¿Vos decís entonces que al problema no lo resuelve el mercado solo?:https://t.co/A6tDsCU3Ii
— La Corriente K (@lacorrientek) November 20, 2024
Por suerte ya no gobierna el populismo, y rigen plenamente las instituciones de la república. ¿O no?:https://t.co/HOt8tsSttd
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Claro. ¿Quiénes se piensan que son, el FMI o los acreedores externos?:https://t.co/XVlXn9kZjk
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Pensar que algunos te venden a éstos nabos como presidenciables. https://t.co/OafWTsS1Ik
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Alguien que les explique. https://t.co/Gjq6a6ZUTg
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Los tuis de apertura son capturas de los medios de ésta semana, y fueron colocados juntos porque se nos antoja que están íntimamente relacionados entre sí: como hilo conductor, expresan la perplejidad de sectores que -en su gran mayoría- acompañaron con su voto o con su colaboración a éste gobierno, y parecen no terminar de comprender su verdadera naturaleza, y lo que se puede o no esperar de él.
Desde sus tiempos de candidato, estuvo claro siempre -al menos para nosotros- que Milei no es alguien que realmente crea en la democracia, mucho menos en la importancia de dialogar para arribar a acuerdos, y menos que menos a cumplirlos, si van contra los caprichos de su voluntad. Por allí en las relaciones internacionales (como le acaba de pasar con China) solo se rinde ante la evidencia incontrastable de los límites que la realidad le impone a sus ensoñaciones, y a veces ni siquiera eso.
En ese contexto, a nadie le deberían extrañar sus pulsiones autoritarias, que hace unos días se expresaron en negarse a que su facultad de emitir DNU's sea limitada por el Congreso, o pretender canjear la deuda pública sin su intervención, aunque las condiciones en las que lo haga sean desfavorables para el país; y que ahora se manifestarían en su intención de emular a Macri metiendo a dos jueces de la Corte Suprema por decreto, o prorrogando otro año más el presupuesto 2023, para no negociar con la oposición cambios a su proyecto.
Y sin embargo hay gente que parece sorprendida porque el agua -respondiendo a su naturaleza- moja. O porque un dictadorzuelo fascista hace cosas de tal, procurando imponer su voluntad, a como de lugar; sin importarle un comino los límites que imponen la Constitución, las leyes dictadas en su consecuencia, o el respeto a las instituciones.
Como los empresarios de la construcción que están descubriendo que el motor esencial de su actividad es la inversión pública (que este gobierno ha anatemizado hasta hacerla desaparecer), y que su falta no puede ser del todo compensada por un mayor impulso de la inversión privada; amén de limitaciones objetivas: ¿Quién si no el Estado demandará construir puentes, rutas, escuelas, hospitales, represas, obras de electricidad o iluminación, redes de agua potable o cloacas?
O los industriales -al menos buena parte de ellos- que aplaudieron con ambas manos la motosierra del gasto público (que involucraba necesariamente un recorte brutal a los subsidios a las tarifas de los servicios públicos) y la apertura económica, y ahora se ven amenazados por una apertura irrestricta de las importaciones, o la venta de gas argentino barato a sus competidores brasileños, empeorando aun más las asimetrías que los perjudican, por una decisión del gobierno que acompañaron y apoyan.
Ni hablar los gobernadores "amigables" que se ofrecieron gustosos como dadores voluntarios de gobernabilidad que hoy comprueban que lo hicieron a cambio de nada: desaparecieron las transferencias discrecionales por fuera de la coparticipación y la obra pública financiada por la nación, junto con los subsidios al transporte y el FONID, y el recorte en los subsidios a las tarifas impacta a los usuarios de sus provincias, y sus propios Estados en tanto prestadores en su jurisdicción de algunos de esos servicios. Y están comprobando ahora que podrían volver a quedarse sin presupuesto nacional actualizado, y por ende en las manos de Milei para que les de lo que quiera, a su exclusiva voluntad.
Ejemplos similares sobran, y se replican en las provincias: acá en Santa Fe andan penando los docentes, judiciales y empleados públicos que votaron en masa a Pullaro, y no hacen más que perder derechos, salarios, jubilaciones, respeto y futuro, desde que gobiernan los que muchos de ellos ayudaron a llegar al gobierno, con su voto. Y no es que no se les haya advertido.
Los ejemplos elegidos no incluyen -deliberadamente- a los que votaron a Milei desde los sectores populares por el desencanto con gobiernos anteriores, aun cuando así como senos exige -con razón- a nosotros comprender las razones de su voto, deberían también hacer un esfuerzo, al menos para comprender que la cagaron. En los demás casos, estamos hablando de gruesas defecciones en la capacidad de comprensión de buena parte de nuestras presuntas élites: empresarial, política, intelectual.
Todos ellos votaron en buena medida -lo supieran o no- un modelo que excluye, o para ser más precisos, incluye cada vez a menos, porque está en la dinámica de ésta fase del capitalismo global, que se expresa a través de él. Y muchos (aun no todos) de los señalados están comprobando por las malas, que creyeron estar entre los pocos incluidos, cuando en realidad son parte -en mayor o menor medida- de la legión de los excluidos; o por lo menos que salieron perdiendo en el intercambio.
Lo hemos dicho antes, y lo reiteramos ahora: aun cuando ese modelo de exclusión y su circunstancial encarnación electoral (hoy LLA, antes Cambiemos u otros ensayos similares, más o menos exitosos o duraderos) se nos presenten como lo nuevo, no se pueden comprender cabalmente sin entender la porfiada persistencia de la contradicción principal de nuestra historia política, desde 1955: peronismo y antiperonismo; más porfiada por la obcecación gorila de votar incluso en contra de sus propios intereses con tal de no hacerlo por el peronismo, que por la perseverancia de éste en seguir la línea de sus mejores tradiciones históricas.
Un fenómeno complejo, o demasiado simple y sencillo pero difícil de aceptar, antes que nada por los que protagonizan (porque padecerlo, lo terminamos padeciendo todos, en mayor o menos medida), y que ameritaría ser analizado ya desde la óptica de la salud mental, más que desde la política propiamente dicha.