Nos enteramos que en el coloquio de IDEA de esta semana una de las principales preocupaciones de los empresarios (junto con la pobreza) sería la inflación; lo cual no deja de sorprender: parece como si ellos (los que manejan la economía y forman precios) no tuvieran nada que ver con una cosa, o con la otra.
Sin embargo este amable intercambio que mantuvimos con Pato Bullrich en Twitter nos hizo pensar que el interés empresarial en la inflación podría tener otro costado más prosaico; tanto que la propuesta de la eterna saltimbanqui de la política nacional de aplicar el ajuste por inflación en los balances de las empresas debe haber sonado como música para los oídos de los popes empresariales.
El argumento es conocido, y es tan viejo como la ley del impuesto a las Ganancias: la inflación incrementa la nominalidad de las facturaciones y eventualmente de las utilidades de las empresas (aunque en este caso se apunta que también crecen los costos), y por ende las empresas terminan pagando por ganancias que no son tales; porque están distorsionadas por la inflación.
Por supuesto que si se aplicase un ajuste por inflación generalizado sobre los balances (tal el reclamo al que se alinea Pato) esas ganancias serían menores, y por ende menor la contribución al fisco; que es lo que se busca.
Incluso llevan agua para su molino señalando que el mismo criterio valdría por ejemplo para retocar Bienes Personales, o el mínimo no imponible para las ganancias de la cuarta categoría (salarios), cuando bien saben que la situación es diferente.
Según nos comentaba nuestro amigo Diego Rubinzal (al que consultamos sobre el tema) el ajuste por inflación para las empresas en Ganancias es algo muy complejo porque la ley ya lo contempla para ciertos aspectos que tienen que ver con rubros que componen el patrimonio o activo de las empresas, y el pasivo.
Y también nos decía que el ajuste generalizado por inflación terminaría favoreciendo a las empresas que están más "líquidas", es decir que más allá de su situación patrimonial, tienen gran flujo de facturación constante.
No hace falta ser Diego Rubinzal para darse cuenta que en esa situación están muchas de las empresas que tienen posición dominante en el mercado, y por ende captan niveles de facturación importante, que se traducen obviamente en utilidades significativas.
Y que además en muchos casos son formadoras de precios, y pueden a su vez (como compradores con poder privilegiado de negociación) minimizar sus costos, fijando precios para los insumos que necesitan. Algo que un trabajador no puede hacer con su salario, o sus bienes patrimoniales.
El episodio revela que detrás de la aparentemente teórica disputa por la credibilidad de los índices de inflación, se mueven intereses, y bien concretos: de hecho, la propia oposición cuestionó por años al gobierno por subestimar la inflación diciendo que perjudicaba a los bonistas que tenían títulos de deuda ajustables porel CER, y hoy sostiene -en sentido contrario- que infla el crecimiento del PBI para favorecer a los bonistas que tienen el cupón cuyo pago se dispara cuando ese crecimiento supera el 3,26 % anual.
Muchos años convivimos los argentinos con las prácticas de indexación generalizada y sabemos a donde conducen: a retroalimentar más el proceso inflacionario.
Algo parecido puede pasar con éste tema del ajuste por inflación de las ganancias empresariales: terminar convirtiéndose en un incentivo a los formadores de precios para darle a la remarcadora, pensando en que de ese modo a la larga terminan licuando su aporte fiscal.
También nos dijo Diego (ante nuestra pregunta sobre lo que podría estar buscando Pato Bullrich con su proyecto) que probablemente es que se retoquen por inflación los índices de los controles de alcoholemia.
Que libretista se perdió La Pulpo.
Que libretista se perdió La Pulpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario