a la nación, o consiguieron que les financiaran el déficit. Por el contrario, generar una alternativa competitiva a escala provincial exige tener discurso y propuesta para los problemas de ese orden, no alcanza con "nacionalizar" los temas de campaña, y esa es una dificultad con la que tropiezan los candidatos kirchneristas en las provincias.

A semejanza del peronismo original, el kirchnerismo es una fuerza política construida “desde arriba”, a partir de la disponibilidad de las herramientas de gestión del Estado nacional, y debió convivir con peronismos provinciales que obran cada uno con una dinámica propia, como las fuerzas provinciales con las que se encontraba Perón en el 45’. A partir de sus éxitos en política económica y social pudo articular y sostener una coalición más o menos estable con esas fuerzas que operaban de hecho como provinciales, y que nunca terminaron de articular un actor político unificado: la “liga de gobernadores” nunca pasó de ser una especulación de los editorialistas de los grandes medios porteños.

Hoy, en medio de la crisis generada por las políticas del gobierno nacional de Macri, y sin que el kirchnerismo disponga de los instrumentos de gestión del Estado nacional para hacer política, la potencia electoral de Cristina se sostiene en el contraste entre lo que hizo cuando le tocó gobernar, y el desastre de “Cambiemos”. Como la crisis es nacional, no les alcanza a quienes sí tienen instrumentos y resultados de gestión que mostrar (como los gobernadores), pero acotados a sus realidades provinciales, para construir una alternativa electoral potable, con posibilidades de disputar con éxito una elección nacional.

Dicho esto a partir del impactante triunfo de Schiaretti´, que plantea el interrogante de si esta vez -como viene amagando hace 20 años- el “cordobesismo” logrará traspasar los límites provinciales y articular una propuesta nacional de tono peronista en torno suyo, o simplemente se quedará en el planteo de una conducción más colegiada y “federal” del conjunto del peronismo; acompañando en la elección nacional “al que más mide”, o (como vino haciendo muchas veces hasta acá) declarándose formalmente prescindente al respecto, aunque tenga su corazoncito.

La estrategia de levantar candidatos propios para contribuir al triunfo del PJ (y ante todo, a la derrota de los candidatos de Macri) que viene desplegando con éxito Cristina no tiene tanto que ver con que haya pactado reciprocidad para las elecciones nacionales, donde la aplicación estricta del mismo concepto de “ir todos detrás del que mide más” llevaría directo a que los gobernadores apoyen su candidatura. Sin descartar que esos acuerdos existan, se trata sobre todo de eliminar excusas que se utilicen en contra del kirchnerismo para armar una “colectora” que divida votos opositores, y le facilite las cosas al gobierno.

Cristina sabe, más y mejor que nadie, que por más acuerdos o desacuerdos que tengan los dirigentes, cuanto entra a tallar el voto de la gente en una elección nacional y con ella como candidata, la cuestión es bien diferente; porque no solo tiene muchos más votos que cualquier candidato K de los distritos, sino que supera a la mayoría de los gobernadores del PJ y su eventual candidato presidencial, allí donde éste es gobierno. Es que con una crisis de la magnitud de la actual (que podría profundizarse de acá a las elecciones) no hay viabilidad para “provincialismos” o “municipalismos”, sino para un proyecto nacional, claramente definido y que tenga claro que hacer con la víscera más sensible: la economía.

Va de suyo que los dilemas que al respecto afronta el peronismo “alternativo” tienen que ver más que nada con la discusión ideológica que se da hacia el interior de ese inmenso territorio en disputa permanente que es el peronismo, aunque siempre parezca pospuesta por las urgencias electorales: ¿ofrecerse como la continuación del proyecto macrista en sus grandes líneas, pero “mejor gestionado” y con un soporte político más sólido; o animarse a aportar a la construcción de una alternativa real, aunque eso implique turbulencias por más que se apueste a un "pacto social"? Si la opción elegida es la segunda, está claro en que candidatura tienen que poner los porotos.

1 comentario:

  1. Si este Zuleta es el director OPSM, un dato para caracterizar sus "opiniones": en las PASO del 2017, pronosticó 33.40% a 17.50% a favor de Unidad Ciudadana (publicado en el blog abelfer.wordpress.com de aquella época). En fin, un operador chanta. O viceversa.

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