LA FRASE

"NOS DICEN QUE UN VUELO DE FLYBONDI SALIÓ EN HORARIO, ESTAMOS INVESTIGANDO PARA DETERMINAR QUE PUDO HABER PASADO." (FEDERICO STURZENEGGER)

viernes, 11 de junio de 2021

PACTOS SOCIALES POSIBLES

 


Cuando estábamos transitando el período entre las PASO y las elecciones presidenciales generales del 2019, decíamos nosotros en ésta entrada: "La idea del pacto social forma parte del ADN fundacional del peronismo, y la ha ensayado cada vez que le tocó gobernar, con la posible excepción del período menemista; aun cuando entonces hubo ciertamente acuerdos más o menos explícitos en los que se sustentaba el modelo. El pacto social como idea, a su vez, excede bastante a un simple acuerdo de precios y salarios para encauzar la puja distributiva, o anclar las expectativas inflacionarias.

Sin embargo, un pacto supone que los actores que converjan a él (que por definición, tienen intereses distintos y aun contradictorios) hagan una lectura más o menos parecida del contexto en el que se los convoca a pactar, y por supuesto que compartan los objetivos del acuerdo, al menos en sus líneas generales. Y en los tiempos presentes, con otro estruendoso fracaso de otro experimento neoliberal ensayado en el país, eso exige que todos hayan hecho el aprendizaje correcto de la experiencia macrista, del cual sacar las conclusiones también correctas a futuro, para no repetir fracasos.

Pero en la concreta estructura productiva y en el mapa del poder económico del país que deja Macri, en la mesa del pacto social deberán sentarse actores poderosos, con capacidad de influencia en el resultado del proceso y que no parecen estar en las mismas condiciones descriptas; al menos en cuanto a la debida metabolización de la experiencia macrista refiere.

En efecto, y como lo hemos dicho otras veces, si hemos de guiarnos por los posicionamientos públicos de las entidades en las que se nuclea el más poderoso empresariado vernáculo (la AEA, la cúpula de la UIA, el "Foro de Convergencia Empresarial"), el panorama es desolador: no hay el más mínimo ejercicio de autocrítica no ya de su decidido apoyo al gobierno de Macri (al fin y al cabo y en tanto gobierno de clase, "su" gobierno), sino del marco conceptual con el que miran al país, y desde el que proponen o apoyan soluciones para sus problemas. Para decirlo en palabras de Aldo Ferrer, su contribución a la "densidad nacional" es poco más que nula. 

Inmunes a los resultados contundentes (y trágicos) de la experiencia concreta, nuestros grandes empresarios siguen pensando y sosteniendo que los grandes problemas del país son el déficit fiscal, la presión tributaria, el tamaño del Estado, la amplitud de sus funciones o la rigidez de la legislación laboral. Con un bagaje tan limitado de ideas, será una tarea titánica sumarlos a un pacto, acuerdo o contrato social amplio, que además estén dispuestos de buena fe a cumplir: el gobierno que se va ha sido pródigo en "acuerdos de caballeros" que no se cumplieron, sin que el poder político macrista tuviera la mínima precaución de generar las herramientas jurídicas para asegurar sus resultados.

Por el contrario, si de la boca para afuera se manifiestan proclives a alguna forma de acuerdo o pacto social, es porque suponen que en ese contexto el poder político (ahora en manos del peronismo) puede disciplinar y contener los reclamos salariales, para que el retraso del salario real sea la única y verdadera ancla inflacionaria; congelando de paso la distribución regresiva del ingreso que dejará el macrismo. 

En este punto y en el enésismo  intento de socializar las pérdidas que a sus empresas les ocasionó el modelo que apoyaron en su caída, así como el de sacarle el culo a la jeringa en poner de su parte para pagar la fiesta del endeudamiento y la fuga de capitales, puede resumirse el programa de nuestros sectores dominantes; que a su vez esperarán el momento para insistir en las propuestas flexibilizadoras. Sería tan sorprendente que no lo hicieran, como que hayan apoyado -una vez más- un programa industricida, que comenzó pulverizando salarios, para terminar consumiendo inversiones y capital de trabajo. 

¿Significa esto que hay que renunciar a la idea del pacto social, o excluirlos de sus deliberaciones, aun cuando nucleen a la mayor parte de los sectores importantes de la estructura productiva del país? No, significa que en esa tarea de articulación política de las demandas e intereses sociales no hay que resignar la legitimidad de origen del futuro gobierno, que construyó en las PASO (y aspira a ampliar más aun en las elecciones generales) una mayoría amplia como consecuencia no solo y no tanto de determinados acuerdos políticos o superestructurales, sino de que se lo percibió como el vehículo político adecuado para garantizar la defensa de los intereses de las grandes mayorías nacionales.". 

Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente, pero el diagnóstico perfectamente podríamos suscribirlo hoy, avalados por los hechos: el gobierno del "Frente de Todos" transita su año y medio de mandato en medio de dificultades múltiples y crecientes, sean consecuencia de la herencia recibida, como del contexto de problemas que creó la pandemia. 

Y las múltiples resistencias de las fracciones más concentradas del poder económico, aun frente a un presidente de marcada vocación dialoguista: rechazo y resistencia al "impuesto a las grandes fortunas", judicialización o desconocimiento de medidas regulatorias como la prohibición de despidos, la doble indemnización o la declaración de servicio público al cable o internet o el congelamiento de tarifas. Ni hablar de los constantes aumentos de precios, en especial en los alimentos, medicamentos y demás bienes sensibles, o las resistencia contra cualquier forma de intervención estatal en l regulación de los mercados, sean retenciones, cupos, precios máximos o restricciones a las exportaciones. 

Pues bien, ese empresariado, el que se ha constituido en una permanente piedra en el zapato de los planes "acuerdistas" de un gobierno que convocó incluso al Consejo Económico Social (una iniciativa que formaba parte de la propuesta de otros candidatos, como Lavagna), acaba de hegemonizar la conducción de la UIA, designando como su presidente a Daniel Funes de Rioja. Todo un mensaje al gobierno sobre las posibilidades reales de alcanzar en el pa{is alguna forma de acuerdo social.  

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya es demasiado tarde.
Ahora solo queda cruzar los dedos y esperar que el supermultiplicador de Kicillof arranque en frío con un déficit de productividad en todas las áreas (ni hablar de la posibilidad de que la FED suba la tasa de interés).

Teniendo en cuenta que los que más tienen van a tener más, y los que menos tienen ni siquiera les va a alcanzar, podemos avisorar que esa puja por el consumo se va volcar a la compra de divisas.

Pero, ya es demasiado tarde.

Anónimo dijo...

Fugadores seriales que reclaman "diálogo y consenso" . Y te lo mandan a Funes de Rioja. ¿que parte no entendés?
El Colo.