Por La Corriente Kirchnerista de Santa Fe
Una derrota electoral como la que el peronismo santafesino sufrió el pasado domingo no se construye en un instante, ni es producto de un único factor, aunque existan quienes son más responsables que otros: es la resultante de un largo proceso de degradación de su identidad política, de su práctica militante y de su organización y metodología de construcción.
Hacia la década del 90’ se intentó contener la fragmentación de la célebre “cooperativa” con la sanción de la ley de lemas, engendro institucional que no hizo sino acentuar más aun esa fragmentación del conjunto del peronismo, y generar las condiciones para clausurar el debate interno que permitiera procesar las contradicciones; además de fomentar el aventurerismo electoral en todas sus formas.
El debut del nuevo sistema coincidió con la aparición de Reutemann de la mano de Menem, iniciando una era que llega hasta hoy marcada por su particular liderazgo, que ya hemos analizado aquí.
Con el paso de los años, el impulso renovador que algunos creyeron ver en la figura del ex piloto, dio paso al reciclado de lo peor de la dirigencia peronista tradicional, junto a un conjunto de arribistas sin tradición militante ni identidad peronista, que se convirtieron en referentes y dirigentes del PJ al calor de su cercanía personal o familiar con el dos veces gobernador.
Desde entonces el peronismo santafesino quedó atado a su suerte personal, a los caprichos de su humor variable y a un liderazgo que vació las estructuras partidarias de militancia, y al conjunto, de un discurso político que expresara un proyecto de provincia.
En ese contexto el peronismo provincial atravesó la implantación de las políticas menemistas, con su correlato provincial como las privatizaciones y las leyes de emergencia con cercenamiento de los derechos de los trabajadores y jubilados estatales; la represión sangrienta de las protestas sociales de diciembre del 2001 y las inundaciones del 2003 y 2007; y la sustitución en el 2004 de la ley de lemas por las internas abiertas, simultáneas y obligatorias; hasta llegar en ese año 2007 a la derrota electoral a manos del Frente Progresista Cívico y Social con la candidatura de Hermes Binner, tras 24 años de permanencia en el poder.
Nunca en todos esos años, y menos aun después de abandonar la Casa Gris al ser derrotado en las urnas, el peronismo santafesino ensayó una verdadera y profunda autocrítica que le permitiera establecer las causas de la derrota, y ensayar una estrategia seria y coherente para recuperar el gobierno de la provincia.
El conflicto con las patronales agrarias del 2008, y el involucramiento personal de Carlos Reutemann, tomando partido decidido por los desabastecedores destituyentes de la Mesa de Enlace (mientras Agustín Rossi ponía el cuerpo en defensa del gobierno nacional) provocó una fractura del PJ provincial aun no recompuesta, que se tradujo en la concurrencia a las elecciones del 2009 con dos ofertas electorales diferenciadas.
El debate interno y la autocrítica -de todos- siguieron ausentes, y ese peronismo derrotado por Hermes Binner en el 2007, nunca terminó de hacer pie para constituirse al menos en una oposición consistente, coherente y organizada al gobierno del Frente Progresista; déficit que hay que apuntar a todos los sectores por igual (incluyendo al kirchnerismo conducido por Agustín Rossi), y que tiene no poca parte en la derrota electoral del domingo.
Luego del conflicto del campo y la derrota del kirchnerismo en las elecciones legislativas del 2009, los principales referentes del peronismo provincial y quienes condujeron el gobierno y el partido todos estos años (Obeid y Reutemann) se lanzaron decididos a participar del denominado peronismo “disidente” o “federal”, suponiendo cercano e inevitable el agotamiento definitivo del ciclo kirchnerista.
Los festejos del Bicentenario y las escenas de dolor popular exteriorizadas por la muerte de Néstor Kirchner revelaron a las claras que estaban equivocados: el proyecto iniciado el 25 de mayo del 2003 se resistía a dejar el centro del ring, y estaba dispuesto a dar pelea para permanecer en el poder más allá del turno de Cristina.
El primero en percibirlo fue Carlos Reutemann: la muerte de Kirchner dejaba al peronismo federal sin blanco de sus dardos ni elemento aglutinante, y la consolidación del gobierno y la imagen de Cristina achicaban el espacio para la generación de un polo “rebelde” al gobierno nacional, desde el propio peronismo.
Y Reutemann hizo lo que acostumbra: se bajó de la carrera presidencial, sin explicaciones ni razones, ni siquiera a sus propios seguidores. Hablar de “reutemanismo” con ese estilo de conducción es una licencia idiomática, y una desmesura política; y en ese contexto apareció Agustín Rossi en diciembre del año pasado, dispuesto nuevamente a dar la pelea por la gobernación de la provincia.
Los seguidores del ex corredor atrincherados en la Legislatura (especialmente en la Cámara de Senadores) engendraron en complicidad con el socialismo el sistema de boleta única, a través del cual evidenciaron su absoluta falta de compromiso con un proyecto político provincial para el peronismo, y su intención de salvarse de lo que avizoraban una derrota segura, conservando sus feudos departamentales. No hicieron más que repetir lo que le vieron hacer tantas veces a Reutemann.
En esas condiciones se llegó al congreso partidario de febrero, donde por decisión del sector que encabeza Agustín Rossi y por presiones de la Casa Rosada para intentar presentar un peronismo unido, se decidió concurrir a las internas abiertas de mayo dentro del PJ, con el compromiso asumido por todos de acompañar a los candidatos vencedores en las elecciones generales; como que serían los representantes del conjunto del peronismo.
Los resultados de la elección del domingo -más allá de otras lecturas que tienen que ver con las decisiones personales de cada votante- dejan claro que, si alguien cumplió con creces con ese compromiso militante, fue Agustín Rossi; como lo había hecho en el 2007 cuando le tocó perder a manos de Rafael Bielsa. Son muchos los que no pueden decir lo mismo, y que retacearon el esfuerzo a la campaña provincial creyendo que era la mejor forma de cuidar su quintita: en algunos casos, ni siquiera eso lograron.
La campaña de las elecciones provinciales se desenvolvió en un marco plagado de dificultades: intromisiones de operadores o pseudo operadores que invocaban instrucciones nacionales, personajes que sólo pueden medrar vendiendo sus influencias en un peronismo dividido y anarquizado, donde no surjan liderazgos fuertes; el fenómeno de la candidatura de Del Sel, amenazando la propia base electoral del peronismo en los sectores populares, con constantes guiños a Reutemann y Obeid, jamás desmentidos por estos de un modo claro, que no diera lugar a interpretaciones erróneas; la estrategia de victimización del socialismo para encubrir su propia incapacidad para gestionar; y una campaña electoral y publicitaria totalmente desafortunada, en la gráfica y en el aspecto discursivo.
Se pretendió instalar un candidato a través de una imagen de actitudes medidas, de “civilizado respeto” al adversario político, cuando lo que se imponía -si se quería ganar- era instalar una campaña firme, agresiva, y resaltar las enormes falencias de la gestión de Binner pese a las también enormes transferencias de recursos nacionales a la provincia.
Sobraban además otros argumentos: la sociedad con el Grupo Clarín a través de la adjudicación directa de las boletas para las elecciones; la obra pública subejecutada en niveles alarmantes; el disparate del Puerto de la Música; inauguraciones reiteradas de obras inconclusas; ínfimos aportes de recursos provinciales a políticas sociales; uso de fondos ministeriales para comprar voluntades políticas -situación denunciada por propios integrantes del Frente Progresista- por enumerar algunos. Pero esos hechos no se utilizaron.
El debate televisivo (aunque ya tarde) confirmó que ese era el camino, porque la capacidad de respuesta del adversario era pobre. Pero no se aprovechó. No se quiso controvertir, se evitó la “crispación”, no se quiso o no se supo llegar a la gente con un discurso contundente, claro, único discurso que la base electoral histórica del peronismo entiende. Y ahí están los resultados.
Sin pasar por alto en el análisis las precariedades del espacio propiamente kirchnerista que conduce Agustín Rossi, gerenciado por un círculo áulico de mariscales de la derrota que nunca ensayan el menor atisbo de autocrítica o renunciamiento, y son expertos en abortar cualquier intento de arrimar ideas por fuera del libreto preestablecido, cuando no pueden cooptar a los que se las acercan, para suplir su incapacidad de generar política.
Círculo aúlico que -hay que decirlo- permanece desde hace mucho tiempo en esa condición por una exclusiva decisión del propio conductor del espacio, que de ese modo contribuye a generar una limitante objetiva para que éste crezca, pese a expresar en Santa Fe la defensa de un modelo que conduce exitosamente al país y al peronismo desde hace ocho años.
Tampoco la decisión de haber dejado a cada sector interno organizar la campaña como mejor le pareciera resultó una decisión acertada, ni consecuente con las dificultades que hubo que vencer para conformar el Frente Santa Fe Para Todos a partir del congreso del PJ de febrero.
Círculo aúlico que -hay que decirlo- permanece desde hace mucho tiempo en esa condición por una exclusiva decisión del propio conductor del espacio, que de ese modo contribuye a generar una limitante objetiva para que éste crezca, pese a expresar en Santa Fe la defensa de un modelo que conduce exitosamente al país y al peronismo desde hace ocho años.
Tampoco la decisión de haber dejado a cada sector interno organizar la campaña como mejor le pareciera resultó una decisión acertada, ni consecuente con las dificultades que hubo que vencer para conformar el Frente Santa Fe Para Todos a partir del congreso del PJ de febrero.
No hubo discurso ni práctica política adecuada para captar el voto de los sectores populares objetivamente beneficiados por las políticas del gobierno nacional y que -en muchos casos- terminaron votando a Miguel Del Sel; se persistió en cazar en el zoológico buscando el voto seguro de los convencidos, o en pelearle al Frente Progresista sectores de la clase media que -aunque parezcan apoyar algunas líneas del proceso abierto en el 2003- siempre mirarán al peronismo con prejuicios, y por encima del hombro.
Se cometieron errores en la conformación de las listas que restaron a su vez legitimidad para cuestionar decisiones similares que se tomaron desde la Rosada en la lista de diputados nacionales.
No hay un trabajo de base y de militancia sostenido en el territorio -defecto común a casi todo el peronismo provincial-, con las honrosas excepciones del caso; para apuntalar no ya las chances electorales, sino la defensa política del modelo nacional; y finalmente cuando esa militancia se organiza y aparece -y esta es la parte que nos toca a todos, incluyendo a nosotros- la mayoría de las veces es para ser visibilizada por los candidatos, más que para interpelar a los votantes.
Pasadas ya las elecciones provinciales, y con las internas nacionales a la vista, llegó la hora de redoblar el esfuerzo y aguantar los trapos como dicen: se viene en el país una fuerte ofensiva para instalar la idea del balotaje y la derrota de Cristina; que en Santa Fe sonará más fuerte: tendremos a Duhalde, Macri, Del Sel, Reutemann y -por que no- hasta a Obeid sumándose, por acción u omisión, a la embestida.
Y se requerirá no sólo de nuestro esfuerzo para contrarrestarla, sino de muchos compañeros que, aunque no provengan originalmente del mismo espacio que nosotros, han sido favorecidos por Cristina en la conformación de la lista de diputados nacionales.
Es de esperar que esos compañeros respondan a la confianza, y sepan estar a la altura de las circunstancias poniendo el hombro en la campaña que se viene como no lo hicieron en la que pasó, aunque más no fuera por el imperativo del interés personal.
Para de ese modo ponerse a la altura de las exigencias del momento, y del inclaudicable compromiso militante de Agustín Rossi, que en la noche del domingo cargó sobre sus hombros en exclusividad con el peso de una derrota, que de ninguna manera es entera responsabilidad suya, aunque también le quepa.
Es clarísimo su análisis y por eso mismo me atrevo a preguntarle: si con este panorama se ganaron 11 senadores y 19 comunas, entonces ¿qué pasó? ¿Cree usted que la alianza Reutemann-Duhalde se ha restablecido y ya no les manda a meterse la candidatura en la raya? Teniendo en cuenta que para el 2015tanto Duhalde como Reutemann van a estar demasiado añosos -circa 80- ¿cuál sería el plafond santafesino para un delfín en 2013?
ResponderEliminarMuy bueno el análisis de la realidad política santafesina!!! Pero pregunto como peronista y militante del movimiento nacional y popular, como no se dieron cuenta que cerrar la "unidad" las listas para diputados nacionales la encabezan y conforman los máximos traidores del peronismo y autores de la derrota del 2007. Recuerdo la incontenida alegría de Obeid al no perder su pretendido poder, cuando el peronismo dejó su espacio para cederselo al socialismo. Las palabras de Oscar "Cachi " Martínez, despegándose del peronismo y con su Fundación Centro captando ciudadanos y fondos para roscar con los socialistas y los radicales. Y hoy está 4to en la lista de candidatos a Dip NAcionales.
ResponderEliminarBasta con solo ver los resultados y diferencias para la categoría gobernador y las otras en las que tenían "delfines" en los Departamentos donde ellos tendrían que haber arrimado votos para la lista de ROssi, fueron direccionados para el Pro. Léase Dpto Belgrano, Castellanos, La Capital, etc etc etc
Tendríamos que ser muy tontos, si no advertimos esto.
Finalizo con esto, quien carajo puede tener ganas de votar esa lista de traidores como diputados nacionales por el FPV, si en menos que cante un gallo van a panquequear?? y constituírse en un elemento de extorsión al gobierno nacional.
Aguante CRISTINA y el MOVIMIENTO NACIONAL Y POPULAR ....pero sin traidores cerca.
Muy buen análisis, pero no comparto algo: que los votantes tengan una mala imagen del gobierno de Binner. Según mi apreciación personal (por lo menos es lo que veo a mi alrededor), el altísimo porcentaje de los votantes que no están muy interesados en la política provincial, no tiene una mala imagen de Binner. Sí es muy señalado en medios políticos, pero el mensaje no cala.
ResponderEliminarEs verdad Barullo: no es mala, en todo caso sería "no sabe - no contesta", porque perdieron un 10 % de votos del 2007 hasta ahora.
ResponderEliminar