lunes, 27 de junio de 2011

BUENAS Y MALAS


Después del agitado fin de semana político (y deportivo), el lunes arroja buenas y malas para el gobierno nacional.

No tiene mucho sentido detenerse en el burdo intento de los medios hegemónicos de asociar a Cristina con los hechos de violencia posteriores al descenso de River, sino para apuntar un dato: revela que el caso Schoklender estaría dejando de dar réditos, y hay que pasar de pantalla.

Las elecciones de Misiones y Tierra del Fuego trayeron las buenas: triunfo aplastante de Maurice Closs en el primer caso (batiendo récords de distancia con el segundo); triunfo claro en la primera vuelta de Rosana Bertone en el segundo caso, ante otra candidata con buena relación con el gobierno nacional como la actual gobernador Fabiana Ríos.

Las dos elecciones continúan así la tendencia de Catamarca, Chubut, Salta y Neuquén, expresan la consolidación de la imagen y la gestión de Cristina, y prefiguran lo que marcan las encuestas: su triunfo claro y contundente en la primera vuelta.

Pero también permiten ver el derrumbe de la oposición: los resultados en ambos casos del anti kirchnerismo en su conjunto, y en particular del radicalismo (la fuerza opositora más tradicional, y con mayor despliegue territorial en todo el país) son catastróficos; y plantean serios interrogantes sobre la suerte de la candidatura de Alfonsín, que podría repetir los fiascos de Massacessi y Moreau, o una perfomance por debajo de las cifras que llevaron al tercer puesto a Lavagna en el 2007.

Y hasta aquí las buenas, pasemos a las malas.

Ayer mismo reflexionábamos en este blog sobre el panorama político que arrojaba el cierre de listas el fin de semana, y el cambio de estrategia de los medios hegemónicos para encarar el tramo final y decisivo de la campaña de cara a las elecciones nacionales.

En ese plano, vemos en Clarín de hoy declaraciones de Juan Carlos Schmid del Consejo Directivo nacional de la CGT sobre el armado electoral del oficialismo, trasuntando la molestia del sector por haber sido marginado de las listas, o por lo menos no haber obtenido la participación que esperaban.

Poco importa si las declaraciones son coherentes con las que hizo el mismo dirigente en otros medios, en todo caso el malestar existe y nos permite insistir en lo dicho: todos los que formamos parte de la coalición política y social que sustenta al gobierno de Cristina (empezando por ella misma) debemos ser plenamente concientes de lo que está en juego; y a la hora de decidir y de opinar, no perderlo de vista para arriesgar por mezquindades, lo que tanto trabajo costó conseguir.

La ofensiva será feroz, directamente proporcional a la impotencia política y electoral del conglomerado que tenemos enfrente, en el que los partidos opositores cumplen apenas el triste rol de comparsa que acompaña, y por eso hay que estar atentos y ser generosos. Todos.


A esta altura de los acontecimientos, poco importa bucear en los orígenes del conflicto, o decir que está groseramente manipulado desde el punto de vista político y mediático.

Originado en la provincia natal de Néstor Kirchner, con modalidades de protestas exacerbadas desde el principio, coordinando acciones con el sindicato de petroleros privados conducido por el esposo de la candidata a vicegobernadora de De Narváez -también él candidato en las listas de Alfonsín en Buenos Aires-, trasladando la protesta al centro porteño en plena campaña electoral por la Jefatura de Gobierno, plantando un campamento enfrente del despacho de Tomada que compite como candidato; con represión policial e incidentes posteriores fogoneados por los cinco pelotudos de siempre que creen que en cada reclamo alumbra el estallido social.

Todo eso es cierto, pero a esta altura de los acontecimientos no importa, o importa poco.

Como pasó en su momento con el reclamo de la comunidad qom, y como lo señalamos aquí, el kirchnerismo no puede permanecer indiferente ante el conflicto social; menos cuando compromete valores simbólicos fundamentales del proceso político que ha progagonizado desde el 2003: los reclamos de los trabajadores, la negociación colectiva, el tratamiento de la protesta social, la decisión de invertir fuertemente en educación.

Poco importa entonces si se trata de un conflicto provincial, o si los reclamos de los docentes son exagerados o sus métodos equivocados: el gobierno nacional tiene que tomar cartas en el asunto y contribuir a resolver el conflicto, o por lo menos a encauzarlo.

Porque si no no sería kirchnerismo, así de sencillo.

Y porque es otro caso testigo de que una cosa (la consolidación electoral de Cristina, y su seguro triunfo en primera vuelta), no quita la otra: hacer la plancha en política suele siempre ser una mala estrategia.

3 comentarios:

  1. Está bueno el artículo. El gobierno nacional debe internarse en el problema para solucionarlo (Elabas)

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  2. Con respecto al problema docente,
    no me parece oportuno dar todo lo que piden, sino sería empezar con
    nuevos conflictos con todos los
    gremios, lo de Santa Cruz es más
    político que salarial, no tienen
    intenciones de negociar, sino ya
    lo hubieran solucionado.

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  3. Totalmente de acuerdo, pero justamente por eso hay que ocuparse y resolverlo; sacar las piedras de camino como diría Cristina.

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