sábado, 25 de agosto de 2018

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En la última sesión del Senado y después de aprobar la autorización para allanar los domicilios de Cristina, se aprobó la “extinción de dominio”, con cambios al mamarracho que venía de Diputados. El proyecto es groseramente violatorio de las garantías constitucionales, según analizáramos en detalle acá y acá; y como el Senado lo modificó con mayoría simple del total de los presentes (40 votos contra 26), con la misma mayoría Diputados podría insistir en su sanción original, en los términos del artículo 81 de la Constitución.

Entre los cambios que introdujo el Senado están que la acción civil tendiente a la “recuperación de los bienes de la corrupción” no se autónoma, sino que debe instaurarse dentro del pro ceso penal en el que se investigan los delitos; y para prosperar requiere que exista al menos un fallo de primera instancia que determine la responsabilidad de los presuntos culpables para que la restitución de los bienes prospere.

También eliminó el carácter retroactivo de la ley, en función de lo dispuesto por el artículo 18 de la Constitución nacional (“Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso...”), y la extractividad de la ley penal más benigna que establece en su consecuencia el artículo 2 del Código Penal.

Sin embargo, leemos en La Política Online que Diputados insistiría en su sanción original dejando de lado precisamente esos dos aspectos, con el voto del oficialismo en sus dos vertientes: el interbloque de “Cambiemos” y el massismo; precisamente porque el engendro original fue un proyecto de autoría de Sergio Massa, el pasante de Giuliani.

Ese proyecto había sido presentado cuando estalló el escándalo de los bolsos de López, y se aprobó en la misma sesión que la “ley del arrepentido”, otro engendro de cuño massista que el oficialismo respaldó gustoso, no solo por compartirlo, sino porque ayudaba a desatar la cacería de kirchneristas, un objetivo compartido entre ambos; y porque a cambio de darle marquesina a la vanidad de Massa con esas pavadas para la tribuna (gorila), lograban sus votos para cuestiones más vinculadas a los “tejidos grasos”, como solía decir Perón.

Sobre las bondades de la “ley del arrepentido”, nos remitimos a las payasadas que estamos viendo por estos días, en los que también podemos ver los resultados beneficiosos para el país de la colaboración del massismo y el “peronismo racional” con el gobierno en la sanción de proyectos clave como el acuerdo con los fondos buitres y el blanqueo de capitales, y el respaldo de ese opoficialismo al levantamiento del “cepo” cambiario.

Tal como da cuenta la nota de La Política Online, una de las que salió con los tapones de punta contra el texto aprobado por el Senado es Graciela Camaño, que también recorrió los medios en la semana fustigando a Cristina en medio de la persecución en su contra, y defendiendo el accionar de Bonadío.

Su esposo, el señor Barrionuevo de Camaño (dato que a algunos compañeros embelesados con Camaño a veces se les escapa), flamante ex interventor del PJ por el dedo judicial de Servini de Cubría y la mano invisible de Macri, le hizo la segunda calculando en TN la magnitud del afano kirchnerista (al fin y al cabo, la opinión de un experto en la materia...de afanar), y apostando a que Cristina terminará presa.

Como los cambios que introdujo el Senado fueron a instancias de Pichetto y su bloque (el kirchnerismo terminó acompañando el mal menor, ante la perspectiva de que prosperar el mamarracho macro-massista), decíamos nosotros en Twitter que la vuelta del proyecto a Diputados representaba un desafío para ver hasta donde llegan los alcances de ciertos intentos de “unidad amplia con todos adentro” en la interna peronista: 

Al parecer, nuestro interrogante tiene respuesta, y no podemos decir que nos sorprenda: el massismo necesita tanto como el gobierno de la defenestración de Cristina, porque suponen que pueden pescar votos si la sacan de la cancha: un razonamiento tan primario como el de los que suponen que es posible acordar un marco de unidad con gente que no solo no quiere juntarse con nosotros, sino que lo que quiere es ponernos presos.

A lo mejor ahora y ante las nuevas evidencias, entienden como son las cosas y no perdemos el tiempo en vías políticas inconducentes. Lo mismo vale para el zigzagueante Felipe Solá, que en su momento acompañó ambos mamarrachos (la “ley del arrepentido”, y la “extinción de dominio” sin sentencia firme y retroactiva), y ahora viene intentando marcar distancia de Massa, para ver si pesca algún voto kirchnerista incauto: ¿qué piensa hacer cuando el tema se vuelva a discutir en Diputados?

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