Primero empezó Ceferino Reato (¿quién si no?) en Perfil, movido -claro está- simplemente por el puro amor a la verdad histórica.
El mismo que tiempo atrás lo llevó a escribir otro libro sobre los 70', que supo concitar el apoyo de los que siempre apoyaron la represión, y de los quebrados como Graciela Fernández Meijide.
Una desinteresada búsqueda de la verdad que -oh casualidad- siempre hace caer la taba del mismo lado, y se utiliza para refrendar un discurso político: curiosamente aquéllo de lo que ellos mismos acusan al kirchnerismo.
Y luego por supuesto se prenden los derechosos de siempre, que ya no se conforman con ser las viudas del videlismo, no señor: ahora salen a bancarle los trapos a Lopecito y la Triple A, lo cual en el fondo es coherente, porque fueron más o menos lo mismo.
No se trata acá de exculpar errores políticos de Montoneros (que los cometieron, que duda cabe), sino de exponer como estos personajes que bancaron muertes, secuestros, violaciones, torturas y desapariciones (explícitamente en algunos casos, "contextualizándolas" en el marco de una "guerra", en otros), siguen sin hacerse cargo de nada.
Ni de uno solo de sus muertos, y si mal no viene al caso, lo empiezan a revolear para colgárselos a otros.
Y de un modo curioso resulta que si le tiran a su adversario (en una eterna reedición de un conflicto que dicen ellos mismos que debemos dejar atrás, de una vez por todas) de entonces el cadáver de Mugica, es porque -lo sepan o no- están reivindicando la figura del cura asesinado; ensalzando (lo sepan o no) su martirio.
Quizás ni siquiera se propongan tanto -al menos no de un modo conciente- y el propósito real sea mucho más sencillo como lo apunta acá Verbitsky: apuntarle a Montoneros para pegarle al gobierno nacional, y su política de derechos humanos; para deslegitimarla, y de ese modo deslegitimar las condenas que se produjeron en los juicios.
La enésima versión de la teoría de los dos demonios, sin ir más lejos.
Y más importante aun: influir a futuro en el debate político, creando las condiciones propicias para que otro gobierno -con la excusa de la pacificación nacional- de marcha atrás con la búsqueda de la verdad, la memoria y la justicia.
De hecho ya hay gente esperanzada en que eso suceda, como veíamos acá.
El torpe intento de cargarle a Montoneros la muerte de Mugica sería entonces algo así como tirar un muerto arriba de la mesa para después negociar; desde como se cuenta la historia, hasta como se zafa de la justicia.
¿Te parece justo tratar de "quebrada" a Graciela Fernández Meijide? Me parece que es un error: Graciela es fiel a lo que siempre fue, toda una señora gorda maltratada injustamente por la dictadura que le mató un hijo.
ResponderEliminarMe parace que alguna vez deberíamos discutir seriamente cómo el terrorismo de estado transformó a gente de derecha en víctima y cómo esta gente, con el paso del tiempo fue mostrando su verdadero ADN político e ideológico y cómo naturalmente termina operando con fidelidad a esos postulados.
Me parece que hemos tenido la costumbre de equiparar a las víctimas del terrorismo de estado con progresismo (en su acepción antigua)y eso dificulta muchos análisis. Eso de "victima de la dictadura = militante porgre/de izquierda" complica los debates. En verdad, muchas de las victimas nunca tuvieron nada que ver con el proresismo, la izquierda o el nacionalismo popular. Me parece que blanquearlo es sano porque sincera muchas cosas. A ver: en un punto quizá el error está más en nosotros al considerarla quebrada que en ella, que al fin y al cabo es lo que siempre fue. Y no está para nada mal ¿no? Abrazo
Si se entendió así no era esa la intención, y Fernández Mejide es efectivamente eso que vos decís; y también es cierto que no se puede homologar víctimas de la dictadura (o sus deudos) con progresismo político. Lo que se apunta es que es una figura que en su momento (el alfonsinismo) expresó algo en materia de Ddhh y luego quedó encerrado en los mimos límites que se puso/le pusieron al proceso político que la había puesto en ese lugar.
ResponderEliminarLo canalla de su parte es pretender que todos (los organismos de DDHH, el Estado) dejen las cosas en el punto que a ella (y muchos como ella) les pareció "tolerable", y no ir más allá.
Con la CONADEP se conformaba el juicio a las juntas ya estaba, y bajar el cuadro de Videla le pareció mal. Como si ella (como Magdalena) fuesen los dueños de los DDHH, y de las políticas de memoria, verdad y justicia