viernes, 22 de julio de 2011

AL FILO DE LA VEDA


Por Raúl Degrossi

Y se viene la veda, y llegan las elecciones del domingo, que nos pusieron a los santafesinos en la mira de todo el país, porque hasta acá parece que éramos “él” ejemplo nacional: tenemos internas abiertas, boleta única y tuvimos debate televisivo entre los candidatos. Un chiche.

Dije “éramos”, porque pese a eso (quizás precisamente por eso) el debate político tuvo una mediocridad importante, y por debajo de la superficie (en los últimos días a flor de piel, y de medios) fue una campaña como cualquiera: cruces, chicanas y un impresionante despliegue de operaciones de prensa de todo tipo.

Y si bien nadie es inocente en ese terreno, todas las operaciones de prensa tuvieron como destinatario a Agustín Rossi: desde visibilizar los correos anónimos que circularon alertaron sobre su supuesta idea de transferir al Caja de Jubilaciones a la nación, hasta la teoría de “los dos peronismos”, pasando por el increíble despliegue de funcionarios socialistas (Binner el primero) auto-victimizados planteando los reclamos más inverosímiles al gobierno nacional.

Que el traslado de los gendarmes al conurbano, que si se eliminaban los subsidios al transporte, que los cupos del gas oil, que si el acto del Día de la Bandera fue politizado, que los vuelos de LAN a Perú. Hay que remontarse a los tiempos previos al derrumbe de De La Rúa, o a los más cercanos de Macri antes de virar hacia la estrategia de los globos y el cotillón, para encontrar un registro semejante de mariconería política.

Una estrategia increíblemente develada por Binner en un acto fallido, que se prolonga estos días, con los pucheritos mediáticos del gobernador porque Cristina lo reta porque Santa Fe no crece; alternados con sus reuniones con Eduardo Buzzi para organizar el cronograma de cortes de ruta de la Federación Agraria en todo el país, en el marco de su campaña presidencial.

Con Alderete y la CCC (también sumados a su campaña) no hicieron falta reuniones: los mandó a reprimir con la policía provincial, pero arreglando con ellos que dijeran que en realidad, la orden la dio Cristina. Negocio redondo: Binner puede seguir machacando con la crispación, y Alderete consigue una fecha para poner en una bandera, o en el nombre de una agrupación.

Por imperio del cronograma y del lanzamiento de las candidaturas de Binner y Cristina, la disputa santafesina se nacionalizó; y el efecto se aceleró por el resultado de las elecciones porteñas. El domingo se sabrá a quien terminó favoreciendo eso; lo que a su vez supone ponerse de acuerdo en una lectura de los resultados, algo difícil de lograr, si no imposible.

Porque si tomamos como punto de partida las elecciones del 2009, Reutemann -el gran vencedor de entonces- no estará en escena (aunque hizo su aparición en el final como veremos), y el Chivo Rossi aumentará considerablemente su cosecha, le alcance o no para ganar.

Las dos cosas tienen una incidencia directa de cara a las elecciones presidenciales, pero seguramente los medios hegemónicos las soslayarán, dedicados como están a instalar el escenario del balotaje, engarzando a Santa Fe con la ciudad de Buenos Aires y Córdoba en la cadena de desgracias del kirchnerismo.

Claro que un triunfo de Agustín contra todos los pronósticos previos, hará entrar en pánico a las redacciones de Clarín y La Nación, y provocaría una enorme alegría: será divertidísimo sentarse a mirar el espectáculo del pase de facturas hacia el interior del Frente Progresista.

Ni siquiera el hecho de que finalmente (como dicen las encuestas, habrá que ver si no vuelven a hacer sapo) gane Bonfatti implicará una lectura unívoca que -por ejemplo- convalide a Binner como el gran elector provincial: es muy probable que en ese caso se repita en Santa Fe el tristísimo espectáculo de las elecciones porteñas, con una serie de liliputienses electorales como Carrió, colgados de la victoria, aunque odien cordialmente al gobernador de la provincia.

Es tan absurda la construcción política del Frente Progresista (que Binner y Alfonsín coinciden en poner como ejemplo, pero para ir separados en la nación, un disparate), que en caso de ganar el domingo, veremos a los tres candidatos presidenciales en que ya están partidos atribuirse los méritos del triunfo; utilizándolo como trampolín para demostrar que ellos son los únicos que garantizan poder ganarle a Cristina.

Justamente esto es lo que Binner (con una intuición muy parecida a la de Reutemann, a quien se parece cada vez más) trata de evitar saliendo a polemizar mano a mano con Cristina: invisibiliza a Rossi, y ningunea a Alfonsín. Carrió se ningunea sola, no hay que gastar pólvora en chimangos.

Una disgresión: Hermes y los socialistas están un poco nerviosos, perdiendo a menudo el tono pulcro al que parecían abonados, celebramos su llegada a la política criolla, como diría su maestro Juan B. Justo; aunque descendiendo a la arena como polemistas se deslucen bastante, según se vio en el debate televisado.

Es notorio que hay datos que no trascienden que los preocupan, temen (o perciben) fuga de votos, sin que esto implique por mi parte prejuzgar hacia quien (intuyo que votos radicales en migración hacia Del Sel); o quizás suponen que confrontar con Cristina los favorece, en cuyo caso dejaron de lado la idea del "voto cruzado", y estarían peleando por los electores que Macri dejó huérfanos, siguiendo a Ricardito Alfonsín en su prematura abandono de la cháchara progresista.  

La estrategia del gobernador es riesgosa: si el domingo gana Rossi, la catarata de reproches de sus socios en el Frente (los radicales primero, pero no serán los únicos) será aturdidora desde esa misma noche; si gana Bonfatti logrará apenas retardarla tres semanas, hasta las internas nacionales de agosto.

En cualquier caso, el Frente Progresista habrá ganado la elección reteniendo el gobierno, para encontrarse con que deberá ejercerlo en un contexto político más difícil que en el 2007: con cuatro años más de Cristina en el gobierno nacional; y por ende más pucheritos para Binner o Bonfatti en su lugar -con la altísima probabilidad a la baja de la utilidad electoral del recurso-, y un frente interno complicadísimo con los radicales.

Que se van a dedicar los cinco meses que median desde el domingo hasta diciembre a presionar al socialismo, exigiéndole definiciones sobre el reparto del nuevo gobierno -para evitar ser nuevamente sodomizados como en el actual-, y a cavar trincheras en la Legislatura para tarifar cada una de las leyes; sobre todo cuando tengan la certeza de que tendrán que esperar para volver a la Rosada. No saben cuantos años, pero esperarán seguro.

Sin olvidar que -si las encuestas aciertan también en eso- el peronismo tendría mayoría en ambas Cámaras: delicias de la boleta única que por estas horas están descubriendo Binner y los socialistas, y por eso instan a votar todas las categorías de la lista del Frente Progresista.

La boleta única con el paso del tiempo será como De La Rúa: nadie querrá admitir que la votó.

A muchos santafesinos les gusta (no es mi caso) que los elogien por sus singuralidades políticas, sentir que son la “provincia modelo” en ese sentido. No creo que un sistema político que engendra un fenómeno como Miguel Del Sel -capaz de superar los niveles de idiotez que representa su mentor Macri, lo que no deja de ser un mérito- sea algo para elogiar; y lo digo ahora antes de que se vote, porque si lo hiciera el lunes, todos me caerían encima como a Fito Páez.

Y hablando de Del Sel: el debate televisivo expuso con crudeza lo que es y lo que de él se puede esperar (o no), pero sus votantes ya lo sabían y seguramente no les interesa.

Hasta tuvo la suerte que su vacío absoluto de algo mínimamente parecido a una idea estructurada quedara opacada por la otra sorpresa (para algunos) que arrojó el debate: las enormes falencias del candidato del Frente Progresista, que no son ni más ni menos que la expresión de las falencias del gobierno cuya continuidad postula.

Falencias que quedan expuestas cuando ese gobierno y su candidato no disfrutan del enorme cerco mediático que los ha protegido todos estos años desde que Binner llegó a la Casa Gris; mientras desde el peronismo no existió una estrategia inteligente y constante para romperlo. De lo contrario, otra sería la historia a esta altura.

Como sucederá con un eventual triunfo de Bonfatti pero antes de la elección (porque en este caso el triunfo está en mantener o aumentar los votos de la primaria), Macri y Duhalde salieron por turno a reclamar la paternidad de los votos de Del Sel.

Falso: Del Sel es él y su alma el dueño de los votos que consiga, y el apoyo que obtenga de los santafesinos durará tanto como tenga ganas de seguir en política, o cuanto tarden los que lo votaron en encontrar otro instrumento electoral arrojadizo, que sea expresión y vehículo eficaz de la más profunda anti política. La constatación no hace menos doloroso y preocupante el fenómeno, todo lo contrario.

Y el crecimiento de Del Sel es lo que explica la aparición en escena de Reutemann sobre el final de la campaña: trata -en su particular estilo- de señalar que el Midachi no hace más que ocupar el hueco que él dejó vacante después de triunfar en el 2009 prometiendo competir por la presidencia; porque presume que ese hueco será grande, algo que sólo el domingo se sabrá.

Módica pretensión para quien encarnó por años el sueño húmedo de la derecha argentina que buscaba la esperanza blanca, el Moby Dick electoral capaz de asegurarle el poder con una parte del electorado peronista; algo que con Menem consiguieron y desde entonces buscan replicar.

Y de cuan grande sea el vacío que deja Reutemann -inexorablemente en el ocaso de su carrera política, hasta por razones biológicas- dependerá el resultado de las elecciones del domingo, y el futuro del peronismo provincial.

Un triunfo de Agustín Rossi -resistido él y su sector durante años, casi como un cuerpo extraño a una estructura partidaria hegemonizada por Reutemann y Obeid- sería un salto cualitativo para el PJ provincial: clausuraría el ciclo iniciado en 1991 con el viaje del corredor a Anillaco para firmar ante Menem su afiliación con la lapicera que le regaló Perón en su paso por la Fórmula 1.

Aun perdiendo el Chivo el domingo, las actitudes ombliguistas de Reutemann -como sus dichos de hace un par de días, tras una campaña electoral entera en silencio- hartaron a la dirigencia peronista, incluso la de su propio sector.

Si pretendiera capitalizar desde el mismo lunes una derrota del PJ ante el Frente Progresista, el senador podría encontrarse con la sorpresa que más de uno que no se imagina, se le pare de manos y lo mande de nuevo al campo a ver crecer la soja.

Y hablando de singularidades santafesinas -Reutemann es una, y bien grande, que duda cabe- dejo para el final una reflexión, vinculada con lo que le sucedió a nuestra compañera y amiga Lilian Ferro y a Alfredo Zaiat con las inverosímiles fabulaciones de Osvaldo Granados.

Santa Fe merecería entrar en el Guiness de la política: sería el único lugar del mundo donde la gente teme que sobrevenga una reforma agraria y expropiaciones masivas de campos si el socialismo pierde las elecciones.

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