domingo, 7 de agosto de 2011

MENOS CALLE QUE LA ANTÁRTIDA


En la onda de los reportajes ligeros al candidato que viene ensayando Clarín desde las elecciones porteñas; hoy le toca el turno al candidato a presidente del Frente de Izquierda y los Trabajadores (un fallido importante el nombre, eh), José Saúl Wermus (a) Jorge Altamira.

Probablemente al reportaje -aunque lo firme un tal Canosa- se lo haya hecho su hermano, el columnista económico del GDA, otro Wermus, (a) Ismael Bermúdez.

Altamira nos cuenta que nació en un hogar peronista (o sea que no le faltó contención familiar), y de chico se enojaba con una maestra porque era muy gorila. Ahora parece que no, aunque es poco probable que viva: si Altamira tiene 69 años, su maestra debió ser Rosario Vera Peñaloza.

El hombre confiese su pasión futbolera por Huracán, probablemente para demostrar que no todo en la vida es la lectura de las obras completas de Trotsky, las asambleas de la Facultad de Sociales o los paros del subte.

Pero en el afán de mostrar barrio se expone: dice que el mismo día que Huracán salió campeón por primera (y hasta hoy única) vez en su historia, él se perdió la vuelta olímpica porque estaba en una marcha en la embajada de Chile, solidarizándose con el gobierno de Salvador Allende, derrocado por el golpe de Pinochet ese mismo día.

La verdad, suena a sanata para que a los pibitos del PO les quede claro que él no cede ante las tentaciones burguesas, el moderno "opio de los pueblos" que sería el fútbol, para dejar de cumplir los deberes militantes.

Pero resulta que el golpe contra Allende fue el martes 11 de septiembre del 73', y Huracán se consagraba campeón  el domingo 16, pese a perder 2 a 1 contra Gimnasia.

Es comprensible: el hombre se crea una pequeña épica personal (acorde a su historia de luchador), en la que la vida lo pone ante una disyuntiva fatal: ¿ir a la cancha a ver a su equipo salir campeón por primera vez en su historia, o ir a la embajada a solidarizarse con el gobierno caído el día del golpe, cumpliendo su deber militante?; y no lo duda: falta a la cancha, y cumple con el deber que mandaba la revolución.

Pero supongamos que Altamira tuvo un pequeño error de fecha, y es cierto que participó de una marcha organizada el mismo día que Huracán salía campeón.

Si el Globo fue campeón aun perdiendo, fue porque había acumulado ventaja sobre su perseguidor, que era Boca, de modo que todo hincha de Huracán que se preciara de tal, esperaba ansioso el día de dar la primera vuelta olímpica.

Todo hincha, menos Altamira, que participó justo en ese momento de una marcha a una embajada, organizada un domingo, y no cualquiera: el domingo que se definía el campeonato de fútbol, en la Argentina.

Y después se preguntan los troscos porque les cuesta trabajo llegar al 1,5 %.

El recuerdo futbolero de Altamira en el reportaje seguramente lo pondrá a él alto en la estima de los militantes del PO que creen estas cosas.

Piensen ustedes que después de ese día, la vida no le dio otra alegría igual por el lado del fútbol, ni hablemos por el lado de la política, pero seamos piadosos: él no podía saberlo entonces; si aun hoy cree que el colapso del capitalismo es inminente, imagínense en 1973. 

Para nosotros en todo caso el reportaje con evocación futbolera revela que Altamira es un señor mayor, que con el paso del tiempo se fue consolidando como un pelotudo importante; y que tiene menos barrio que la Antártida. 

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