En la última sesión del Senado y después de
aprobar la autorización para allanar los domicilios de Cristina, se aprobó la
“extinción de dominio”, con cambios al mamarracho que venía de Diputados. El proyecto es
groseramente violatorio de las garantías constitucionales, según analizáramos
en detalle acá y acá; y como el Senado lo
modificó con mayoría simple del total de los presentes (40 votos contra 26),
con la misma mayoría Diputados podría insistir en su sanción original, en los
términos del artículo 81 de la Constitución.
Entre los cambios
que introdujo el Senado están que la acción civil tendiente a la “recuperación
de los bienes de la corrupción” no se autónoma, sino que debe instaurarse
dentro del pro ceso penal en el que se investigan los delitos; y para prosperar
requiere que exista al menos un fallo de primera instancia que determine la
responsabilidad de los presuntos culpables para que la restitución de los
bienes prospere.
También eliminó el
carácter retroactivo de la ley, en función de lo dispuesto por el artículo 18
de la Constitución nacional (“Ningún habitante de la Nación puede ser penado
sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso...”), y la
extractividad de la ley penal más benigna que establece en su consecuencia el
artículo 2 del Código Penal.
Sin embargo, leemos en La Política Online que Diputados insistiría en su sanción
original dejando de lado precisamente esos dos aspectos, con el voto del
oficialismo en sus dos vertientes: el interbloque de “Cambiemos” y el massismo;
precisamente porque el engendro original fue un proyecto de autoría de Sergio
Massa, el pasante de Giuliani.
Ese proyecto había
sido presentado cuando estalló el escándalo de los bolsos de López, y se aprobó
en la misma sesión que la “ley del arrepentido”, otro engendro de cuño massista
que el oficialismo respaldó gustoso, no solo por compartirlo, sino porque
ayudaba a desatar la cacería de kirchneristas, un objetivo compartido entre
ambos; y porque a cambio de darle marquesina a la vanidad de Massa con esas
pavadas para la tribuna (gorila), lograban sus votos para cuestiones más
vinculadas a los “tejidos grasos”, como solía decir Perón.
Sobre las bondades
de la “ley del arrepentido”, nos remitimos a las payasadas que estamos viendo
por estos días, en los que también podemos ver los resultados beneficiosos para
el país de la colaboración del massismo y el “peronismo racional” con el
gobierno en la sanción de proyectos clave como el acuerdo con los fondos
buitres y el blanqueo de capitales, y el respaldo de ese opoficialismo al
levantamiento del “cepo” cambiario.
Tal como da cuenta
la nota de La Política Online, una de las que salió con los tapones de punta
contra el texto aprobado por el Senado es Graciela Camaño, que también recorrió
los medios en la semana fustigando a Cristina en medio de la persecución en su
contra, y defendiendo el accionar de Bonadío.
Su esposo, el señor
Barrionuevo de Camaño (dato que a algunos compañeros embelesados con Camaño a
veces se les escapa), flamante ex interventor del PJ por el dedo judicial de
Servini de Cubría y la mano invisible de Macri, le hizo la segunda calculando
en TN la magnitud del afano kirchnerista (al fin y al cabo, la opinión de un
experto en la materia...de afanar), y apostando a que Cristina terminará presa.
Como los cambios
que introdujo el Senado fueron a instancias de Pichetto y su bloque (el
kirchnerismo terminó acompañando el mal menor, ante la perspectiva de que
prosperar el mamarracho macro-massista), decíamos nosotros en Twitter que la
vuelta del proyecto a Diputados representaba un desafío para ver hasta donde
llegan los alcances de ciertos intentos de “unidad amplia con todos adentro” en
la interna peronista:
....Los arquitectos de "la unidad con todos adentro". Lo mismo vale para el bloque Sanguchito, que debería votar en línea con los senadores de Pichetto— La Corriente K (@lacorrientek) 23 de agosto de 2018
Al parecer, nuestro
interrogante tiene respuesta, y no podemos decir que nos sorprenda: el massismo
necesita tanto como el gobierno de la defenestración de Cristina, porque
suponen que pueden pescar votos si la sacan de la cancha: un razonamiento tan
primario como el de los que suponen que es posible acordar un marco de unidad
con gente que no solo no quiere juntarse con nosotros, sino que lo que quiere
es ponernos presos.
A lo mejor ahora y
ante las nuevas evidencias, entienden como son las cosas y no perdemos el
tiempo en vías políticas inconducentes. Lo mismo vale para el zigzagueante
Felipe Solá, que en su momento acompañó ambos mamarrachos (la “ley del
arrepentido”, y la “extinción de dominio” sin sentencia firme y retroactiva), y
ahora viene intentando marcar distancia de Massa, para ver si pesca algún voto kirchnerista
incauto: ¿qué piensa hacer cuando el tema se vuelva a discutir en Diputados?
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