Finalmente se develó el misterio, y aunque cueste coincidir con el título de La Nación (casi en lo único que vamos a coincidir) la cosa terminó con el peor resultado para los intereses del país: la Corte yanqui negó tratar el caso de la Argentina contra los fondos buitres y revisar la sentencia de Griesa que manda a pagarles toda la deuda y en efectivo (en el "certiorari"); e hizo otro tanto con la causa paralela ("discovery") en la que los buitres reclamaban la posibilidad de embargar libremente activos del país en el exterior, para cobrar.
Para el país dijimos, y no para el gobierno, aunque la cipayería local (como el inefable Oviedo acá) no sepa distinguir la diferencia, y festeje el resultado; como deben haber festejado ayer el gol de Bosnia, en cuestiones mucho menos trascendentes.
Porque es sabido que si reclamamos por las Malvinas, ellos se ponen de parte de Inglaterra; si expropiamos YPF; se ponen del lado de Repsol; si hay lío con la papelera de Gualeguaychú ellos están con Uruguay y con Botnia, o si embargaban la fragata, estaban con los fondos buitres y reclamaban que se les pague al contado: son así, no tienen remedio.
Pero hay que apechugar y seguir tirando del carro, incluso con esos melones (más bien zapallos) arriba.
El fallo de la Corte de EEUU va en línea con una causa que es política por donde se la mire (comenzando por la propia composición del tribunal), aunque algún despistado diga que se trató de un problema estrictamente jurídico, donde un acreedor reclama el pago de una deuda, de la cual tiene el título.
Una causa que demuestra hasta que punto los fondos buitres (un subproducto derivado necesariamente del modelo internacional de valorización financiera del capital) tienen capacidad de lobby para presionar a la justicia: recordemos que en ésta causa se alinearon con la Argentina desde el FMI hasta países como México, Francia, todos los del G77 más China; y los propios EEUU en la causa "discovery", pero nada de eso bastó.
Como no bastaron las advertencia de que un fallo de la naturaleza del que finalmente terminó saliendo impactaría en el conjunto del sistema financiero internacional, y en la reestructuración de deudas soberanas de otros países: habrá que suponer que, si en el futuro se presentara una situación similar que no involucre a un país sudaca, los supremos lo pensarían mejor y aceptarían tratar el caso.
Como tampoco bastaron los pasos previos del gobierno argentino para recomponer relaciones con el mundo financiero internacional: el arreglo de los juicios pendientes en el CIADI, el pago de la expropiación de YPF a Repsol y el más reciente acuerdo con el Club de París. No faltará algún iluminado que diga que no se hubieran dado esos pasos, porque igual el resultado en la Corte yanqui estaba cantado; así como el que sostenga -por el contrario- que se dieron demasiado tarde: comentaristas de la jugada sobran por estas pampas, pero el que tiene que gobernar es uno sólo, el que votó la gente.
El fallo crea un problema para el país, que en lo inmediato tendrá que atender su gobierno, y la solución no se avizora fácil porque la decisión pone en juego nada menos que la exitosa reestructuración de la deuda llevada a cabo en 2005 y 2010, con la adhesión de casi un 93 % de los acreedores externos del país.
A falta de una ley internacional sobre quiebras soberanas (que nunca saldrá, porque al mundo global de las finanzas no le conviene y tiene agarrados de los huevos a los principales líderes mundiales para que eso no ocurra), recordemos que en los propios EEUU con el acuerdo de un 66 % de los acreedores (bastante menos que el caso argentino), los Estados y los municipios pueden reestructuras sus deudas, con efecto obligatorio del arreglo para el conjunto de los acreedores.
Las repercusiones del fallo en lo estrictamente económico (en el corto y mediano plazo) son difíciles de precisar hoy, más allá del previsible derrumbe de los bonos de la deuda y las acciones de algunas compañías argentinas que cotizan en las bolsas del mundo, como YPF: otra muestra de como lo financiero corre por un carril no necesariamente vinculado a la economía real.
Se complica seguramente la posibilidad de que el país vuelva a los mercados de crédito, no tanto en lo inmediato como un interés del gobierno, sino de las empresas que buscaban financiamiento en el exterior y por eso vieron con buenos ojos el arreglo del Club de París; y seguramente la sentencia tendrá impacto en los movimientos con el dólar y el contexto económico general.
Pero que sea un problema para éste gobierno (que no generó la deuda que reclaman los buitres, y viene pagando regularmente la reestructurada, que tampoco generó) no significa que en la oposición puedan hacerse los desentendidos; porque cualquiera que pretenda gobernar la Argentina cuando Cristina finalice su mandato, deberá lidiar con el entuerto.
Dicho que se trata de una muy mala noticia (tampoco es el apocalipsis, claro está) nos parece -al menos a nosotros, los que bancamos a éste proyecto político- que es preferible que se haya producido con éste gobierno (en el que confiamos) y no con otros; que ya sabemos como hubieran resuelto el problema.
"es preferible que se haya producido con éste gobierno (en el que confiamos) y no con otros; que ya sabemos como hubieran resuelto el problema."
ResponderEliminarExacto.
El Colo.
"es preferible que se haya producido con éste gobierno (en el que confiamos) y no con otros; que ya sabemos como hubieran resuelto el problema."
ResponderEliminarSuscribo. Y pido a Dios y a la Patria que nos protejan de la oposición buitre (ésa mete más miedo que los jueces y fondos de la misma cualidad)