SUCURSAL CERRADA

 

Se nos pianta un lagrimón: se va el FMI de la Argentina, cierra su oficina y nos van a atender desde Perú.

Aunque le pese a la Nación, festejaremos, porque el país (hace rato, no ahora) se sacó de encima el lastre de una multinacional del apriete, vocero y lobbista calificado de todos los grandes grupos económicos del país y del extranjero, y responsable intelectual de todas nuestras catástrofes económicas, incluidas claro la Convertibilidad y su explosión en el trágico diciembre del 2001.

El cierre de la oficina del FMI en Buenos Aires es -sin duda- precipitado por el envío al Congreso por parte de Cristina del proyecto de modificación de la Carta Orgánica del Banco Central, y de la derogación de los artículos que quedaban en la ley de Convertbilidad que obligaban a prendar las reservas para afectarlas al respaldo de la base monetaria, atajo que terminó financiando por años la fuga de capitales.

Con esa decisión estratégica, el gobierno nacional deja claro que el rumbo económico del país (les guste o no, para bien o para mal) lo seguirá definiendo aquéllos a quienes votaron los argentinos, por una mayoría abrumadora; aunque la tribuna de doctrina nos quiera hacer creer que estos buenos muchachos se van del país porque les gusta más el clima de Perú o no se adaptaron a Buenos Aires: se van porque el kirchnerismo no les da ni cinco de pelota.

Pensemos en las discusiones que hemos tenido estos meses que lleva el segundo mandato de Cristina, interferidas por la presencia y el monitoreo permanente del FMI: los controles al dólar, las restricciones a las importaciones, la obligación impuesta a petroleras y mineras para liquidar las divisas de las exportaciones en el país, las restricciones a los bancos extranjeros para remitir utilidades al exterior y hasta la eliminación de los subsidios a los servicios públicos, empezando por aquellos sectores sociales con capacidad para soportar mayores tarifas.

Hasta (por que no) la discusión por la re estatización de YPF, o por el modelo de gestión del transporte ferroviario: nada podría avanzarse en ninguno de esos sentidos, con el país atado a las revisiones periódicas y condicionalidades del FMI, o condenado a deberle plata y pedirle más para que sus cuentas cierren; algo que no entienden (o no quieren entender) los que hoy dicen estar muy preocupados porque el gobierno manotea otro "kaja" con las reservas del Banco Central.

Vinculados al FMI, tampoco podríamos haber liquidado el vergonzoso sistema de las AFJP y recuperar para los argentinos el manejo de los fondos previsionales; que permitió financiar en una primera etapa el pago de la AUH, da respaldo al sistema de movilidad de los haberes previsionales y orientó el crédito a las actividades productivas y la inversión (además de haber duplicado los activos del FGS desde que lo administra la ANSES), en el medio de la crisis financiera internacional.

No hace falta tampoco que recordemos como les está yendo por estos días a los países que tienen vigente "acuerdos de cooperación financiera y asistencia técnica" con el FMI, y ponen en práctica sus recomendaciones: basta mirar a Europa para encontrar la respuesta. 

Y por supuesto, ni hablar que -de seguir vinculados a los planes y recomendaciones del Fondo- nunca podríamos estar planteando hoy modificar la Carta Orgánica del BCRA (al fin y al cabo, la vigente fue elaborada por el Fondo en el marco de las nefastas políticas del Consenso de Washington) para ampliar las atribuciones del Central, y su capacidad de regulación sobre el sistema financiero y el crédito.

Todo lo cual realza una vez más -como se dijo acá- la visión estratégica de Néstor Kirchner cuando decidió cancelar toda la deuda con el FMI, justamente para eso: para que nunca más fuera su desacreditada y costosa burocracia la que decidiera el rumbo económico del país.