El ácting radical y de Carrió haciendo como
que se ocupaban de intentar frenar los tarifazos no se lo puede creer ni
siquiera el voto propio que está a las puteadas por esa razón, al que quisieron
calmar con la pantomima: un par de días antes tuvieron que actuar como lo que
son (oficialistas) y rajarse de la sesión especial pedida por la oposición para
frenarlos; así como salieron de la Casa Rosada con la revolucionaria propuesta
de mantener las tarifas, pero pagar las facturas en cuotas y con intereses.
Macri les respondió
como lo que es: el que tiene la sartén por el mango, porque es el dueño de los
votos de “Cambiemos”, los que tiene hoy y los que conserve en el futuro; y por
la misma razón también le ordenó a Vidal que saliera a bancar públicamente el ajuste,
cuando hasta ahora se venía haciendo la boluda.
Macri recibió a
Cornejo, el presidente de la UCR, con Aranguren a su lado, como para que no
quedaran dudas de que lo respalda (los radicales ya olvidaron que acercaron su
nombre para el gabinete, de la mano de Sanz) y que el verdadero gestor de los
tarifazos es él, el ministro simplemente los ejecuta. Así quedaron claros los
límites de la coalición de gobierno, y el rol que ocupa cada uno hacia su
interior, por lo menos para el que la conduce.
Pensar que Macri
podía abandonar los tarifazos porque se lo pidieran los radicales o Carrió es
un absurdo, propio de radicales como son todos (ella incluida), al fin y al cabo: son parte
esencial del programa económico del gobierno, y del plan de negocios del
presidente y sus amigos, socios, parientes y testaferros.
A veces se rechaza
por simplista o conspirativa la idea (esbozada entre otros por Moreau) de que
el macrismo es básicamente un plan de negocios, orquestado por un grupo de
vivos que vinieron a la política y la conducción del Estado para montar sus
propios quiosquitos para llevarse todo lo que puedan, mientras puedan. Se pone
por contraste al experimento amarillo en un contexto refundacional de la
derecha en el país, para volver a la Argentina no ya anterior al kirchnerismo,
sino al peronismo del 45’.
En nuestra opinión,
no hay contradicción entre una cosa y la otra, pues ambas cosas son ciertas:
Macri llegó para ejecutar un plan que pivotea en tres o cuatro sectores
considerados los motores del despegue del país, y de los negocios de los CEOS,
al mismo tiempo. Estos últimos serían los honorarios que percibe el directorio
por parte de los accionistas dueños de la empresa/país, por llevarla en la
dirección querida por ellos.
Sobre la base de
que la inversión extranjera sería -junto con las exportaciones- el motor del
crecimiento (una idea compartida incluso fuera de Cambiemos, y de allí los
apoyos de parte del peronismo y del massismo a las leyes troncales del modelo
como el acuerdo con los fondos buitres, o el régimen de contratos PPP), el
gobierno viene apostando a unos pocos sectores, que son los que tienen dinámica
de crecimiento desde el 2015, o reglas de juego más favorables para el capital: el campo privilegiado, la banca, el sector
financiero y los fondos de inversión, las “energías renovables” y las
tradicionales, el petróleo y la minería, y no mucho más: hasta la construcción
que fue impulsada para ganar las elecciones de medio término hoy es dejada en
manos de la “participación pública privada”, un esquema de rapiña ya fracasado
(al menos desde la perspectiva pública) donde se lo ensayó.
Para impulsar ese
modelo Macri fue tomando desde el primer día medidas que iban en contra de las
políticas troncales del kirchnerismo: arreglo con los fondos buitres,
reconexión a los mercados de deuda (para aceitar la entrada de dólares que
puedan salir como fuga de capitales, evaporando del país el excedente de los
negocios del bloque dominante), dolarización de los precios de la comida (con
la devaluación y quita de retenciones en combo) y de la energía (tarifazos y
liberación del mercado de los combustibles); y además un generosísimo blanqueo de capitales sin la obligación de traer al país la plata fugada a base de la evasión impositiva.
Si posando la lupa
en los jugadores importantes de cada uno de esos sectores (petroleras, bancos,
fondos de inversión, pooles de siembra, exportadoras, energéticas,
constructoras o desarrolladoras inmobiliarias) se encuentra como denominador
común al presidente, su familia, sus socios actuales, pasado o futuros y sus
posibles testaferros, no es pura casualidad: el plan está diseñado para que eso
suceda, con una simbiosis absoluta entre el Estado que orienta el desarrollo
según un determinado modelo productivo, y sus beneficiarios concretos; que
están de los dos lados del mostrador.
Incluso aunque las políticas generales para cada sector (como sucede con el petróleo y el gas) no produzcan los resultados esperados o prometidos, los negocios sí se concretan: ventajas de tener el privilegio de estar del lado del que se fijan las reglas, y al mismo tiempo de los que se benefician con ellas. De allí que los conflictos de intereses no son un accidente o un daño colateral no deseado del modelo, sino la consecuencia natural de la lógica con que éste está planteado: lo que es bueno para los negocios privados, necesariamente "debe" ser bueno para el país.
Incluso aunque las políticas generales para cada sector (como sucede con el petróleo y el gas) no produzcan los resultados esperados o prometidos, los negocios sí se concretan: ventajas de tener el privilegio de estar del lado del que se fijan las reglas, y al mismo tiempo de los que se benefician con ellas. De allí que los conflictos de intereses no son un accidente o un daño colateral no deseado del modelo, sino la consecuencia natural de la lógica con que éste está planteado: lo que es bueno para los negocios privados, necesariamente "debe" ser bueno para el país.
Y si en algunos de
esos sectores mimados por el modelo se venían pagando salarios altos, hay que
meter mano para bajarlos: acuerdos de flexibilización laboral para petroleras y
mineras, guerra declarada a los bancarios de Palazzo obligando a los bancos
(como si hiciera falta) a deprimirles sus salarios en términos reales; y para
los demás casos (metalúrgicos, camioneros, automotrices) la receta incluye
apertura de las importaciones, suba de las tasas de interés, reducción del
consumo vía salarios deprimidos y tarifazos, y “reducción de los costos de la
logística”.
En esto último -es
decir, la baja de los costos laborales, objetivo crucial del plan- los aliados
formales del PRO y de Macri en “Cambiemos” (radicales y lilitos) no solo no han
puesto reparos, sin que se han ofrecido gustosos a colaborar, con proyectos de
“democratización sindical” y denuncias judiciales contra dirigentes gremiales,
para todos los gustos.
Si hubo una
presunta “rebeldía” en los aliados del gobierno con el tema tarifas fue -como
se dijo- una puesta en escena para conservar el voto propio que se está yendo
descontento, y preservar así las quintitas institucionales conseguidas: los
radicales las provincias y municipalidades que gobiernan y sus escaños en el
Congreso, Carrió su banca, la chequera de los pasajes de avión y la obra
social; , además de la visibilidad en los medios. Lo demás -escarceos con los
operadores judiciales de Macri incluidos- es puro cotillón para la gilada.
Pero cuidado: queda claro que lo que se vendió como un acuerdo patriótico para salvar a la república, las instituciones y al país de convertirse en Venezuela, es un rejunte basado en estrictas razones de conveniencia recíproca: todos permanecerán con los pies en el plato, en tanto eso les reporte más beneficios que sacarlos.
Pero cuidado: queda claro que lo que se vendió como un acuerdo patriótico para salvar a la república, las instituciones y al país de convertirse en Venezuela, es un rejunte basado en estrictas razones de conveniencia recíproca: todos permanecerán con los pies en el plato, en tanto eso les reporte más beneficios que sacarlos.
Puesto a elegir
entre aliados, Macri les acaba de dejar en claro que prefiere a los que tienen
más años de recorrido (e intereses en común) con él, que los que se sumaron
luego de la convención de Gualeguaychú. Aun confía en su crédito personal
abierto con sus electores, para anteponerlo y reducir los daños electorales del
ajuste; e incluso a estas alturas debe estar pensando la “venganza”, con
candidatos propios en las provincias y municipalidades que desplacen a los
radicales, y le permitan afirmar su liderazgo en la coalición.
Hasta acá lo que se
puede ver desde afuera, sin necesidad de correr los cortinados. Fuera de eso,
al gobierno le entró la bala del tarifazo, como antes le había entrado la de la
reforma previsional; y se vio obligado a explicar cosas que no quería explicar,
y a sostener lo indefendible, y eso en política nunca es gratis, más tarde o
mas temprano se termina pagando.
Porque el asunto no
son los costos que puede pagar la coalición que gobierna hacia adentro o con
sus propios votantes por ejecutar su programa, sino con el resto, en especial con los apoyos aleatorios que le
dieron la victoria en el balotaje: si hay un sector al que no se lo puede
defraudar ofreciéndole un horizonte de progreso en campaña para pedirle un
perpetuo sacrificio en el gobierno, es a la clase media; donde la disociación
entre los valores que se pregonan y los que se practican suele ser grande.
Lo hemos dicho
antes y los reiteramos: el gobierno es lo que es, lo que muestra y lo que hace;
y eso que es, hace y muestra no incluye a todos: el país de Macri no alcanza en
términos económicos y sociales para todos los argentinos, ni siquiera para la
mayoría; y más tarde o más temprano eso tiene que tener su reflejo electoral.
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