lunes, 14 de junio de 2021

COALICIONES

 


Dice Claudio Scaletta en ésta muy recomendable nota en El Destape del sábado pasado: "Por eso la principal limitación del actual oficialismo, a diferencia del precedente, es que su poder no está respaldado en aquello que Antonio Gramsci llamaba un bloque histórico. Cuando el macrismo necesitó mayorías especiales siempre las consiguió inmediatamente entre otras razones porque contó con el apoyo de muchos de los integrantes del actual oficialismo. Parecen tiempos remotos, pero fue ayer nomás. En 2016 la Alianza PRO - UCR contaba con el respaldo de la inmensa mayoría del poder económico, expresado por todas las entidades gremiales empresarias, las cuatro organizaciones de la Mesa de Enlace, la UIA, AEA, la embajada estadounidense, buena parte del poder sindical, todos los medios de comunicación concentrados, el poder judicial y, la frutilla del postre, con una parte importante del peronismo. Hoy ya no es novedad que el gran operador de las leyes macristas en el senado fue Miguel Ángel Pichetto, precisamente el jefe de la bancada que se suponía opositora y último candidato a vicepresidente por Juntos por el Cambio. Gracias a este apoyo del peronismo Mauricio Macri pudo construir una Corte Suprema adicta y un poder judicial a su medida.". 

"A pesar de este inmenso apoyo simbólico, fáctico y económico, que se coronó en 2015 con la victoria electoral, el bloque histórico del macrismo no tuvo nada para ofrecerle a la sociedad más que un fracaso económico estrepitoso cuyos escombros hoy se mantienen bajo la alfombra de la pandemia. En el escenario de 2019 el Frente de Todos no representó la emergencia de un nuevo bloque histórico con un nuevo y definido proyecto de país, sino que fue apenas el hijo de una jugada política brillante que permitió capitalizar la reacción al fracaso macrista. Probablemente aquí resida su limitación y su anomalía: el bloque histórico que apoyó a la Alianza PRO – UCR se encuentra intacto, con la deserción apenas parcial del poder sindical. Además sigue en la vereda de enfrente del actual oficialismo y, junto a la dirigencia política de Juntos por el Cambio, parece decidido a sostener una guerra sin cuartel contra cualquier voluntad intervencionista del gobierno.".

"Dicho de otra manera, el Frente de Todos representa un gobierno sin bloque histórico y sin voluntad de construirlo, lo que podría condenarlo a no durar. Claramente el Frente de Todos representa otro modelo de país, pero al no ser la expresión de un bloque histórico e incluir en sus filas una elevada heterogeneidad parece no terminar de encontrar un rumbo propio."

En Página 12 de ayer, Alfredo Zaiat exponía las internas en la UIA a partir de la designación de Daniel Funes De Rioja como su nuevo presidente, del artículo rescatamos éste párrafo: "La estrategia electoral pero también política de Cristina Fernández de Kirchner al nominar a Alberto Fernández como cabeza de fórmula presidencial, con la expectativa de armonizar intereses contrapuestos con los grupos económicos dominantes y, de ese modo, garantizar la gobernabilidad, se ha probado fallida. Este camino frustrado no fue obturado por la voluntad de Alberto Fernández, que ha dado muestras en más de una oportunidad de buscar acercamientos hacia la cúpula de la conducción política del poder económico (Techint y Grupo Clarín).".

Del mismo tema nosotros dijimos acá: "Y las múltiples resistencias de las fracciones más concentradas del poder económico, aun frente a un presidente de marcada vocación dialoguista: rechazo y resistencia al "impuesto a las grandes fortunas", judicialización o desconocimiento de medidas regulatorias como la prohibición de despidos, la doble indemnización o la declaración de servicio público al cable o internet o el congelamiento de tarifas. Ni hablar de los constantes aumentos de precios, en especial en los alimentos, medicamentos y demás bienes sensibles, o las resistencia contra cualquier forma de intervención estatal en l regulación de los mercados, sean retenciones, cupos, precios máximos o restricciones a las exportaciones. 

Pues bien, ese empresariado, el que se ha constituido en una permanente piedra en el zapato de los planes "acuerdistas" de un gobierno que convocó incluso al Consejo Económico Social (una iniciativa que formaba parte de la propuesta de otros candidatos, como Lavagna), acaba de hegemonizar la conducción de la UIA, designando como su presidente a Daniel Funes de Rioja. Todo un mensaje al gobierno sobre las posibilidades reales de alcanzar en el país alguna forma de acuerdo social.".

En nuestra opinión, la movida de Cristina al designar a Alberto como candidato tuvo más que ver con fijar otro eje de discusión en la campaña, que con asegurar el resultado electoral. Siempre desde nuestra óptica, ganar se ganaba igual, pero corriéndose ella del primer lugar de la fórmula lo que iba a pesar en el balance social a la hora de votar era el gobierno de Macri, y no los dardos que desde el oficialismo de entonces y los medios hegemónicos lanzaban contra ella. Esta hipótesis fue en cierto modo corroborada (o complementada) por la propia Cristina cuando dijo que en las elecciones del 2019 terminó pesando también la memoria social de los gobiernos kirchneristas, contrapuestos con el desastre macrista.

Pero eso es en lo estrictamente electoral, que es una dimensión de la política, que se salda en las urnas. Para llegar hasta allí hay que construir el camino, con políticas públicas desde la gestión si se es gobierno, y estableciendo coaliciones sociales que luego se expresen electoralmente y sustenten con su apoyo al gobierno, si se logra vencer. Y en ese orden: las políticas públicas dirigidas en un sentido determinado, construyen coaliciones sociales en el mismo sentido, porque reflejan sus intereses.

Y allí concordamos en todo con Scaletta, y reside el problema que él plantea para el gobierno del FDT, y sus indefiniciones: el bloque adversario está consolidado como tal más allá del nivel de puterío actual de su expresión dirigencial en sentido político partidario. Y está consolidado porque su conducción real (el poder económico) es inmune a los resultados electorales, y dispone de los medios (de producción y de construcción de sentido) para conducir las cosas a su conveniencia, todo el tiempo que media entre una elección y otra.

Frente a eso, nosotros solo tenemos las herramientas del Estado y de la política, y debemos emplearlas con inteligencia, y al mismo tiempo con coherencia: en el sentido para el que fuimos votados, para que la coalición social que se expresó en las urnas en agosto y octubre del 2019 perdure en el tiempo y se solidifique; y para que el bloque de poder que tenemos pierda gravitación y poder de daño, en la medida de lo posible. Si se sabe ver, las medidas que hay que tomar son las mismas, para conseguir ambas cosas.

Y allí es donde el gobierno parece acusar su mayor déficit, funcionando a dos velocidades: por un lado una morosidad ostensible en tomar medidas que afecten al poder real aun éstas permitan al mismo tiempo consultar los intereses de su propia base electoral (por ejemplo aumentar retenciones para desacoplar los precios internos de los internacionales, en especial de alimentos), o disminuir el poder de fuego del adversario (reponer la ley de medios, mutilada por DNU de Macri, por caso).

Por el otro, una velocidad traducida en apresuramiento para "saltearse" las elecciones de éste año y tratar de instalar -prematuramente- las presidenciales del 2023, sponsoreando la figura de Sergio Massa sin tomar nota de, al menos, dos cuestiones: las resistencias que genera al interior de la propia fuerza electoral (en el votante kirchnerista promedio, sin ir más lejos), y la falta (para compensar) de correlativas "adhesiones" del otro lado, por el cuadro de situación descripto. Sería repetir otra vez el error de suponer (como pasó con Scioli en el 2015) que el voto "propio" está asegurado a todo evento con prescindencia de como se gobierne, y hay que buscar alguien que pueda captar el voto "blando" suelto.

Pero el principal error -insistimos- es saltearse el almuerzo para ir directamente a la cena: en el horizonte electoral están primero las legislativas de éste año, y para llegar ahí sin nubarrones hay que tomar ya, hoy, medidas concretas para recomponer ingresos, salarios y consumo; porque solamente vacunando rápido y mucho (que ayuda) no se ganan elecciones.

3 comentarios:

  1. La única forma de que Alberso termine su mandato es, primero, que gane el fdt en las legislativas; lo cual no está asegurado. Si pierde,se terminó todo amigos.
    Si gana, aún debe pegar un volantazo que, a la velocidad que venimos cayendo, a lo mejor terminamos volcando.
    Si no volcamos, muchachos, está faltando un poquito de orden en la sociedad. Mucho plan social y mucho chorro, poco trabajo y poca seguridad.

    No sea cosa que no vean, de tan progres que son, como más de la mitad de la sociedad está empezando a pedir mano dura... Después se sorprenden y hasta niegan que la gente no quería vivir más en una zona de guerra, aunque eso signifique que las fuerzas de seguridad salgan degollando.

    Dale, no seamos boludos y dejemos de cultivar el "algo habrá hecho"

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  2. Si se "sponsorea" a Massa, contando en nuestras filas con, por ejemplo, Axel Kicillof, ya no es un tiro en el pie, es un corchazo en la cabeza. Y PREGUNTÉMOSNOS: cuántos votos blandos, moderados o como quiera llamárselos, aportó el vacuo arribista de Tigre al 48 % con que echamos al inmundo cipayo ? Memoria y máquina de calcular. Es sencillo.

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    1. Pareciera que el razonamiento sobre esa cuantía de votos es: los que faltaban (para ganar).

      Estratégicamente, Massa la hizo perfecta.
      Gana espacios de poder desde el gobierno mientras lo debilita. Ahora puede reforzar posiciones en las legislativas y soltarle la mano al kirchnerismo. Dejarlo caer y buscar la presidencial en 2023, distanciándose, como ya supo hacer.

      Alto margen de éxito si juega bien las fichas.

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