“El programa acordado con el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y las medidas dadas a conocer por
la actual gestión, tienen como objetivo dar previsibilidad tanto al
conjunto de la sociedad como a los inversores. Es un importante respaldo
del mundo a la Argentina que le da la posibilidad de atacar los problemas
estructurales de desequilibrio fiscal y persistencia de altas tasas de
inflación. El camino a transitar para lograr este objetivo es duro y
difícil pero imprescindible. La alternativa de no emprenderlo o que fracase
por la falta de acuerdo político es muchísimo peor.”
“También es importante que en este
difícil contexto tanto las organizaciones sindicales como las no
gubernamentales se comprometan con el fin de mantener la paz social. Como
hemos sostenido en anteriores comunicados, el equilibrio fiscal debe lograrse
principalmente mediante una reducción del gasto improductivo nacional,
provincial y municipal, encarando una reforma administrativa del sector público
que permita reducir la asfixiante presión impositiva sobre empresas e
individuos. Aumentar los impuestos a los sectores más dinámicos de la economía,
capaces de crear valor y generar empleo genuino para mantener privilegios y
estructuras empresarias públicas obsoletas, es insostenible en las presentes
circunstancias.”
Los entrecomillados
que anteceden son textual del documento producido ayer por el “Foro de
Convergencia Empresarial” (completo acá), que nuclea a los más granado del garcaje local, las
negritas son nuestras. El documento podría haber sido escrito en 1976 o en la
década del 90’, porque como ellos mismos lo reconocen: no pretenden ser
originales: repiten una y otra vez el mismo corpus de ideas apolilladas, los
mismos diagnósticos, las mismas soluciones.
Soluciones que solo
consultan sus propios intereses -y a veces ni siquiera eso-, y que
invariablemente son presentadas como el único camino racional y posible para el
país, y todos deben comprenderlo así: empresarios, trabajadores, sindicatos, el
mundo de la política. Aunque la evidencia histórica indique todo lo contrario,
porque cada vea que se ensayaron, terminaron en desastre; y esta no será la
excepción.
Equilibrio fiscal
conseguido sobre la base de reducir los gastos del Estado y no de aumentar sus
ingresos, reducción de impuestos, privatizaciones, derechos laborales
entendidos como privilegios y no como conquistas y, por supuesto, la total
adhesión a un modelo de valorización financiera para la fuga de capitales, que
va destruyendo a su paso entramado productivo, capital de trabajo de las empresas,
empleo, salarios, cohesión social.
Un programa con las
famosas “tres o cuatro cosas en las que nos tenemos que poner todos de
acuerdo”, a las que no suelen llamar por su nombre porque son éstas y no otras;
y en ese pliego no entran los derechos ni las perspectivas de la inmensa
mayoría de los argentinos. Un pliego que unifica las demandas de todas las
fracciones del capital limando sus diferencias internas (que las hay), y en el
que le han bajado el tono a la siempre presente reforma laboral flexibilizadora,
porque la brutal licuación del costov salarial medido en dólares al compás de
la corrida, la ha hecho menos apremi9ante, y con menor costo de resistencia
sindical.
No existe en el
documento -ni la busquen, porque no la habrá- la más mínima autocrítica al rol
patético de una élite fugadora serial de capitales, evasora compulsiva,
ausente, rentista y parasitaria de la sociedad en su conjunto, e incluso de ese
mismo Estado del cual abominan; rasgos todos ellos que configuran el verdadero
programa de nuestra clase dirigente empresarial; que pretende que todos los
actores sociales y políticos se acomoden a él, y lo acepten sin resistir.
Tampoco hay la más
mínima línea dedicada a plantear siquiera la discusión de un modelo de
desarrollo nacional integrado, moderno, con agregado de conocimiento y valor,
con equidad y cohesión social, no señor: nuestra “burguesía nacional” (cada vez
más burguesa, hace rato ya no nacional, si es que alguna vez lo fue) persiste
en una mentalidad de patrón de estancia, de plantación, mina o cafetal:
salarios bajos, empleo barato, infraconsumo, Estado ausente, para generar
excedentes que valorizar financieramente y fugar hacia destinos más amables
para el capital.
Ni se les ocurra
pensar que aborden el problema del déficit de cuenta corriente del balance de
pagos (es decir, la famosa y super estudiada restricción externa) como el
principal problema estructural del modelo productivo del país, o la inequidad
en la distribución del ingreso como su correlato en lo que tiene que ver con la
integración de la sociedad, desde una perspectiva de justicia.
Están bancando
explícitamente tarifazos que impactan de pleno en los costos del que produce,
para la ganancia de una puñado de empresas que operan en “mercados regulados”
por ese Estado del que abomina; tasas de interés inverosímiles para que ganen
fortunas los bancos y los especuladores financieros, aunque en el camino se
lleven puestas a las Pymes, quiebren la cadena de pagos (incluso de empresas
con más espaldas) y obstruyan el giro comercial cotidiano a niveles
insospechados; una irracional apertura de las importaciones que destruye
empresas y empleos.
Cuando los ojos de
muchos argentinos están puestos en el mundo de la política para ver si es capaz
de ofrecerles alternativas para salir del desastre social y económico en el que
nos han sumido las ideas y las políticas que estos crápulas están bancando, los
tipos le dicen que su hoja de ruta es la única posible, y que si quieren se
entretengan yendo a elecciones, pero que ni se les ocurra apartarse de la
misma. Ojo: y hay sectores opositores (como el Cuarteto Imperial del “peronismo
alternativo”) que han entendido el mensaje, y se aprestan a ponerlo en
práctica.
En una sociedad
organizada bajo las reglas del capitalismo como la nuestra, son los dueños de
los medios de producción los que generan empleo y pagan salarios (al menos
directamente), pero eso no significa que la política y el Estado democráticos
se desentiendan del problema, o accedan automáticamente a todas sus demandas extorsivas
por esa simple constatación.
Porque de lo
contrario estarían faltando a su razón de ser, a su justificación conceptual e
histórica: fueron creados precisamente para compensar desigualdad, arbitrar
entre fuerzas sociales, componer intereses, regular, supervisar, dar una
dirección al conjunto social y dentro de él, al modelo de desarrollo económico,
y a la distribución de los excedentes que genera.
Es responsabilidad
del Estado y la política construir un país con todos adentro, lo que no
significa (como suele decirse) “gobernar para todos”, porque eso es lisa y
llanamente imposible: por el contrario, ese país que hay que construir incluye
a estos tipos, con esta mentalidad y con estos intereses; pero hay que
construirlo “pese” a ellos, “contra”
ellos: en una sociedad desigual, fragmentada y desequilibrada como la
argentina, todo lo que a unos les falta, es porque a otros les sobra; y en ese
contexto, todo derecho que se logra o reconquista, supone la pérdida de un
privilegio.
Y si esa
responsabilidad no es asumida claramente desde la política, mejor abandonarla y
dedicarse a otra cosa, o darles directamente a estos tipos la única llave del
país que -al menos en parte- todavía no tienen, para que lo manejen como les
parezca. Tuit relacionado:
Que lastre para el país toda este gente. Y hay que hacerlo con ellos adentro, o para ser más precisos: peses a ellos, y contra ellos— La Corriente K (@lacorrientek) 4 de octubre de 2018
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