Por A.C.
En el Reino de Papel ya no se escucha aquel himno que decía “No cuentes lo que hay detrás de aquel espejo, no tendrás poder , ni abogados, ni testigos” , y tampoco suena el Clarín tan fuerte como sonaba antes todas las mañanas.
Algo cambió. El Rey Magnetto y la Reina Ernestina lo saben, porque cada vez son menos los partidarios de su monarquía que cantan ese himno, y aunque algunos de sus fanáticos traten de disimularlo, ellos saben que llegó su decadencia.
Porque la gente común, ahora tiene ocupada la cabeza con ideas enemigas del Reino, y reclaman ver lo que en el Reino nunca se mostraba ni se hablaba.
Insignificancias. Cuestiones como la forma en que los Reyes se apropiaban de cosas que eran de otros, cosas materiales y también personas, siempre a través de los favores de gente de uniforme, aliados y socios de los Reyes. Nada de importancia, pero la gente común insiste con revolver el pasado, y no solo eso, algunos pretenden que los Reyes rindan cuentas. Un desvarío. Como se puede pretender que los Reyes tengan que dar explicaciones a sus vasallos. Pero esas ideas corrosivas se adueñaron de la gente común.
Por eso el Rey, llamó uno tras otro a sus fieles súbditos, intentando que ellos convencieran a los habitantes del Reino que están equivocados, pero nadie los escuchó.
Mientras tanto, la Reina camina por los pasillos del palacio, un poco desorientada. Hay días que recuerda los tiempos de gloria del Reino y le pide a los gritos al Rey que haga algo, pero en otros días, suele perderse dentro del palacio, y alguien tiene que ayudarla para regresar a sus habitaciones. Y en esos días de desorientación, mientras la llevan a sus habitaciones, repite permanentemente una frase: “estudien, investiguen, pero no a mí”. El sirviente que la lleva , la escucha y sonríe. Es probable que también algunos sirvientes tengan esas ideas corrosivas dentro de su mente, que el virus ya esté también dentro del palacio.
Incluso los herederos del Reino, Marcela y Felipe, escucharon más de una vez a los sirvientes comentando en voz muy baja, que como tantas cosas que pertenecían a otras personas, ellos dos habían sido robados por los reyes gracias a los uniformados que los servían.
Un día se lo preguntaron a la Reina, pero intervino el Rey y les dijo que esos rumores eran infamias de gente que lo único que pretendían era atacar al Reino. Los dos herederos, criados entre pocas personas, siempre controlados por la Reina en sus amistades y relaciones, le dijeron al Rey que le creían. No muy convencidos, pero los dos sabían que discutir hubiera puesto en riesgo sus vidas llenas de lujos, comodidades y la herencia del reino. Ellos sabían que fuera del palacio, tendrían pocas posibilidades de sobrevivir, porque aunque ya eran adultos, nunca les permitieron solucionar sus propios problemas.
Así que se callaron y siguieron viviendo como siempre, viendo al Rey cada día más preocupado, porque cada vez que salían del palacio, mucha gente les hacía saber que no toleraban el Reino que habían construído, ni la forma en que lo habían hecho.
Entonces el Rey pensó en un súbdito fiel, príncipe de una de las comarcas del Reino, al que hasta ahora no había llamado, y decidió enviarle un mensajero. Era la última esperanza que le quedaba para intentar conservar el Reino de Papel.
El príncipe Hermes recibió al mensajero y enseguida viajó al palacio a reunirse con el Rey. Allí recibió el mensaje que debía divulgar para convencer a la gente: las historias que algunos contaban, de robos y apropiaciones, eran falsas, y los reyes tenían derecho a conservar todo lo que tenían, e incluso a aumentar su fortuna de cualquier forma, y nadie tuvo ni tiene derecho a juzgarlos, porque son reyes.
Y en eso anda el príncipe Hermes por los caminos del Reino, acompañado de juglares a los que el Rey cubrió de oro para que canten una canción que la gente no soporta.
Pero el Rey vive nervioso y no duerme, porque ya no tiene esperanzas que sus fieles pero inútiles súbditos, puedan convencer a la gente, mientras la Reina, deambula confundida por los pasillos del palacio, y los herederos tienen certezas que solo pueden hablar entre ellos dos.
Como el Rey perdió toda esperanza en sus enviados, se ve desfilar por el palacio a magos, pitonisas y alquimistas, que ofrecen soluciones extrañas para evitar el derrumbe del Reino de Papel.
Por eso, en una pared del palacio, alguien del pueblo pintó una advertencia:
“Enciende los candiles que los brujos piensan en volver, a nublarnos el camino.”
AC: Eza historia me zuena conozida (ELABAS)
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