Leemos en Infobosta un treeeeemendo informe de la Fundación Libertad y Progreso que advierte sobre la caída de la calidad institucional en la Argentina. Y nadie hace nada, ¿no Lucas?
Bueno, a la Fundación le ha ido peor que al país con el ránking: su página en Internet está suspendida. Seguramente debe ser un ataque de la censura populista.
Como vemos en la nota, el famoso "índice" es confeccionado por lo más granado de los "think tanks" del neoliberalismo local, y sus filiales en América Latina, de modo que para ellos, calidad institucional es igual a adoptar políticas neoliberales, no hay otro modo.
El currículum del amigo Martín Krause -que presenta el informe y explica como se confecciona el ránking- nos muestra que es miembro de la Sociedad Mont Pelerin, la institución que trajo a Vargas Llosa a la Argentina para disertar antes de estar en la Feria del Libro, y que reinvindica las ideas de Friedrich Von Hayek y Milton Friedman, los padres del neoliberalismo de posguerra.
Que estas paparruchadas se sigan haciendo, es tan sorprendente como que las reproduzcan algunos medios; sobre todo aquellos -como Infobae- que expresan en lo político y social a una derecha cavernícola, que no vacilaría en eliminar buena parte de las libertades públicas, si tuviera la oportunidad. Claro que eso no afectaría la "calidad institucional", una zoncera que repiten desde López Murphy hasta Binner, pasando por Pino Solanas y De Narváez.
Es curioso que el informe diga que los países que están en los primeros puestos del ránking son los que tienen un mejor nivel de desarrollo, sin hacer la más mínima mención a lo que pasa en los Estados Unidos y buena parte de Europa, sacudidos por la crisis resultante del estallido de la burbuja financiera creada -precisamente-, por aplicar las políticas que propugnan estos personajes.
En el ránking que acompañamos en imagen, apenas figuran los Estados Unidos y el Reino Unido, y no sabemos como les ha ido a España, Italia, Grecia, Portugal, Irlanda, Francia u otros Estados; sacudidos por revueltas sociales, planes de ajuste, represión a las protestas, crisis económicas, escándalos de corrupción, brotes de xenofobia y niveles astronómicos de desempleo, alguna de esas cosas, o todas juntas al mismo tiempo.
Suponemos que todos ellos están por arriba de la Argentina; se ve que nada de eso deteriora la "calidad institucional" ni "afecta la vida de las personas".
Pero asumamos por un momento la famosa cuestión de la "calidad institucional", y preguntémonos:
¿Tiene más calidad institucional que la Argentina Chile, que está regido por una Constitución diseñada por Pinochet, que lo consagró como senador vitalicio, y que los gobiernos que lo sucedieron no se atrevieron a modificar en 21 años?
¿Brasil, donde Dilma Rousseff acaba de entregar la cabeza de su Jefe de Gabinete sacudido por un escándalo de corrupción de los que sucedían a cada rato en el gobierno de Lula, en un paìs cuyo sistema político entero está montado sobre la compra de votos en el Congreso, y el tráfico de influencias, desde Collor de Melo para acá, por lo menos?
¿Italia, gobernada por un impresentable como Berlusconi, que diseñó una arquitectura legal exclusivamente dirigida a garantizarle absoluta inmunidad por cualquier delito o acto de corrupción que cometa en el ejercicio de sus funciones, incluyendo sus fiestas privadas con adolescentes?
¿Cuánto duraría un personaje tal en muchos países de América Latina?
¿Nos supera Colombia, un país cuyos estándards de violaciones a los derechos humanos -en especial en el gobierno de Uribe- están a la altura de muchas dictaduras africanas?
¿Tal vez debamos envidiar la calidad institucional de Estado Unidos, el país con el récord internacional de convenciones y tratados internacionales en materia de derechos humanos sin firmar ni ratificar, cuyo presidente anunció hace poco que mataron por orden suya a Bin Laden invadiendo con grupos comandos un país con el que no están en guerra?
Un país que, desde la famosa Patriot Act y con el cuento del terrorismo, ha autorizado al Estado a intervenir la correspondencia, las comunicaciones telefónicas y los correos electrónicos de sus ciudadanos, mantiene prisiones secretas a lo largo del mundo con detenidos en condiciones infrahumanas, o cierra con muros las fronteras con México, mientras tipifica como un delito a la inmigración.
En fin, para que seguir, parece que de a poco fuimos entrando en la promoción, pero con estos árbitros no hay mucho que podamos hacer para escaparle.
El liberalismo no da para más. No da más Hadad, volvé al carapintadismo!
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