Dos veces gobernador de la provincia más grande de la Argentina, vicepresidente de la nación, senador, presidente provisional, sacando chapa de estadista y piloto de tormentas, ufanándote de tus contactos internacionales, escribiendo un libro prolongado por Lula.
Seguís viajando por todo el país con postura de prohombre histórico, diciendo pelotudeces a granel para que los que te escuchan crean que están hablando con alguien importante, que tiene cosas importantes para decir, un tipo que pareciera tener las respuestas para todos los problemas.
Todo para terminar así: enganchándote del nombre de un comicastro de cuarta, para que la gente te vote.
Llegaste al único lugar del que no se vuelve: el ridículo.
Pero por suerte no vas a estar sólo: te va a acompañar Obeid.
Que según vos decís, se callaba la boca hasta ahora, para conseguirle un conchabo de diputada a la nena; y ahora que lo logró, vuelve a lo suyo: traicionar.
También colgado de las polleras de la Tota.
Porque todo lo demás -vos y él lo saben- es puro chamuyo.
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