viernes, 15 de agosto de 2014

UNA VEZ MÁS, EN LA LÍNEA CORRECTA


En un contexto de fuerte revalorización del debate político, los años del kirchnerismo se han caracterizado también por el rescate de personajes, episodios y etapas de nuestra historia; silenciados u oscurecidos durante años por el aparato cultural del pensamiento dominante, que como decía Jauretche se extiende por la educación y la prensa para hacer una "política de la historia", que tiene por objeto formatear a los argentinos con una visión de su propio pasado que se proyecta en el presente y de cara al futuro.

La historia fue siempre un terreno de disputa por las interpretaciones, y no sólo en lo estrictamente académico: aquéllos de que los pueblos que no aprenden de su propio pasado no aciertan a comprender su presente, ni a proyectar su futuro, tiene entre nosotros una demoledora certeza.

Cristina misma se dio a una tarea de reivindicación de personajes y gestas de nuestra historia que, o son desconocidos por el gran público, o fueron reducidos a poco menos que una estampita de la monótona iconografía escolar; despojados de su carnadura concreta y por ende, de su valor de referencia en términos de nuestra construcción colectiva como país.

Así lo hizo por ejemplo con Juana Azurduy, Mariano Moreno y otros hombres de Mayo, el gaucho Rivero y su patriada en Malvinas; Jauretche, Scalabrini Ortíz, Ramón Carrillo o el combate de la Vuelta de Obligado.

Siempre desde la línea histórica que -nosotros al menos- asumimos como la correcta, en términos políticos: rescatando a quienes encarnaron los deseos y esperanzas de las mayorías populares frente a las oligarquías de todo signo, y la defensa de los intereses nacionales frente a las ambiciones de las grandes potencias y los imperialismo de todos los tiempos.

En ese contexto se inscribe el acto de esta semana en el Paraguay, devolviendo al país hermano las pertenencias del mariscal Francisco Solano López que le fueran incautadas por la aduana porteña por orden de Mitre; en medio de la inicua guerra de la Triple Alianza.

Una guerra cruel, inútil y fratricida; que masacró a los hermanos paraguayos y devastó su país en beneficio del capital inglés, que trataba de abrir para sus manufacturas y sus empréstitos un mercado hasta allí cerrado por la obstinación de un pueblo heroico y su líder, en construir un modelo de desarrollo propio y autónomo; que constituía un mal ejemplo para sus vecinos -como la Argentina mitrista- que con entusiasmo se sumaban a la división internacional del trabajo orquestada por la Inglaterra victoriana.

Y una guerra que correspondía además a otro capítulo de nuestras propias luchas civiles, en tiempos en que los procónsules de Mitre arrasaban las resistencias federales del interior, regando a las provincias de sangre criolla como la del "Chacho" Peñaloza. Mucho se ha escrito y documentado al respecto y al que le interese puede leer -por ejemplo- "Los orígenes de la guerra del Paraguay" del inglés Pelham Horton Box, o "La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas", de José María Rosa.

El acto protagonizado por Cristina se enmarca dentro de la misma percepción histórica de Yrigoyen, que en septiembre de 1922 (casi al finalizar su mandato) enviaba al Congreso un proyecto de ley para condonar la deuda del Paraguay con nuestro país impuesta por el tratado definitivo de 1876; en concepto de "indemnizaciones por gastos de guerra" y "daños causados a las propiedades".

La misma percepción histórica que llevó a Perón el 14 de agosto de 1954 a devolverle al gobierno paraguayo los trofeos capturados por las tropas argentinas en aquella guerra absurda; en la convicción de que no había nada para enorgullecerse de ella.

La devolución de las pertenencias de Solano López tuvo su origen además en una decisión del gobernador de Entre Ríos Sergio Urribarri, dado que los objetos fueron subastados y estaban desde hace mucho tiempo en un museo de Paraná.

Bien entonces por ambos, 

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