En noviembre del año pasado te contábamos acá sobre el proceso de privatizaciones en el área energética encarado por el gobierno de Macri, a partir del Decreto 882 por el cual se "auto autorizó" a sí mismo a desprenderse de centrales termoeléctricas construidas durante los gobiernos kirchneristas, y las acciones en Transener, la transportadora de electricidad más importante del país.
Al respecto, leemos en El Cronista que desde que el gobierno anunciara la decisión de
vender sus acciones en la empresa, estas perdieron más de un 50 % de su valor
en dólares, como consecuencia de la corrida cambiaria, un proceso común a las
principales empresas argentinas que cotizan en la bolsa, como veíamos acá.
Empresas en las que
-también lo hemos dicho antes- el Estado tiene participación a través del Fondo
de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la ANSES: en el caso de Transener
alcanza al 19,57 % de las acciones Clase B, como podemos ver acá en el portal de la empresa.
Además, por
supuesto, de las acciones cuya venta autorizó el citado Decreto 882/17 firmado
por Macri y Aranguren, y que corresponden a Citelec, la controlante de
Transener que comparten Integración Energética Argentina S.A. (IESA), la
empresa creada por el gobierno de Macri para suceder a ENARSA.
Recordemos también
que las acciones que tiene el Fondo de ANSES en empresas privadas estaban
protegidas por la Ley 27.181 que hizo sancionar Cristina al final de su segundo
mandato, para evitar que fueran privatizadas (vendidas) sin autorización
especial del Congreso, con el voto de los dos tercios de los miembros de cada
Cámara.
Esa prudente
disposición, como es sabido, fue barrida en el 2016 por la Ley 27.260 que
aprobó el blanqueo de capitales y de paso, le dejó al gobierno de Macri las manos
libres para desprenderse de las acciones del Estado en empresas privadas; ley
que contó con el aval del Frente Renovador massista y el “peronismo federal” de
Bossio, Pichetto y los gobernadores.
Lo cierto es que
con esa ley, más el decreto dictado 882 dictado a posteriori (que manda a
vender centrales eléctricas construidas por el Estado durante el kirchnerismo)
el gobierno de Macri retornaba de lleno a la política de privatizaciones del
menemismo, al mismo tiempo que en algunos sectores de la economía (como la
energía) fijaba nuevas reglas de juego que hacen que sea muy lucrativo
controlar esas empresas, como la dolarización de las tarifas: un negocio del
que explícitamente quieren dejar afuera al Estado, para que lo aprovechen los
privados.
Así por ejemplo
quieren obligar a YPF a desprenderse del 70 % de Metrogas (distribuidora de gas natural en el AMBA) por ser incompatible la condición de productora de gas con
la de distribuidora del mismo fluido, cosa que no hacen contra empresas en la
misma condición, como Pampa Energía (dueña junto a IESA de Transener),
Tecpetrol (la petrolera del Grupo Techint) o CGC (Compañía General de
Combustibles, la petrolera de Corporación América, el grupo Eurnekián).
Es decir: el Estado
crea las reglas de juego para que los privados hagan negocios, pero se
autoexcluye de los beneficios, cargando solamente con los costos que él mismo
ha creado; como acaba de pasar con la asunción por su parte (es decir, por
todos nosotros) de la compensación a las distribuidoras de gas por la
devaluación, aunque muchas de ellas igual obtuvieron ganancias siderales,
algunas se cubrieron de la variación del tipo de cambio comprando contratos de
dólar futuro y ninguna justificó haber pagado los precios del gas que harían
viable esa compensación.
Va de suyo que un
accionista (en éste caso el Estado) que asume explícitamente una posición
vendedora de sus tenencias (primero con la ley que derogó el “cepo” de Cristina
a las privatizaciones, luego con el decreto 882) lo primero que logra es que esas
acciones pierdan valor: nadie va a comprar caro hoy, lo que puede conseguir
barato mañana.
Y si a eso le
sumamos el efecto de la devaluación, tenemos el resultado que describe la nota
de El Cronista: una caída vertical del precio de las acciones, medido en moneda
dura, y por ende una excelente oportunidad para que inversores con espaldas
(incluso los propios socios mayoritarios del Estado bobo) compren esas
acciones baratas. O mejor aun: para que las compren inversores extranjeros, con los dólares en la mano.
Si no lo hacen
ahora en el caso de Transener es porque no está el horno para bollos con el
escándalo que se armó con la compensación a las gasíferas, pero seguramente
esperarán a que se disipe un poco la polvareda; porque esa fue la idea desde un
principio: el desguace del Estado a precios de remate, como en los 90’.
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