viernes, 5 de octubre de 2018

NO IMPORTA CUANDO ESTÉS LEYENDO ESTO


El programa acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las medidas dadas a conocer por la actual gestión, tienen como objetivo dar previsibilidad tanto al conjunto de la sociedad como a los inversores. Es un importante respaldo del mundo a la Argentina que le da la posibilidad de atacar los problemas estructurales de desequilibrio fiscal y persistencia de altas tasas de inflación. El camino a transitar para lograr este objetivo es duro y difícil pero imprescindible. La alternativa de no emprenderlo o que fracase por la falta de acuerdo político es muchísimo peor.

También es importante que en este difícil contexto tanto las organizaciones sindicales como las no gubernamentales se comprometan con el fin de mantener la paz social. Como hemos sostenido en anteriores comunicados, el equilibrio fiscal debe lograrse principalmente mediante una reducción del gasto improductivo nacional, provincial y municipal, encarando una reforma administrativa del sector público que permita reducir la asfixiante presión impositiva sobre empresas e individuos. Aumentar los impuestos a los sectores más dinámicos de la economía, capaces de crear valor y generar empleo genuino para mantener privilegios y estructuras empresarias públicas obsoletas, es insostenible en las presentes circunstancias.

Los entrecomillados que anteceden son textual del documento producido ayer por el “Foro de Convergencia Empresarial” (completo acá), que nuclea a los más granado del garcaje local, las negritas son nuestras. El documento podría haber sido escrito en 1976 o en la década del 90’, porque como ellos mismos lo reconocen: no pretenden ser originales: repiten una y otra vez el mismo corpus de ideas apolilladas, los mismos diagnósticos, las mismas soluciones.

Soluciones que solo consultan sus propios intereses -y a veces ni siquiera eso-, y que invariablemente son presentadas como el único camino racional y posible para el país, y todos deben comprenderlo así: empresarios, trabajadores, sindicatos, el mundo de la política. Aunque la evidencia histórica indique todo lo contrario, porque cada vea que se ensayaron, terminaron en desastre; y esta no será la excepción.

Equilibrio fiscal conseguido sobre la base de reducir los gastos del Estado y no de aumentar sus ingresos, reducción de impuestos, privatizaciones, derechos laborales entendidos como privilegios y no como conquistas y, por supuesto, la total adhesión a un modelo de valorización financiera para la fuga de capitales, que va destruyendo a su paso entramado productivo, capital de trabajo de las empresas, empleo, salarios, cohesión social.

Un programa con las famosas “tres o cuatro cosas en las que nos tenemos que poner todos de acuerdo”, a las que no suelen llamar por su nombre porque son éstas y no otras; y en ese pliego no entran los derechos ni las perspectivas de la inmensa mayoría de los argentinos. Un pliego que unifica las demandas de todas las fracciones del capital limando sus diferencias internas (que las hay), y en el que le han bajado el tono a la siempre presente reforma laboral flexibilizadora, porque la brutal licuación del costov salarial medido en dólares al compás de la corrida, la ha hecho menos apremi9ante, y con menor costo de resistencia sindical.

No existe en el documento -ni la busquen, porque no la habrá- la más mínima autocrítica al rol patético de una élite fugadora serial de capitales, evasora compulsiva, ausente, rentista y parasitaria de la sociedad en su conjunto, e incluso de ese mismo Estado del cual abominan; rasgos todos ellos que configuran el verdadero programa de nuestra clase dirigente empresarial; que pretende que todos los actores sociales y políticos se acomoden a él, y lo acepten sin resistir.

Tampoco hay la más mínima línea dedicada a plantear siquiera la discusión de un modelo de desarrollo nacional integrado, moderno, con agregado de conocimiento y valor, con equidad y cohesión social, no señor: nuestra “burguesía nacional” (cada vez más burguesa, hace rato ya no nacional, si es que alguna vez lo fue) persiste en una mentalidad de patrón de estancia, de plantación, mina o cafetal: salarios bajos, empleo barato, infraconsumo, Estado ausente, para generar excedentes que valorizar financieramente y fugar hacia destinos más amables para el capital.

Ni se les ocurra pensar que aborden el problema del déficit de cuenta corriente del balance de pagos (es decir, la famosa y super estudiada restricción externa) como el principal problema estructural del modelo productivo del país, o la inequidad en la distribución del ingreso como su correlato en lo que tiene que ver con la integración de la sociedad, desde una perspectiva de justicia.

Están bancando explícitamente tarifazos que impactan de pleno en los costos del que produce, para la ganancia de una puñado de empresas que operan en “mercados regulados” por ese Estado del que abomina; tasas de interés inverosímiles para que ganen fortunas los bancos y los especuladores financieros, aunque en el camino se lleven puestas a las Pymes, quiebren la cadena de pagos (incluso de empresas con más espaldas) y obstruyan el giro comercial cotidiano a niveles insospechados; una irracional apertura de las importaciones que destruye empresas y empleos.

Cuando los ojos de muchos argentinos están puestos en el mundo de la política para ver si es capaz de ofrecerles alternativas para salir del desastre social y económico en el que nos han sumido las ideas y las políticas que estos crápulas están bancando, los tipos le dicen que su hoja de ruta es la única posible, y que si quieren se entretengan yendo a elecciones, pero que ni se les ocurra apartarse de la misma. Ojo: y hay sectores opositores (como el Cuarteto Imperial del “peronismo alternativo”) que han entendido el mensaje, y se aprestan a ponerlo en práctica.

En una sociedad organizada bajo las reglas del capitalismo como la nuestra, son los dueños de los medios de producción los que generan empleo y pagan salarios (al menos directamente), pero eso no significa que la política y el Estado democráticos se desentiendan del problema, o accedan automáticamente a todas sus demandas extorsivas por esa simple constatación.

Porque de lo contrario estarían faltando a su razón de ser, a su justificación conceptual e histórica: fueron creados precisamente para compensar desigualdad, arbitrar entre fuerzas sociales, componer intereses, regular, supervisar, dar una dirección al conjunto social y dentro de él, al modelo de desarrollo económico, y a la distribución de los excedentes que genera.

Es responsabilidad del Estado y la política construir un país con todos adentro, lo que no significa (como suele decirse) “gobernar para todos”, porque eso es lisa y llanamente imposible: por el contrario, ese país que hay que construir incluye a estos tipos, con esta mentalidad y con estos intereses; pero hay que construirlo “pese” a ellos,  “contra” ellos: en una sociedad desigual, fragmentada y desequilibrada como la argentina, todo lo que a unos les falta, es porque a otros les sobra; y en ese contexto, todo derecho que se logra o reconquista, supone la pérdida de un privilegio.

Y si esa responsabilidad no es asumida claramente desde la política, mejor abandonarla y dedicarse a otra cosa, o darles directamente a estos tipos la única llave del país que -al menos en parte- todavía no tienen, para que lo manejen como les parezca. Tuit relacionado:

No hay comentarios:

Publicar un comentario