LA FRASE

"QUE DESDE LA VICEPRESIDENCIA SE SOSTENGA UNA AGENDA QUE NO SEA LA DEL GOBIERNO ES ALGO QUE NUNCA SE HA VISTO." (JULIO COBOS)

viernes, 16 de diciembre de 2011

DESPUÉS DEL DISCURSO DE MOYANO


El discurso de Hugo Moyano en el acto del Día del Camionero puso claramente de manifiesto el grado de tensión que alcanzó la disputa hacia el interior de la coalición que gobierna, entre el sindicalismo nucleado en la CGT y el propio gobierno de Cristina; pero no se puede afirmar que el secretario general haya dicho algo nuevo, o distinto a lo que venía diciendo hasta ahora.
Su renuncia a los cargos partidarios que detentaba en el PJ nacional y el bonaerense, está directamente vinculada a la disconformidad del movimiento obrero organizado con la integración de las listas de cara a las elecciones (donde los candidatos de la CGT fueron marginados a posiciones poco expectables), y a que no pudo vencer las resistencias que generaba su presencia dentro de esas estructuras.
Estructuras que son efectivamente -y no porque lo diga Moyano- cáscaras vacías a las que hay que llenar de peronismo, como nosotros mismo lo hemos puntualizado muchas veces en el caso del PJ santafesino; pero esa es otra discusión que en algún momento habrá que dar hacia el interior del peronismo, para fortalecer desde esas mismas estructuras el apoyo efectivo al gobierno de Cristina.
En lo estrictamente sindical, el pliego de demandas que Moyano expuso en Huracán es el mismo que vino sosteniendo hasta ahora: la situación de las obras sociales, el mínimo no imponible de Ganancias, la generalización de las asignaciones universales: ni siquiera mencionó la participación en las ganancias de las empresas, aunque en el acto abundaron las remeras pidiéndolas. Nadie puede sorprenderse entonces por lo que reclama, tenga o no razón.    
Reaccionó Moyano replicando en forma directa a Cristina y su discurso en el Congreso, cuando dijo que no aceptaría extorsiones; pero la credibilidad de sus palabras se resiente cuando sube al palco a un extorsionador serial como Cirielli, del mismo modo que se equivocan él y el sindicalismo nucleado en la CGT cuando apoyan a un traidor a los intereses de los trabajadores como el “Momo” Venegas, fuera cuando lo detuvo Oyarbide, o no votando el nuevo régimen del trabajo agrario.
También se equivoca cuando asume una defensa corporativa cerrada como en el caso de Zanola, o le brinda cobertura institucional a los derrapes de Cirielli o Pérez Tamayo en Aerolíneas; pero habrá que recordar que en otros casos al asumir esa postura tuvo razón, como en la detención del “Pollo” Sobrero.
Ante el conflicto abierto y expuesto, la responsabilidad de dar respuestas políticas es del gobierno, aunque algunas de esas respuestas puedan no gustarle a Moyano: el 54,11 % obtenido por Cristina le impone la obligación de administrar los intereses del conjunto, que los trabajadores representados por la CGT integran, aunque no sean los únicos.
Tampoco sirve de mucho recordar que la inmensa mayoría de los trabajadores votaron por Cristina, y que, puestos a elegir entre ella y Moyano, no dudarían que partido tomar: el tema es que esa no es una opción válida para el peronismo.
Porque no hay peronismo sin trabajadores, y para el peronismo el trabajador es el trabajador organizado encuadrado en las organizaciones sindicales, con organizaciones fuertes: para el peronismo el sindicalismo no es una corporación más, sino la suya propia, creada por Perón.
Lo delicado de la situación requiere una cabal comprensión del cuadro por ambas partes: gobierno y CGT.
Por parte de Moyano y la CGT, entender que el contundente resultado electoral arroja una amplia revalidación del liderazgo de Cristina, y que este gobierno (al igual que los anteriores desde el 2003 para acá) no ha adoptado medidas anti obreras, ni cercenado derechos a los trabajadores, sino todo lo contrario.
En todo caso lo que puede discutir Moyano (y está en todo su derecho de hacerlo, porque se debe a sus representados, pero sin olvidar lo señalado en el párrafo anterior) es el ritmo o la velocidad con que se reconquistan derechos perdidos, o se alcanzan otros; pero también deberá aceptar que es legítimo que Cristina deba tener la última palabra al respecto, porque para eso fue votada por una amplísima mayoría.
Por parte del gobierno, tiene que resistir la tentación de ofrendarlo a Moyano (negro, sindicalista y camionero como es) como víctima propiciatoria al humor voluble de cierta clase media; que hoy apoya a Cristina, pero que puede pasarse a la vereda de enfrente cuando lleguen las boletas de la luz o el gas sin el subsidio estatal.  
Y que no se argumente que Moyano representa a una minoría de los trabajadores argentinos (en blanco, sindicalizados, con un nivel de salarios que los hace pagar Ganancias y no cobrar asignaciones familiares); porque si algo tuvo hasta acá el kirchnerismo, fue capacidad de interpretar políticamente a las minorías, y canalizar sus demandas.
La pregunta sería entonces ¿por qué atender a los reclamos de las minorías sexuales, los organismos de derechos humanos que por años pidieron justicia en soledad o los que bregaban por una comunicación democrática, y no a las de una parte importante de los trabajadores?
Y si se considera que esa parte es privilegiada, ya se está partiendo de un error de enfoque, porque seguimos viviendo en una sociedad injusta, donde los privilegiados son otros y no justamente los trabajadores; y esos supuestos “privilegios” obtenidos (mejores empleos, mejores salarios) son consecuencia directa de las políticas seguidas desde el 2003 para acá, y no efectos no deseados de ellas: algo que tendrían que recordar todos, empezando por Moyano y siguiendo por el gobierno.
Por eso aunque Moyano esté enojado y en el gobierno estén enojados con él es imperioso retomar el diálogo, porque profundizar el modelo implica no sólo definir un rumbo a seguir, sino también definir sobre que coalición social se ejecutará esa profundización, y el 54,11 % marca claramente que el kirchnerismo logró ampliarla desde el 2003 para acá; y que los trabajadores y sus organizaciones (en especial las nucleadas en la CGT y en un sector de la CTA) forman parte central y principalísima de esa coalición.
Se trata entonces de haber lo posible para no disminuirla -menos privándola de una parte tan importante- dejando de lado analogías históricas que no se pueden trasladar sin más al presente (como la apelación al vandorismo o la burocracia sindical denostada en los 70’), con un reduccionismo tan absurdo como el de Mariano Grondona cuando compara a la Cámpora con Montoneros.
Hay que abandonar también falsas antimonias como “peronismo/progresismo”, “sindicalismo/juventud”: la profundización del modelo exige menos “o” y más “y”.

Por otra parte, ninguno de los planteos reivindicativos de Moyano es contradictorio con esa profundización del modelo, sino todo lo contrario; será en todo caso cuestión de sentarse a discutir prioridades, momentos, oportunidades, posibilidades, en suma: hacer política.
Partiendo de una realidad irrefutable: del mismo modo que no hay peronismo sin trabajadores organizados, tampoco hay destino político para los trabajadores y sus organizaciones, fuera del peronismo; como eje vertebrador de una coalición de fuerzas capaces de llevar adelante un proyecto nacional y popular.
Como ha sido desde el 2003 hasta acá, sin ir más lejos.

Y no seguir alentando un  enfrentamiento que no favorece a nadie, y que solo alimenta a los intereses reaccionarios que estaban sepultados hasta hoy bajo los votos de las elecciones.

CORRIENTE KIRCHNERISTA DE SANTA FE

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí señores!