Desde la Corriente kirchnerista de Santa Fe en su momento fijamos posición respecto al conflicto entre el gobierno y la CGT, señalando -entre otras cosas- que "...Lo delicado de la situación requiere una cabal comprensión del cuadro por ambas partes: gobierno y CGT... Y no seguir alentando un enfrentamiento que no favorece a nadie, y que solo alimenta a los intereses reaccionarios que estaban sepultados hasta hoy bajo los votos de las elecciones...".
Nos parece bien que al gobierno se le marquen las disidencias desde los distintos sectores. Por nuestra parte, no somos defensores necios de todos y cada uno de sus actos y cuando no hemos estado de acuerdo con alguno de ellos, lo hemos dicho de frente: así como en su momento cuestionamos la tentación de algunos funcionarios del gobierno (y de la propia Cristina) de sumarse a la escalada verbal de la disputa con declaraciones cruzadas, habrá que decir ahora que el Secretario General de la CGT se fue al pasto con sus declaraciones, con camión y todo.
Cuando Moyano tilda de "Chirolitas" a los funcionarios del gobierno no sólo los está denigrando políticamente y como interlocutores válidos a futuro: le está apuntando claramente a Cristina, en un intento absurdo por equiparar liderazgos o representatividades, para discutir a la par con la presidenta votada por más del 54 % de los argentinos, incluyendo entre ellos a muchísimos trabajadores.
Por otra parte, el calificativo denigratorio le podría caber perfectamente a sus hijos (sobre todo a Pablo, que lidera el sindicato de camioneros), y desde allí afirmar que todos los derrapes y exabruptos que ellos cometen, no son sino respondiendo a directivas del Secretario General de la CGT.
Lo complejo del tema (que involucra legítimos reclamos sindicales con otros más opinables, y un claro cuestionamiento al liderazgo de Cristina al interior del dispositivo político oficialista) es que no termina de estar claro hacia donde apuntan los cañones de Moyano: no olvidamos que su lugar no es la defensa del gobierno sino de los trabajadores a quienes representa; y desde ese lugar debe actuar y por supuesto que -en tal objetivo- puede y debe trascender el accionar meramente sindical.
Pero reiteramos nuestra crítica porque sus actitudes en dicha defensa, son un ataque incomprensible a quien -en la acción de gobierno- más ha defendido y defiende los intereses populares desde Perón. Salvo que tal defensa sólo sea un disfraz de intenciones que, a la luz del marco de apoyos y declaraciones concordantes, tengan en vista exclusivamente sus propios intereses y no los del conjunto.
En el plano estrictamente sindical, la negociación salarial en el marco de las paritarias recién está arrancando en los diferentes sectores; y el primero en llegar a un acuerdo (el gremio de los aceiteros) acaba de firmar un aumento del 24 %, con una cláusula para revisar lo pactado a mitad de año, si hay más inflación; de modo que hasta acá, el famoso "cepo" oficial del 18 % es sólo un encabezado periodístico, y aun así, para eso están las paritarias: para sentarse a negociar.
Tampoco cierra que se amenace con un paro general de actividades, una marcha a la Plaza de Mayo (que sería una protesta contra Cristina, ¿contra quién si no?) o converger en la protesta con organizaciones opositoras al gobierno (como la CTA de Michelli o Barrios de Pie), a menos que la CGT haya decidido dar definitivamente el paso a la vereda opositora; cosa que no creemos sea así, al menos en el conjunto de las organizaciones sindicales que en ella se nuclean.
Y menos aun cierra que ese despliegue tenga como punto de partida el conflicto sindical de camioneros por los despidos en Chubut (con una repudiable represión policial en el medio), de una empresa contratista de la distribuidora de gas Camuzzi, por haber perdido una licitación a manos del Correo Argentino.
Nadie desconoce que Moyano y la CGT juegan también -en cierto punto- su propia paritaria con el gobierno, y no sólo porque en su seno se agrupen sindicatos de trabajadores estatales: el reclamo de aumentar el mínimo no imponible de Ganancias o directamente eliminar el impuesto sobre los salarios, o de generalizar las asignaciones familiares por encima del tope salarial que hoy tienen para percibirse, se satisfacen a costa de recursos del Estado; y por ende es tan legítimo que ellos planteen el reclamo (sin olvidar que sectores son los perjudicados en ambos casos, dentro del universo de trabajadores: una porción menor), como que el gobierno -desde la legitimidad que le dan los votos- decida las prioridades en el manejo de esos recursos.
Enojarse porque Randazzo dijo que si uno renuncia a algo (como Moyano al cargo que ostentaba en el PJ) es porque se quiere ir, y no hay marcha atrás, menos cierra todavía: ¿o no fue el propio Moyano el que dijo en Huracán que el PJ nacional era una cáscara vacía, para que querría entonces volver?
Enojarse porque Randazzo dijo que si uno renuncia a algo (como Moyano al cargo que ostentaba en el PJ) es porque se quiere ir, y no hay marcha atrás, menos cierra todavía: ¿o no fue el propio Moyano el que dijo en Huracán que el PJ nacional era una cáscara vacía, para que querría entonces volver?
Si la escalada en la disputa con el gobierno (que se infiere de los dichos de Moyano) tiene que ver con la defensa de los derechos de los trabajadores nada habría que objetar, porque la CGT no haría más que ser consecuente consigo misma; pero sucede que no se advierte cuáles son los hechos concretos producidos por el gobierno, que hayan lesionado o afectado esos derechos.
Y del mismo modo que en su momento dijimos que se equivocaba Cristina si apelaba sólo a su propia trayectoria personal para dar garantías de que eso no sucedería -porque las trayectorias son valiosas, pero cuando se las revalida constantemente con hechos concretos, lo son más aun-, hoy decimos que se equivoca -y feo- Moyano cuando respalda sus críticas en su lucha contra el menemismo y las políticas neoliberales.
Nadie -que no tenga un prejuicio anti sindical gorila, aunque se diga peronista- lo confundiría con Barrionuevo, Cavallieri, Lescano o el "Momo" Venegas: el problema es que es el propio Moyano el que a veces elige confundirse con ellos, como cuando instruyó a su hijo y los demás diputados de origen sindical que le responden, para que no votaran en nuevo régimen laboral de los peones rurales, o se solidarizó con Venegas cuando fue detenido por la justicia no por una protesta social, sino por una defraudación con medicamentos de la obra social.
Y si el cuestionamiento de Moyano al gobierno y a Cristina tiene que ver con la interna del PJ, y la puja abierta por la sucesión a partir del 2015 (en tal caso, azuzada porque comenzó a circular la idea de la re reelección de Cristina), hay que sincerarla y no encubrirla bajo los reclamos sindicales.
Porque las ambiciones de un sector político -por más legítimas que sean- no deben ser funcionales a intereses contrarios a los que se dice defender, torpedeando a un proyecto político que hasta acá (y nada hace suponer hoy que las cosas vayan a cambiar al respecto) ha mantenido la coherencia de un rumbo en el que los trabajadores han recuperado un lugar decisivo, con derechos y mejoras concretas.
Y sea que alguno (desde la CGT o desde el mismo gobierno) sueñe con que Moyano quede definitivamente fuera del dispositivo político oficial, o pase lisa y llanamente a formar parte del entramado opositor, no podemos sino recordar lo que dijimos en su momento: "...del mismo modo que no hay peronismo sin trabajadores organizados, tampoco hay destino político para los trabajadores y sus organizaciones, fuera del peronismo; como eje vertebrador de una coalición de fuerzas capaces de llevar adelante un proyecto nacional y popular..." .
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