Varios veces hemos dicho acá que la gravedad de la crisis económica la hace reconducir en crisis política, y si las soluciones no aparecen, en crisis institucional. Así ha sido -con los matices del caso- en cada ocasión en que los gobiernos no son capaces de salir de los embrollos que ellos mismos crean, o les son impuestos por el accionar de las fuerzas del mercado; y éste no será la excepción.
También dijimos que esa constatación obligaba a la oposición a estar a la altura de las circunstancias, no solo en el armado y construcción de una alternativa superadora a la actual administración, y en condiciones de derrotar electoralmente a la marca "Cambiemos"; sino de ponerle freno ya, ahora, al avance devastador de sus políticas sobre el cuerpo social, el entramado productivo y hasta las mismas libertades, derechos y garantías reconocidas por la Constitución Nacional.
"Hay 2019" es una consigna estimulante para superar el derrotismo y la creencia -que se reveló prontamente infundada- de que el macrismo era invencible, y se avecinaba una larga hegemonía bajo el signo amarillo. Pero no alcanza para disimular el hecho de que la oposición debe demostrar ser capaz, aquí y ahora, de dar respuesta a una sociedad agobiaba y crecientemente frustrada por el fracaso del gobierno de Macri; en todo lo que no sea garantizar sus negocios, y los objetivos de la clase social a la que expresa y representa.
Hoy mismo, en esta semana y en los días por venir, el Congreso de la nación volverá a ser la caja de resonancia de los temas que sacuden la agenda política, como lo fue en diciembre ante la reforma previsional y el primer intento de colar la reforma laboral flexibilizadora; y como lo fue hace unas semanas con la ley que intentaba poner un freno a los tarifazos.
El disparador ha sido el acuerdo del gobierno con el FMI, una verdadera caja de Pandora que contiene dentro todas las pestes y males posibles: un ajuste descomunal del Estado en todos sus niveles, la posible quiebra y liquidación del sistema previsional de reparto tal como lo conocemos, la entrega definitiva de los resortes del sistema financiero al capital internacional, y -esto ya está ocurriendo- el traspaso del comando de la economía nacional de las autoridades electas, a la burocracia de un organismo internacionalmente desprestigiado; porque solo ha contribuido a crear o agravar crisis allí donde ha metido sus narices, y pudo colar sus "recomendaciones" de política económica.
La gravedad de la hora no da lugar a disputas por el protagonismo, ni a mezquindades, ni a ambigüedades en la postura frente a las políticas del gobierno: la crudeza del ajuste que se viene no deja resquicios para "oposiciones responsables", "constructivas" o "interesadas porque al gobierno le vaya bien"; porque si le va bien (es decir, si logra imponer su hoja de ruta sin resistencias), al país y a la mayoría de sus habitantes les irá pésimo, peor aun de lo que ya se puede constatar a diario.
Y si la magnitud de la crisis se agudiza (y nada indica que las medidas que se están tomando lo impidan, más bien todo lo contrario), también se acelerarán los tiempos del deterioro institucional; y la oposición deberá acelerar también los pasos hacia la conformación de una alternativa, en condiciones de gobernar el país. Aun cumpliendo Macri su mandato, un eventual gobierno opositor deberá prepararse desde ahora para lidiar con una pesada herencia, que solo en virtud de las cláusulas leoninas del acuerdo con el FMI y sin contar los innumerables estropicios perpetrados por Macri en 30 meses de desgobierno, condiciona gravemente buena parte de su mandato.
La percepción de que las cosas son como las decimos ha empujado a la calle a los movimientos sociales, a las dos CTA, a la Corriente Federal de los Trabajadores y al sindicato de Camioneros; y hasta forzó a la conciliadora conducción de la CGT a convocar al paro nacional, aun ante la oferta del plazo de lentejas del dinero de las obras sociales. Ahora es el tiempo de la política en sentido estricto, que es la llamada a ponerse los pantalones, y dar una respuesta acorde a las circunstancias.
La unidad opositora que tanto se pregona debe construirse ahora en los hechos, la convergencia demostrarse en la práctica, los pasos iniciales de una cohesión futura con proyección electoral, debe ser probada ahora, en la calle y en el recinto del Congreso.
Para eso es necesario que la oposición (en especial "los peronismos") den muestras claras y contundentes de que están dispuestos a ponerle freno al gobierno, y a no cederle más cheques en blanco, ni transfusiones de "gobernabilidad" para una administración que ha venido licuando aceleradamente su poder político, transfiriendo a "los mercados", el FMI y la usura internacional, los resortes de decisión que le confirió su mandato democrático inicial.
Sin complejos por acusaciones de desestabilización o golpismo, sin pactos espurios cambiando espejitos de colores con un gobierno que ya a priori -y sin que nada hagan- no solo no los cumple, sino que les echa la culpa de todos los males del país, por boca del propio presidente de la nación.
La oposición debe ya mismo rechazar de plano en el Senado los pliegos de los fascinerosos propuestos por Macri para el Banco Central, rechazar contundentemente el acuerdo con el FMI y advertir que lo desconocerá en caso de llegar al gobierno, rechazar plasmar en el presupuesto del año que viene el mega ajuste que esa acuerdo supone, defender con uñas y dientes el Fondo de Garantía de la ANSES (incluso aunque hubieran levantado la mano para empezar a desguazarlo, como hicieron algunos al votar la "reparación histórica"), evitar toda tentativa de liquidarlo o de reimplantar alguna forma de jubilación privada o sistema de capitalización.
Eso, como para empezar a dar muestras no solo de que responden al mandato de las urnas en virtud del cual ostentan sus representaciones legislativas, sino para darle un mínimo de credibilidad a todo cuanto dicen acerca de la necesidad de la unidad opositora para hacerle frente al macrismo; y no a un simple amontonamiento electoral para ganar, y después vemos que pasa llegados al gobierno.
Un Banco Central al servicio del Estado argentino y sus objetivos de política económica, la independencia frente a la tutela y la injerencia del FMI en nuestro asuntos, los derechos laborales fundamentales (paritarias, ley de contrato de trabajo, convenios colectivos), un sistema previsional público, solidario, de reparto e inclusivo, un fondo previsional de garantía que inyecte recursos a la economía real: no es casual que se trate de conquistas comunes al primer peronismo, y al ciclo político transcurrido entre el 2003 y el 2015.
El que deserte del compromiso que la hora impone para defender (por acción u omisión) las políticas contrarias, que son no casualmente las que impulsa Macri en connivencia con el FMI, estará por el contrario defendiendo al Banco Central de Niemeyer y de Cavallo, a las jubilaciones para pocos, a la flexibilización laboral pre peronista y al enfeudamiento del país a los dictados de los centros internacionales del poder político y económico.
Lo digan o no, estarán reivindicando al menemismo, es decir esa otra década infame en la que se puso en marcha el peronismo que les gustaba al ingeniero Alsogaray y al almirante Rojas; porque por fin los peronistas "habían entendido" como eran las cosas. Y en ese caso no estarán después en condiciones de correr a nadie con el "peronómetro".
"Rechazar contundentemente el acuerdo con el FMI y advertir que lo desconocerá en caso de llegar al gobierno"
ResponderEliminarCreo que es por ahí. Se viene escuchando en varios lados.
Nuestra dirigencia debe responder.
CK
Pd: Hay un montón de alternativas antes que entregar la soberanía en temas económicos.