IDEÓLOGOS, EJECUTORES, CÓMPLICES Y BENEFICIARIOS

Martínez de Hoz se muere en prisión domiciliaria, sin que la justicia lo pudiera condenar por su participación en la dictadura militar.

Como se puede morir en cualquier momento Blaquier, antes de expiar sus culpas por el apagón de Ledesma; pero no sin antes asistir a la ceremonia de asunción del nuevo Papa, a la que estaba invitado.

Y Blaquier junto con Pagni, Grondona y otros columnistas de La Nación lo despiden al ideólogo de la devastación economista procesista, con sentidos obituarios publicados en la misma tribuna de doctrina.

Los genocidas que afrontan el mega-juicio por La Perla (empezando por Menéndez) lucen en sus solapas escarapelas con los colores del Vaticano, por la elección de Bergoglio como Papa.

Videla da un reportaje a una revista española llamando a las fuerzas armadas a dar un nuevo golpe de Estado, para terminar con el gobierno de Cristina; y se declara un soldado de Cristo.

Con la honrosa excepción de Ricardo Alfonsín y algún otro que se nos pueda escapar, ningún opositor relevante sale a cruzarlo en defensa de la democracia y las instituciones, deponiendo -aunque sea por un instante- sus diferencias con el gobierno.

Tampoco desde la iglesia (ni desde el episcopado acá, ni desde el Vaticano) salieron a marcar distancia con el genocida; del mismo modo que no desmintieron en su momento a Schilingo cuando dijo que los vuelos de la muerte fueron sugeridos por la propia iglesia, como un modo cristiano de morir.

Y del mismo modo que la iglesia (ni la argentina, ni la curia romana) demostraron jamás el más mínimo arrepentimiento por su rol durante la dictadura, e incluso no han excomulgado ni privado de su ministerio a tipos como Von Wernich; al que el propio Papa Francisco (cuando era simplemente el cardenal Bergoglio) calificó apenas como "una oveja descarriada".

Sin embargo ante las acusaciones lanzadas contra Bergoglio por su presunta responsabilidad en el secuestro de dos sacerdotes jesuitas durante la dictadura, el vocero vaticano descargó una durísima réplica hablando de una campaña orquestada "por la izquierda anticlerical", con un lenguaje maccartista que bien podrían suscribir Videla o Menéndez: de hecho, es el mismo que usaban ellos para secuestrar, torturar y matar.

Un lenguaje que parece más bien orientado a clausurar todo debate sobre el rol de la iglesia en la dictadura argentina, que a deslindar las responsabilidades del nuevo Papa en ese oscuro pasado.

Mientras tanto, los diarios dueños de Papel Prensa (el regalo del genocida renovado golpista, y el súper ministro fallecido, hecho en condiciones que hoy investiga la justicia) se convierten de golpe en poco menos que L'Osservatore Romano, y enfatizan de la primera homilía dominical de Francisco, la cuestión del perdón.

Ojo, Bergoglio dijo que no había que cansarse de pedir perdón (podría empezar a hacerlo en nombre de la iglesia, por tantas faltas cometidas), no que había que perdonar, como puso Clarín en su tapa. 

Ocurre que los que manejan Clarín y su socio en Papel Prensa y Expoagro, lo que necesitan no es perdonar, sino que los perdonen.

Hundidos en los cómodos pliegues de la corrección del discurso democrático, solemos creer que el pasado de la dictadura está más lejos y más oculto de lo que realmente está.

De hecho, la idea de país que Videla y sus centuriones pusieron en marcha, el discurso, las palabras que la presidieron, están presentes a cada paso: en los cacerolazos (aunque lo quieran ocultar), en los comentarios de los foristas de las ediciones digitales de los principales diarios, en muchas conversaciones cotidianas con gente común.

Como también están presentes los ideólogos de la dictadura (muerto Martínez de Hoz, sus ideas sobreviven hasta hoy, y no faltan quienes insisten en ponerlas en práctica, una y otra vez), los ejecutores de su plan siniestro (desfilando por los juzgados algunos, aun impunes otros tantos), los cómplices que colaboraron para llevarlo a cabo (como la jerarquía ecleciástica, o el periodismo que legitimaba la matanza) y -sobre todo- los beneficiarios: aquéllos que hicieron fabulosos negocios con la dictadura, o crearon entonces las condiciones de reestructuración social y económica, para sostenerlos y acrecentarlos en democracia.

Como Blaquier, o los dueños de Clarín y La Nación, y tantos otros.

Que están aprovechando la volada del Papa argentino y su propia necesidad de clausurar un pasado molesto, para intentar (cada vez con menor disimulo) detener la marcha de los juicios por la verdad, justo cuando están por comenzar a alcanzarlos.

Habrá que estar atentos.