O al menos eso parece, porque leemos en Página 12 de hoy:
"La cotización de
la moneda norteamericana es en Argentina, histórica e invariablemente,
el ariete que se reserva la clase dominante como recurso de ataque
extremo, contundente, ejemplificador, cuando ve afectados ciertos o
muchos de sus intereses.
No interesa cuántos son los realmente afectados. Lo único que les interesa es que un faltante de
medicamentos, o que la empleada doméstica, imposibilitada de mandar
dólares a sus familiares de países limítrofes, o que lo imperioso de
salir del país por cuestiones laborales y no poder hacerlo gracias a la
restricción cambiaria, sirvan para tomar el todo por la parte. Por esas
pequeñísimas partes, apreciadas a escala económica determinante.
La suma de preocupados por el dólar que no
vieron un dólar en toda su vida hace acordar al clima creado durante el
conflicto con la gauchocracia, cuando una insigne manga de pelotudos
defendía los derechos del agrogarcaje como si alguna vez hubiera visto
más tierra que la de la maceta del balcón.
Pero es así. El mercado de la bobería siempre es enorme o
susceptible de serlo. La memoria histórica acerca del dólar y la
formidable influencia cultural que ejerce en la sociedad ponen a la
defensiva (o al ataque, según quiera verse) a la primera luz amarilla
real o inventada. Ignorar ese poder de fuego, de los que ganan con la
fantasía de que se pudra todo, es una displicencia suicidante.Ahora están atacando con el emblema de lo que
deja tranquila o inquieta a la clase media. El dólar. Lo demás no les
surte efecto."
Y es -palabras más, palabras menos- lo que se dijo el domingo acá.
Y es -palabras más, palabras menos- lo que se dijo el domingo acá.
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