jueves, 8 de agosto de 2024

INDIGNACIONES

 

En estos tiempos de posverdad en los que  la manipulación y el aprovechamiento político de las emociones ha desplazado al debate de ideas, no es sorprendente que asistamos a un torneo cotidiano de indignaciones, en el que todos pujan por imponer las suyas reclamando que se les preste atención solo a ellas.

Porque uno de los propósitos del "indignómetro" es justamente ése: fijar los temas de la agenda, imponer de que se habla y discute y cuando, y si mal no viene, que es lo que hay que decir. Con la pretensión de que. mientras se habla de eso que quieren que hablemos, no se hable de nada más.; y -esto es lo más importante- que de ciertas cosas no se hable nunca. 

Si es por indignarse y cuando el caso lo amerite, nos indignamos todos, pero siempre que tengamos en claro por qué, cuando y -sobre todo- que vamos a hacer con el motivo de la indignación. Porque de lo contrario no pasa de una discusión de bar o de peluquería, en la que se habla de cosas para pasar el tiempo, y nada más.

Vengan estas reflexiones a propósito de la denuncia por violencia de género de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández, pero bien pudo aplicar al caso de las elecciones en Venezuela, o cualquier otro tema que nos propongan. En el caso de Alberto, se trata de un hecho de su vida privada que la víctima -en su pleno derecho- decidió hacer público denunciándolo, y como tal merece que antes de dudar de su palabra (como suele suceder), se le brinde respeto, contención y acompañamiento en su búsqueda de justicia. 

Este hecho privado luce además verosímil no solo porque la víctima lo denuncia, sino porque es como una pieza que viene a completar en nuestra mente el rompecabezas que tenemos formado de la imagen de alguien que nunca debió haber llegado a donde llegó, porque carecía de las mínimas condiciones para ello. 

Pero si hay indignación en torno al tema -sea real o impostada por razones de corrección política- es porque en el medio pasaron cosas; como la lucha del movimiento de mujeres por visibilizar la problemática de la violencia de género, y reclamar legislación y políticas públicas para erradicarla. Tanto es así que en los 90' Menem, siendo presidente, expulsaba por la fuerza a su esposa de la residencia de Olivos y el hecho era motivo de burlas y chistes en los medios, o que hoy hasta los que han combatido las reivindicaciones de las mujeres y del movimiento feminista, se ven obligados al menos a fingir que les importa el tema, y que deben pronunciarse indignados en público.

Como una demostración de como funciona el "indignómetro", que no es otra cosa que el dispositivo de control de la agenda pública, no hay tanta indignación con el senador Atauche de LLA (el que provocó un escándalo cuando conducía borracho y lo detuvieron en un control de alcoholemia), que habría contratado sicarios para matar a su mujer; o con la visita -con foto incluida, como se puede ver en la imagen de apertura- de un grupo de diputados libertarios a algunos de los genocidas presos en la cárcel de Ezeiza. O con la muerte con claras connotaciones políticas de la esposa de un desaparecido en la dictadura, sucedida en Córdoba.

Aunque pretendan convencernos de lo contrario para crear el hombre de paja que les permita falsear el debate, no hay nadie en el peronismo ni en el kirchnerismo defendiendo a Alberto Fernández de los hechos de los que se lo acusa. Si hay muchos tratando de minimizar, descontextualizar o directamente ignorar la muerte de Córdoba, o la visita de los legisladores a los represores, o proteger sus bancas de las que deberían ser expulsados de inmediato, por indignos, en todos los sentidos posibles de la palabra.

Nosotros votamos a Alberto Fernández en las condiciones que todos conocemos, sabiendo de sus agachadas políticas pero sin conocer estos costados oscuros de su vida privada. Hay muchos que saben perfectamente quienes son Astiz, Suárez Mason o el "Tigre" Acosta y lo que hicieron, y aun así los defienden, y trabajan por su impunidad: esa es la distancia que nos separa.

Y a la inversa con lo que sucede con el problema de la violencia de género -donde la conciencia social ha avanzado, fruto de la lucha perseverante de las mujeres-, lo que pretenden con hechos como la visita a los represores -de la que el crimen de Córdoba es resultado directo, en el contexto del "clima de época"- es lo contrario: que los argentinos retrocedamos en las políticas y en la conciencia social sobre la necesidad de seguir profundizando las políticas de memoria, verdad y justicia. Algo que en un punto está sucediendo, y por eso tenemos como vicepresidenta a quien tenemos, con el voto popular. 

Debajo de la montaña rusa de indignaciones cotidianas y emociones manipuladas para oscurecer las ideas, lo que hay es una puja política por el control: del debate político, de la agenda pública, del Congreso y las instituciones, y de la calle. Y de lo que se trata entonces es de no perder nunca de vista ése hecho relevante, para no distraerse de lo principal, sin dejar de atender otras cuestiones.

Y lo principal es detener este experimento fallido con seres vivos que se está llevando puesto al país, su soberanía, sus recursos y los derechos, empleos, salarios y esperanza de futuro de la mayor parte de sus habitantes. Tuits relacionados: 

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