“Es necesario construir una alternativa
progresista que ofrezca contención a los argentinos que no se identifican con
éste gobierno, ni con los anteriores” no es una frase que se la haya ocurrido a
alguien ahora, para “cerrar la grieta”.
Casi con esas mismas
palabras se viene repitiendo más o menos desde los albores del menemismo, hace
ya más de 25 años. Y si nunca termina cuajando en nada serio o potable en
términos electorales, es porque es básicamente una consigna hueca, que en el
fondo no dice nada.
Como el propio
concepto de “progresismo”, que es -en la experiencia política argentina- un
enorme significante vacío en el que cada uno pone lo que quiere como contenido;
hasta que viene un “progresista” para decirle que en realidad los únicos
autorizados para definirlo, son ellos: así como algunos tienen el
“peronómetro”, hay un “progresómetro” que diferencia lo que es “progre”, de lo
que no.
El viernes pasado
el gobernador Lifschitz pareció decidido a encarnar la enésima versión del
“intento por construir una fuerza progresista de alcance nacional que escape a
la polarización/bipartidismo/grieta, (pongan ustedes el término que más les
plazca) para bla bla, bla....” y coso; luego de haberse reunido “en secreto”
con Margarita Stolbizer, Lousteau y Ricardito Alfonsín.
O sea, con dos
emprendimientos políticos unipersonales (uno de los cuáles viene pugnando para
ser admitido formalmente en “Cambiemos”), y un salame que dice que si no
estuviera en “Cambiemos”, estaría en contra de todo lo que hace el gobierno de
Macri, o algo por el estilo.
Como decía en sorna
Perón de las coaliciones políticas como “negocios para vender sánguches de
carne y pollo”, en ésta el socialismo vendría a poner la carne: el único
distrito en el cual el “progresismo” gestiona, como eje de la convocatoria.
Claro que Lifschitz vende humo, otra arraigada costumbre progresista: si la
gestión socialista fuera tan buena, no hubieran caído en votos en Santa Fe del
48 % de Binner en 2007 al 35 % de Bonfatti en 2011, el 31 % del propio
Lifschitz en 2015 y el 14 % de la lista de diputados nacionales el año pasado
Esta gente quiere
posicionarse como “los únicos que no tienen denuncias de corrupción”, omitiendo
que la mayoría de ellos no gestionaron nunca nada (es decir, fueron honestos
más por falta de oportunidad que por otra cosa), y que cuando gestionan se
aseguran que si existen casos de corrupción, nunca jamás sean publicados: en
esto son iguales al macrismo que se garantiza blindaje mediático a cambio de un
generoso reparto de publicidad oficial entre los medios.
El viernes pasado
Lifschitz criticaba al kirchnerismo “porque no había reducido la pobreza en el
país”, contra toda evidencia estadística aun de fuentes que les son afines,
como el Observatorio Social de la UCA, o el INDFEC “recalibrado” de Todesca;
pero lo más importante: nos dejó sin contarnos con cuáles políticas concretas
el “progresismo” que gobierna Santa Fe hace más de 10 años encaró el problema
de la pobreza, para reducirla.
Y la razón es muy
sencilla; no lo hizo porque no las hay, como hemos demostrado muchas veces acá
con los propios números oficiales de la provincia; que dan cuenta que la
inversión del Estado santafesino en educación, salud y desarrollo social cae
(en términos de participación porcentual en el presupuesto) sistemáticamente
desde el 2007; cuando llegó al gobierno el Frente Progresista Cívico y Social.
Los supuestos
confluentes en este nuevo “espacio progresista” votaron a favor del gobierno de
Macri sus iniciativas más polémicas, como el acuerdo con los fondos buitres o
el blanqueo de capitales; y el propio Lifschitz firmó el pacto fiscal que dio
paso al ajuste previsional: ¿dónde quedó entonces el “progresismo que debe
ponerle freno a la derecha” y coso?
Del mismo modo que
todos ellos (a título individual, o los espacios que integraron) se opusieron a
iniciativas del kirchnerismo que bien pudieron calificarse de “progresistas”:
la reforma a la carta orgánica del Banco Central, la ley de “pago soberano”
contra los fondos buitres, la recuperación de Aerolíneas Argentinas, las
reformas a la ley de abastecimiento, “Argentina Digital” o las reformas a la
ley de inteligencia; solo por citar algunas.
Y cuando
acompañaron algunas iniciativas (como la ley de medios, o la disolución de las
AFJP) lo hicieron en general, pero votando en contra de la cláusula que
obligaba a Clarín y otros grupos de medios a desinvertir en un caso, y en
contra de invertir los recursos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad en la
economía real, en el otro. Un progresismo raro.
Es difícil aventurar
hasta donde puede llegar este nuevo “ensayo progresista” cuando el propio
socialismo parece tener el boleto picado en la provincia, e incluso en la
propia ciudad de Rosario (para evitar lo cual viene volcando ingentes
cantidades de plata para intentar reflotar una gestión municipal desastrosa);
con una interna abierta del propio Lifschitz con Bonfati y un panorama
electoral incierto.
Por lo pronto
parece un esfuerzo más por derivar votos de ciertos segmentos antiperonistas
desencantados del gobierno de Macri, hacia la vía muerta de un voto testimonial
que no incidirá en los resultados del 2019, salvo para favorecer el intento de
la derecha por prolongar cuatro años más su estadía en el poder; y ver si en el
camino pueden obtener algunas bancas (dado que la cosecha al respecto vino
mermando considerablemente), con sus correspondientes “becas” anexas:
contratos, subsidios, pasajes, etc. Una epopeya módica, si se repara en los
fastos del lanzamiento.
Aunque estando
presente Lousteau en la movida, no habría que descartar que se trate
simplemente de otra paja más.
La pecera d estos "progres" son gorilas, dejalos trankas, cuanto mas votos tengan mas aleja al Pro del 40%.
ResponderEliminarEstos progres con Swiss Medical quieren cooptarle la marca "Margarita Stolbizer" al Frente Renovador, con ella pudieron arrasar en las legislativas y superar el dígito.
ResponderEliminar¿Quién va a hacer ahora las denuncias contra Cristina y sus hijos?
Por lo menos que le dejen a Masita a la abogada de Stolbizer (esa que echaron de la IGJ por venderle información a Clarín).