Mientras todos discutíamos quien pagaba la
compensación a la distribuidoras de gas y las petroleras por la devaluación, en
Neuquen se aprobaba una nueva adenda al convenio de flexibilización laboral
para los petroleros en Vaca Muerta, con una virtual supresión del derecho de
huelga.
En la adenda
quedaron comprendidos también los trabajadores de la construcción nucleados en
la UOCRA, y ambos sindicatos (el otro es el de Petroleros Privados de Neuquén que
conduce el senador del MPN Guillermo Pereyra) hacían así su aporte “a la paz
social, comprendiendo el carácter estratégico que tiene para el país” la
explotación de esa reserva gigantesca de petróleo y gas.
La adenda es un
complemento del acuerdo de flexibilización firmado el año pasado, y priva a los
trabajadores y sus sindicatos de la herramienta básica con la que cuentan para
defender sus derechos, contemplada nada menos que en el artículo 14 Bis de la
Constitución Nacional. Da por tierra también con el principio de la
irrenunciabilidad de los derechos laborales, que el gobierno había intentado
amputar del texto de la Ley de Contrato de Trabajo, en la primera versión de la
fallida reforma laboral.
Al mismo tiempo, el
gobierno provincial en manos del MPN (hoy aliado del macrismo en el Congreso,
como lo fuera de todos los gobiernos nacionales desde 1983) y el gobierno
municipal de la capital (con intendente de la UCR) reprimían salvajemente a los
trabajadores municipales movilizados contra la reforma previsional que les
cercena derechos, y que el gobierno provincial se apresta a replicar para sus
empleados públicos.
Cuando se lanzó el
primer acuerdo de flexibilidad laboral en Vaca Muerta Macri lo puso como el
ejemplo y modelo a seguir en todas las actividades, sobre la base de la falsa
(e interesada) idea de que el problema del modelo productivo de la Argentina
está en sus elevados costos laborales, y en los “privilegios” (léase derechos)
de que gozan los trabajadores y los sindicatos que los nuclean.
Convenios similares
se firmaron en la industria automotriz con el SMATA, con la misma UOCRA para
emprendimientos privados, y con la UOM para las industrias electrónicas de
Tierra del Fuego, pero hasta ahora en ninguno de esos casos se había llegado al
extremo que acaban de consagrar en Vaca Muerta: comprometerse a no hacer
huelga.
Mientras tanto,
leemos acá que los trabajadores (porque eso son, aunque
muchos no lo sepan o no lo quieran reconocer) de plataformas de servicios como
Uber, Cabify, Treggo, Mercadoni, Rappi y Glovo, fundaron su propio sindicato, y
solicitaron su inscripción en el ex ministerio y hoy Secretaría de Trabajo de
la nación: la APP (Asociación de Personal de Plataformas).
Sus reclamos
iniciales son mínimos, como que los dueños de las plataformas absorban de sus
bolsillos el pago de las cuotas del monotributo que hoy pagan los trabajadores
del suyo, y que también contraten un seguro que los cubra contra todos los
riesgos derivados de su labor. Como ven, no hablan ni siquiera de blanquear el
carácter laboral de la relación, hacerles los aportes jubilatorios o a la obra
social, o cosas por el estilo.
Sin embargo, esa
simple circunstancia de haberse agrupado para armar un sindicato que los
represente y defienda encendió las alarmas en los empresarios del sector, y es
lógico que así sea: es un ataque directo al corazón de un modelo de negocios
basado no tanto en la innovación tecnológica, como en la explotación de la mano
de obra que trabaja en condiciones de precariedad absoluta, y de total carencia
de derechos laborales, o derivados de la condición de trabajadores, que les es
negada.
Modelos de negocios
activamente promovidos por el macrismo (sin que deba confundir al respecto la
falta de oficialización de UBER en la CABA ante la resistencia de los taxistas,
donde hay mucho voto oficialista), como el ejemplo a seguir, parar “modernizar
las relaciones laborales”, o peor aun: para alentar el “emprendedurismo” donde
cada uno es “su propio empresario”, aunque sea manejando una moto o bicicleta
para acarrear bultos pesados.
La engañifa
perfecta del capitalismo siglo XXI, que llama “asociados” a lo que no son sino
esclavos disfrazados, pero eso sí: libres de atarse a un sindicato, o a
condicionantes como la conciencia de clase, o la solidaridad con otros que
están en su misma condición.
Tampoco es cuestión de enojarse con los que aceptan trabajar en esas condiciones, porque son parte de las víctimas de un modelo de exclusión: así como Perón decía que gobernar es crear trabajo, para Macri, su gobierno y su clase gobernar es destruirlo, para crear un ejército de reserva de desocupados que acepten mansamente trabajar en cualquier condición que sea con tal de remarla; o precarizarlo y abaratarlo, haciendo que los que tienen un empleo acepten moderar reclamos, rebajar exigencias, resignar derechos, para poder conservarlo. La teoría de los dos zapatos de Prat Gay.
Tampoco es cuestión de enojarse con los que aceptan trabajar en esas condiciones, porque son parte de las víctimas de un modelo de exclusión: así como Perón decía que gobernar es crear trabajo, para Macri, su gobierno y su clase gobernar es destruirlo, para crear un ejército de reserva de desocupados que acepten mansamente trabajar en cualquier condición que sea con tal de remarla; o precarizarlo y abaratarlo, haciendo que los que tienen un empleo acepten moderar reclamos, rebajar exigencias, resignar derechos, para poder conservarlo. La teoría de los dos zapatos de Prat Gay.
Sea del extremo de la pirámide laboral que se tome (los petroleros, trabajadores en blanco, calificados y bien pagos, los "asociados" de las plataformas, precarizados, en negro y mal pagos), lo que se busca es siempre lo mismo: supresión del
derecho de huelga, prohibición de sindicalizarse, negación del carácter de
trabajadores, instauración del fraude laboral, precarización, recorte de
derechos. Es curioso como la modernidad macrista consiste en retornarnos a los
tiempos del medioevo.
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