martes, 21 de agosto de 2012

LA OPOSICIÓN, LA PELEA POR EL PODER Y EL CÓMODO REFUGIO DEL MORALISMO


Por Raúl Degrossi

Las declaraciones de Binner y Cobos a que corresponde la captura de Clarín son apenas una muestra de que la oposición viene instalando en la agenda el tema de la reforma de la Constitución y la re reelección de Cristina con tanta o más insistencia, que los propios sectores del oficialismo; y que eso responde a una lógica política que tiene que ver con su situación, y con la que hacen política los que se oponen al kirchnerismo.

El año que viene hay elecciones legislativas para renovar parte del Congreso (la mitad de Diputados, un tercio del Senado), pero en realidad terminarán convirtiéndose en un plebiscito de la gestión de Cristina, y el mejor termómetro de cara a las presidenciales del 2015; de modo que para los opositores (como Binner, como Cobos) instalar la idea de que serán una herramienta para ponerle freno a un presunto intento reeleccionista de Cristina es funcional a la idea de tratar de captar votos que se traduzcan en bancas: la idea es que de ese modo se le dificultaría al gobierno conseguir los dos tercios para reformar la Constitución.

Desde esa premisa módica (consistente con su marasmo post 23 de octubre), el discurso evidencia que, en rigor, a la mayor parte (casi  toda) la oposición no le interesa disputar el poder; no ya en la relación política-corporaciones (a eso renunciaron hacer rato, y nada hacer prever que en lo inmediato cambien de estrategia), sino incluso de cara al desafío del 2015: especulan con que el impedimento constitucional para que Cristina sea reelecta (si no es removido mediante una reforma) desate antes la interna por la sucesión dentro del peronsimo; y allí ganen posiciones los sectores más proclives a un "gobierno normal" (es decir con la lógica de gobernabilidad previa al 2003).

Y en ése futuro "gobierno normal" de un peronismo no kirchnerista, ellos (radicales, socialistas, el varipinto arco de pymes progresistas) podrían volver a fungir de cierta centroizquierda presentable y hasta creíble; un lugar de mayor comodidad que los sacudones y barquinazos a que los obligaron los años kirchneristas, y las iniciativas más transformadores de los gobiernos de Néstor y Cristina. 

Incluso podrían soñar en alguna especie de co-gobierno (el famoso "diálogo y consenso" o los "cuatro o cinco puntos en los que tenemos que estar todos de acuerdo"), invirtiendo los roles de la forma en que salió de la crisis del 2001 con el acuerdo entre Duhalde y Alfonsín; en éste caso para viabilizar la salida (por derecha, objetivamente no hay otra posibilidad) de los años kirchneristas.   

Por más que intenten disimularlo, ese objetivo político minimalista (fuerzas políticas que renuncian explícita o implícitamente a la lucha por el poder) termina condicionando el discurso, que no puede trascender la sucesión de lugares comunes, significantes vacíos y enunciados abstractos (Binner y Cobos, de hecho, son especialistas en el tema), sin revelar la más mínima pista sobre como resolverían los problemas que denuncian.

En ese contexto debe leerse la bobada de Binner de relacionar la problemática de la reelección presidencial (que tiene que ver con la arquitectura del poder) con un presunto cercenamiento de los derechos ciudadanos: si la principal valla que hoy se opone a un eventual nuevo mandato de Cristina es una cláusula constitucional, y no un creciente malhumor social que la invalide como candidata con chances ciertas, es justamente porque se percibe que su gobierno ha ampliado derechos, y ha garantizado otros preexistentes; de hecho la gran mayoría de sus votos en octubre tuvieron que ver con eso.  

Del mismo modo que es otra bobada decir (como lo hace Binner) que "la gente quiere alternancia", cuando venimos de una elección que aunó un respaldo histórico para quien ganó, tanto como un rechazo rotundo para los que perdieron: ¿desde dónde afirma Binner que de golpe crece el clamor popular por la alternancia?

Que por cierto no es un valor fundante de la democracia (en todo caso será una cuestión importante para algunos en la república, pero esa es otra cuestión), porque esa otra bobada supone tanto como pensar en un sistema por el cual, cada cuatro años, se cambie de partido político que asuma el gobierno, sin importar lo que la gente vote: un completo disparate.

Y si algo faltaba para confirmar el propósito político (módico, reitero en términos de verdadera lucha por el poder) de buena parte de la oposición, es la apelación al discurso moralista sembrando sospechas sobre  presuntas maniobras del gobierno para comprar votos pro reforma constitucional en el Congreso (¿estarán preparando el terreno para levantarse de la Constituyente como los radicales en el 49'?); algo que le atribuye como distintivo al populismo (significante vacío si los hay, en el discurso de Binner), mezclando lo que se supone que son prácticas clientelares (cómo ansiolítico opositor para encubrir el propio fracaso electoral), con el liso y llano filibusterismo parlamentario.

Curioso que mencione eso, justo cuando avanza en la justicia la causa por los sobornos en el Senado del gobierno de De La Rúa, que no era muy populista que digamos. 

Sin embargo la velada imputación de Binner se complementa con la no tan velada referencia a la duplicidad moral del electorado; que, cuando la economía funciona, toleraría niveles de corrupción que, por el contrario (cuando las cosas se complican en ese plano) de golpe le resultan insoportables.

Dejemos de lado que las genéricas referencias de Binner al robo impune son más degradantes para la democracia y las instituciones que cualquier reforma constitucional (en tanto socavan la credibilidad misma del sistema, desde los más profundos cánones de la anti política); y -a riesgo de incurrir en una generalización susceptible de errar- digamos que justamente ese sayo (el de la duplicidad moral a la hora de votar) les cabe en mucha mayor medida a los votantes de Binner (o de Carrió, o de Cobos, o del republicanismo opositor en sus distintas variantes), que a los de Cristina; el 23 de octubre y en el futuro.

Lo que implica que Binner le está hablando ante todo a su propia base electoral (e intentando morder algo del módico 1,82 % de Carrió) en el afán de mantenerla o acrecentarla para mejorar la cantidad de bancas del FAP en las elecciones del año que viene: nada malo, pero ciertamente revelador de cuáles son los límites de su acción política. 

Que se reduce a ampliar su representación parlamentaria y aprovechar el diseño constitucional (los dos tercios que exige la declaración de necesidad de la reforma, la renovación del Senado por tercios con el aditamento del engendro del tercer senador negociado por Alfonsín con Menem en el pacto de Olivos) para cerrarle el paso a otro mandato de Cristina; un objetivo que -hoy por hoy, las cosas pueden cambiar- no están en condiciones políticas de garantizar de otro modo.

3 comentarios:

  1. Los que han leído historia argentina, saben que estos personajes son muy parecidos a los que llegaron al poder entre 1853/1880, y un poco más, que se cagaron en el país anteponiendo sus intereses personales y sectoriales. No pueden gobernar ni en una vecinal y quieren gobernar el país.

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  2. Eso de: "cuando la economia va a toda vela se soportan muchas cosas"
    ¿lo dira por su forma de gobernar?

    - Para Binner: A mi no me parece nefasta la re-reelección de Cristina.
    Como vos decis soy parte de "la gente", no soy retrógrado
    y fue el gobierno de Nestor y ahora el de Cristina los que
    más derechos le han posibilitado obtener a "la gente".

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  3. Moreno cerró la importación, también de medicamentos, y la pastilla que toma Binner no entra.
    Por eso anda así Binner y habla imbecilidades. Pobre. Es culpa de Moreno.
    El Colo

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