Por lo general y considerando los
quilombos propios, no somos afectos acá a hablar de las interna de otros; pero
el culebrón de los radicales santafesinos y su política de alianzas amerita
hacer una excepción.
La discusión sobre si en las
legislativas que se vienen van con “Cambiemos” o con el Frente Progresista y
sus implicancias de cara a las elecciones provinciales del 2019 tiene que ver
-antes que nada- con si podrán poner o el candidato a gobernador: con el
socialismo siempre fueron furgones de cola porque no tenían candidatos
competitivos, y ahora Corral cree que puede serlo, dela mano de Macri.
A cuyo gobierno ha atado
completamente su suerte (y la de buena parte de la UCR santafesina), con todo
lo que eso implica: si a Macri le va bien sus chances crecen, si la va mal, se
incinera.
Hay que reconocer que en algo
tiene razón o lógica la movida de Corral: está yendo en la dirección que la
mayoría de los afiliados y votantes radicales quieren, y de lo que ya hicieron
en las elecciones presidenciales. Por algo Sanz (el candidato oficial de la
UCR) apenas obtuvo el 3 % en las PASO del año pasado, y de algún lado salieron
los votos de Macri en esa misma instancia.
La mentira en todo caso es el
supuesto carácter “progresista” del radicalismo, aunque uno pueda reconocer la
buena voluntad de alguno que otro radical (de los que aun siguen en el partido,
y votan sus listas de candidatos) que honestamente cree en eso; y siempre que a
su vez se pueda definir que es el “progresismo”.
Desde el 45’ para acá (es decir, desde
el surgimiento del peronismo a la vida política del país) la UCR es una fuerza
conservadora, y el eje vertebrador de cuanto coalición anti-peronista se ensaya
desde entonces. Carácter éste último que ni siquiera perdió durante la fugaz
primavera alfonsinista que se extendió desde el retorno a la democracia y el
lanzamiento del Plan Austral.
Y eso también es -ni más ni
menos- el Frente Progresista santafesino, versión remixada de la vieja “Alianza
Santafesina” creada en los 90’
por Usandizaga y Natale: un revuelto Gramajo concebido pura y exclusivamente
para ganarle al peronismo; objetivo que terminaron logrando con Binner en 2007.
Frente que hoy estaría tensionado internamente por la
discusión hacia el interior de la UCR por la política de alianzas (con el PRO
en la nación, con el socialismo en la provincia) , cuando lo único que ha
cambiado acá es que la sartén por el mango del gorilismo hoy la tienen Macri y
el PRO, y no los radicales.
Pero por si hicieran falta más
pruebas, vemos lo que decía ayer en Rosario 12 Maximiliano Pullaro, el
ministro de Seguridad de Lifschitz y uno de los voceros del “progresismo”
radical reacio a sumarse a “Cambiemos”: “El
kirchnerismo era un modelo que discriminaba a la provincia de Santa Fe, que
golpeaba permanentemente y se basaba centralmente en la corrupción del Estado.
Creo que el gobierno de Cambiemos es un avance, pero
también creo que el radicalismo tiene que estar en un espacio...una cosa es
participar de un esquema político para terminar con un gobierno con una gran
base de sustentación en la corrupción y otra cosa es quedarse ahí. Yo creo que
el radicalismo tiene que generar una alternativa de centro izquierda
progresista para la República Argentina, que es dónde siempre estuvimos
parados.”.
El lloriqueo por la
discriminación y la denuncia indiscriminada de corrupción: he ahí todo el
núcleo “ideológico” desde el cual el “progresista” Pullaro se diferencia del
“conservador” Corral. ¿Qué diferencias hay entre eso y lo que dicen siempre
Barletta, Carrió o cualquiera de los referentes del socialismo? ¿Respecto a qué
es un avance el gobierno de Macri, si se puede saber, cuando los propios
funcionarios provinciales se quejan de la falta total de asistencia a Santa Fe
por la inundación, o por la insensibilidad ante las consecuencias de los
tarifazos?
La cuestión de la corrupción (los
radicales parecen tener desde siempre el monopolio de la ética y la moral) es
así un comodísimo sustituto de las definiciones ideológicas, donde si se los
apura, hacen sapo todos: los radicales “PRO”, y los supuestos “progres”.
La historia -la reciente y la más
remota- desmiente categóricamente a Pullaro y su idea de donde estuvo parado
siempre el radicalismo; y para muestra bastan un montón de botones, por ejemplo
como votaron las principales leyes de sentido progresivo impulsadas por el
kirchnerismo en el Congreso en la pasada década: votaron en contra la ley de
medios, las retenciones móviles, la disolución de las AFJP y el traspado de sus
activos a la ANSES, la reforma de la carta orgánica del Banco Central, el
“cepo” a las privatizaciones (que ahora quieren derogar), la recuperación de
Aerolíneas Argentinas, la ley de abastecimiento, la de pago soberano o el plan
satelital argentino.
Con una necesaria aclaración,
para iluminar más la idea sobre los límites reales del “progresismo”: el
socialismo (socio de la UCR en el FPCYS) también votó en contra en todos esos
casos, salvo la ley de medios y la disolución de las AFJP. Y aun entonces, en
la discusión en particular votaron en contra la cláusula de la desinversión
para los grupos de multimedios, y la que impone invertir los recursos del Fondo
de Garantía de la ANSES en la economía real.
La única excepción a la regla fue
el acompañamiento radical a la recuperación de YPF, pero en el 2015 la UCR fue
en alianza con el PRO, que la votó en contra; y llevando como candidato a
presidente a Macri, que dijo que la expropiación fue un error, sin qie ningún
radical lo cruzara, aun cuando más no fuera por respeto a Mosconi e Yrigoyen.
De la misma manera que ahora
ningún radical (ni “conservador” ni “progresista”) cruzó a Prat Gay por
haberles pedidos disculpas a los saqueadores de Repsol, Marsans, Mata o
Telefónica; o ninguno cruzó a Macri por la derogación del decreto de Alfonsín
para devolverle autonomía a las cúpulas de las fuerzas armadas, en desmedro del
poder civil.
Todos los radicales apoyaron el
acuerdo con los fondos buitres (al igual que el socialismo) y aplaudieron el
veto de Macri a la ley anti-despidos; solo tibiamente defendida por el ministroprovincial de Trabajo (radical él) mientras se discutía en el Congreso.
De modo que las supuestas
“diferencias ideológicas irreconciliables” que separan a unos radicales de otros son puro verso,
porque -como dirían en el turf- en la cancha se ven los “progresistas”.
Donde dice UCR lease Union Civica Restauradora.
ResponderEliminar"versión remixada de la vieja “Alianza Santafesina” creada en los 90’ por Usandizaga y Natale: un revuelto Gramajo", que en la identificación del revuelto da cuenta de la otra pata de la persistencia conservadora en la provincia: los senadores pejotistas, proclives a las prebendas, a mirarse el ombligo, a ser funcionales desde la oposición mientras les garanticen ventajas, sabedores que son mayores si le dan a otro partido las leyes que le hacen falta (endeudamiento, por ej.) que si tuvieran que poner el cuerpo por un Gobernador del mismo signo político.
ResponderEliminar"..., aun cuando más no fuera por respeto a Moscón e Irigoyen." -> ¿MOSCONI, Enrique Carlos Alberto e YRIGOYEN, Juan Hipólito del Sagrado Corazón de Jesús?
ResponderEliminarPullaro un chanta. Y el Pj santafesino útil a los intereses del conservadurismo Pro, por ej el senador de la pampa gringa que tan mal representa al FVP, habiendo sido electo por dicho espacio, el mentado Perotti.
ResponderEliminarEn la provincia de la bota no se salva nadie. Encontrar un progresista en serio, es como buscar una aguja en un pajar.