LA FRASE

"PARA ZAFAR DE IR PRESO NO CONVIENE PAGAR BUENOS ABOGADOS, QUE SON CAROS, SINO JUECES, QUE SON MÁS BARATOS." (MAURICIO MACRI)

jueves, 14 de noviembre de 2024

LAS COSAS POR SU NOMBRE

 

En 2008 el intento de captar para el Estado una parte de la renta extraordinaria del campo privilegiado derivó en una cuasi guerra civil, con meses de rutas cortadas, piquetes y un intento de golpe de Estado encabezado desde el Congreso por el vicepresidente que se travistió en opositor. Desde entonces, nunca más se pudo intentar algo similar, aunque el campo siga teniendo rentas extraordinarias y la comida esté cada vez menos al alcance de los bolsillos populares.

La ley de medios fue -como lo advirtió Cristina- una prueba ácida para las instituciones de la democracia, que no lograron superar: ampliamente debatida en foros en todo el país y votada por amplias mayorías en ambas Cámaras del Congreso, el intento de desarmar posiciones dominantes en el mercado de la comunicación audiovisual que implicaba naufragó en los tribunales -pese a que la Corte Suprema la declaró constitucional después de años de letargo-, para terminar mutilada por DNU por Macri, y con Martín Sabbatella condenado años después por tratar de aplicarla. Y el discurso mediático hegemónico formatea las audiencias, define la oferta electoral, decide -en buena medida- las elecciones. 

Son apenas dos ejemplos de como lo que fue calificado por algunos como el "tibio reformismo kirchnerista" ni siquiera pudo conseguir esos objetivos, pero igual haberlos intentado le valió persecución hasta hoy, sobre todo en la figura y la persona de Cristina.

Imaginemos por un momento como se las gastaría un poder económico que ha hecho de las instituciones y la república simples herramientas al servicio de sus intereses, si la política decidiera ir más a fondo en otras cuestiones, en las que ciertamente habrá que avanzar algún día si queremos profundizar esto que llamamos democracia, o hacer que el nombre tenga algo del sentido que perdió hace rato.

Porque pese a que sostenemos periódicamente el ritual de las elecciones, cada día va perdiendo un poco de su sentido profundo: Macri ganó en el balotaje del 2015 mintiendo descaradamente, como está comprobado con los registros audiovisuales del debate, y quien entonces lo desenmascaró hoy es funcionario y apologista del régimen de Milei, que no podría sostenerse sin el apoyo del contrabandista.

En condiciones similares a las de ahora -es decir, estando condenada por la justicia y sin sentencia firme- Cristina eligió a Alberto en el 2019 en lugar de ser ella la candidata, para ganar las elecciones y perder el gobierno, en lo que fue una profunda decepción por la traición al mandato popular. 

En el 2023, Cristina y el peronismo insistieron -por tercera elección consecutiva- en la oferta de paz de elegir un candidato conciliador con el régimen, el cual un año después de haber perdido el balotaje ni siquiera se hizo tiempo -al menos hasta ahora- para solidarizarse con ella por su condena, pese a que sin su generosidad jamás hubiera podido competir, por volumen electoral propio. 

Este contexto de ininterrumpida degradación institucional y democrática -en el que el vaciamiento y la parálisis del Congreso son uno de los puntales esenciales del régimen- debe iluminar también la hoja de ruta de un futuro gobierno, al menos si es uno que corresponda a la tradición nacional, popular y democrática, o se reivindica como parte de ella.

Después del experimento con seres vivos que está asolando a la Argentina hay que volver al gobierno por las urnas -no hay otro modo-, pero no basta con organizar una arquitectura electoral eficiente y esperar que el desgaste del régimen haga el resto: hay que darle ya, desde el llano, otro significado al voto futuro que le vamos a pedir a la ciudadanía. Que no es otro que su sentido real, el que nunca debió perder: cambiar las cosas en serio, para transformar una realidad injusta y lacerante para millones de compatriotas.

Lo que involucra recuperar palabras que fuimos dejando de lado por seguir los consejos de los asesores de campaña y consultores de imágenes, para hablar claro, llamar a las cosas por su nombre, y ser como ellos dicen que somos, pero por algún extraño complejo, nunca nos terminamos de animar a ser.

La propuesta no está exenta de riesgos, claro está, pero se trata de tensionar positivamente a la democracia en busca de su sentido profundo, para detener su progresivo vaciamiento y su prostitución que la está convirtiendo en un significante vacío, desprovisto de sentido, que termina generando engendros como Milei. 

No podemos seguir jugando a que: a que hay democracia, a que tenemos instituciones, a que rige la Constitución, a que nos preocupan la pobreza o la desigualdad, a que seguimos siendo un país soberano, o con los atributos de tal. Hay que intentar algo distinto y alguien tiene que hacerlo, por nosotros, por el país, por su futuro y el de la inmensa mayoría de sus habitantes. 

Hay que dejar de llorar proscripciones y persecuciones -que existe, quien puede dudarlo-, y forzar al régimen a desnudarse, y verse obligado a instrumentarlas realmente para defender sus privilegios: ya no tiene sentido desconocer -o actuar como si lo hiciéramos- los liderazgos naturales instalados en el corazón de los argentinos y ofrecer sustitutos que no están a la altura del desafío, simplemente porque ellos y sus jueces dicen que Cristina no puede ser candidata.  

Y si no somos nosotros (solos o acompañados por otros que piensen más o menos parecido) los que lo intentamos, ¿quién? Tuits relacionados:

1 comentario:

Anónimo dijo...

Notón. De lo mejor que han publicado. Un análisis serio, fundado, preciso. Si de algo les sirve, un fraternal y afectuoso abrazo.