Cuando estaba en campaña decía que en su
gobierno la inflación no iba a ser un problema, o iba a ser el más fácil de
resolver de todos, porque era una muestra de la incapacidad del que gobernaba:
se tenía fe el hombre. Ya en el gobierno, decía que si algo tenía claro, era
que no le iba a echar la culpa de la inflación a otro.
Después de haber prometido en campaña
“pobreza cero”, ya en funciones decretó un “apagón estadístico” del cual
emergimos con una nueva medición de la pobreza, por la que nos enteramos que en
lugar de reducir el número de pobres, en realidad el kirchnerismo lo había
aumentado; y ese era “el único punto de partida” desde el cual él aceptaba ser
juzgado: si lograba o no reducir ese número.
Cuando la realidad marca que la inflación,
lejos de bajar, sube y es mayor incluso que la del kirchnerismo, y que la
pobreza -él mismo lo dijo hace poco- volverá a subir incluso por encima de la
que ellos dicen que dejamos nosotros, el tipo nos cuenta que “pasaron cosas”:
la suba de las tasas en EEUU, la guerra comercial de Trump con China, la lira
turca, Brasil y el posible retorno de Lula.
Y ahora los cuadernos, que por un lado lo
ponen contento porque “los argentinos necesitamos saber la verdad”, pero por el
otro parece que nos trajeron recesión cuando veníamos bárbaro, o agravaron la
malaria que ya estaba, porque “pasaron cosas”.
Antes fueron “los
que ponen palos en la rueda”, “la máquina de impedir”, “la mafia de los
abogados laboralistas”, “la industria del juicio”, los jueces que no fallan
como él quiere.
O como dicen los
compañeros del Grupo Fragata, las culpas de lo que pasa están en la sociedad,
es decir, nosotros: que la viveza criolla, que la cultura del atajo, que
consumimos mucho, que andamos por la casa en patas y en remera en invierno, que
nos acostumbramos a elegir el camino fácil y a que nos regalen cosas, en lugar
de ganárnoslas con nuestro propio esfuerzo.
El tipo lleva ya
más de las dos terceras partes de su mandato consumido, y sigue con sus
costumbre previas de cuando era heredero, empresario o presidente de Boca: la
culpa siempre es de otro, de algún gerente o empleado que se puede despedir,
del padre (como cuando le encuentran cuentas, sociedades y chanchullos
ocultos), de Bianchi o el DT de turno, de los jugadores.
Nunca es de él, de
su gobierno de mierda, de su equipo de mierda, de las políticas de mierda que
aplican: por el contrario y contra la incontrastable evidencia de los
resultados a la vista, nos insiste que estamos por el rumbo correcto, y que
vamos a seguir por ahí, aunque todo explote.
Aunque la viole a
diario, aunque es probable que ni siquiera la haya leído nunca, o aunque crea que
a él no se le aplica, no está de más recordarle que la Constitución Nacional,
en su artículo 99 inciso 1) dice que el presidente “Es el jefe supremo de la Nación,
jefe del gobierno y responsable político de la administración general
del país. ” (las negritas son nuestras)
Por ahí cuando se
entere se cae de culo.
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