miércoles, 14 de noviembre de 2018

QUE SEA REMERA


Hay un extendido deseo entre la mayor parte de la dirigencia del peronismo polñítico y sindical de mostrar “afectio societatis” para juntarse y gestar un proceso de unidad amplia para encarar las cruciales elecciones presidenciales del año que viene; simbolizado con la profusión de fotos de reuniones cada vez más pobladas de concurrentes en el quincho del PJ nacional, mostrando en todas ellas la vuelta de algún dirigente al redil común.

El deseo y los gestos que lo expresan no pueden objetarse, en tanto suponen un intento de recomposición de la unidad política que sustentó la experiencia kirchnerista a lo largo de su derrotero, con los vaivenes que todos conocemos. Y transmite un mensaje claro hacia afuera: la dirigencia de la principal fuerza opositora comprendió la gravedad del momento, y pone manos a la obra actuando en consecuencia, tratando de demostrar que está a la altura de las circunstancias.

El mensaje a su vez les sirve a todas las partes hacia adentro: a Cristina y el kirchnerismo, para desmentir las acusaciones de sectarismo y de encerrarse en un círculo áulico impermeable a otras visiones; y a los otros sectores para darle un cauce productivo a su intención de protagonismo político, tras varios ensayos fracasados en ese sentido, básicamente por falta de votos, digamos todo. En el caso del sindicalismo, el acercamiento a CFK responde a razones de estricta racionalidad instrumental, frente a un gobierno que agrede a su base de representación, sin que la política dialoguista que parte de sus dirigentes ensayaron haya conseguido morigerar esa tendencia irrefrenable de un gobierno de clase.

Así vistas las cosas, poco importa dilucidar quien se movió primero en dirección del otro, aun cuando no se pueda desconocer el peso especifico de cada uno de los actores en términos electorales, que será en definitiva lo que resuelva (por acuerdo o por competencia en las PASO) la candidatura opositora para enfrentar a Macri: hoy por hpy y salvo imponderables, la de Cristina.

Claro que como dicen los tuits de apertura, de la unidad de los dirigentes por más amplia que sea, no se sigue necesariamente la suma de sus posibles votantes, o dicho de otro modo, la sumatoria de figuras no es necesariamente sumatoria de votos: sin Felipe Solá, Alberto Fernández y Alberto Rodríguez Saá (enfrentados por entonces a su gobierno, y encarnando alternativas opositoras), Cristina llegó al 54 % en el 2011; y a la inversa, en otros contextos, peleada con Moyano y la CGT, el FPV perdió las elecciones del 2015, así como antes había perdido las legislativas del 2013 con el desprendimiento de Sergio Massa.

Si bien el triunfo opositor el año que viene depende en gran medida del deterioro de la imagen de Macri y su gobierno, es necesario que el candidato que ofrezca la oposición peronista logre captar parte de ese voto fluctuante y cruzado, que estuvo presente en el 54 % de CFK en el 2011, pero también en el 51 % de Macri en el balotaje del 2015; lo cual nos remite a la “figurita difícil” de estos intentos de unidad opositora ampliada: Sergio Massa).

El tigrense fue desde el 2013 un canal de expresión del anti kirchnerismo, y lo ratificó en el 2015, haciéndole un guiño a Macri en el balotaje, y en su conducta consecuente durante buena parte de estos tres años de gobierno de “Cambiemos”; más preocupado por sepultar definitivamente a Cristina, que por contener al gobierno.

Aun hoy, cuando todos hablan de unidad y actúan en consecuencia en público privilegiando las coincidencias y poniendo en segundo plano las diferencias, Massa sigue haciendo guiños al electorado anti kirchnerista (que no es lo mismo que el no kirchnerista); por ejemplo cuando se pregunta en modo retórico si el gobierno de Macri no es peor que el de Cristina (al revés de lo que están empezando a metabolizar algunos votantes de “Cambiemos”, aunque parezca que es igual), o cuando se pone en un mismo plano de igualdad con CFK, para excluirse de toda posible candidatura en aras de la unidad; pero con la intención real de que la excluida sea ella.

Valga también el ejemplo de Massa para ilustrar sobre la relación no lineal entre  la sumatoria de dirigentes, y la de votos: el tigrense pierde dirigentes de su estructura todos los días, ¿significa eso que pierde también votos o no, cuanto pesa hoy electoralmente? Sus fotos con Alfonsín, Stolbizer y los socialistas, revelan que trata de pescar por afuera del voto peronista para compensar las fugas (lo que no estaría mal), pero la duda que plantea es hacia donde quiere llevar la cosecha: ¿a confrontar con Macri, a restar a una construcción opositora amplia y favorecer al gobierno?

Y eso tiene que ver con las posibilidades reales de la “unidad amplia con todos adentro” que tanto se pregona, tanto como con las reales potencialidades electorales de la propuesta que de ella surja, y si bien es cierto que indagar sobre eso podría considerarse poner el carro delante de los caballos (de allí que se repita como un mantra “primero ganemos y después vemos”), lo cierto es que el perfil político que se adopte, determinará los votos que se capten, sin importar cuantos dirigentes entren en la foto, ni cuantos queden afuera.

Massa yendo por adentro de un frente ampliado con centro en el peronismo seguramente pierde ampliamente (como cualquier otro candidato) una PASO contra Cristina, y en ese caso ¿sus votos irían a Cristina, son parte del consenso anti-macrista (hoy por hoy, el principal combustible de la unidad), o sigue siendo un vehículo del anti-cristinismo, y en tal caso no conviene más que vaya por afuera, drenándole al oficialismo votos descontentos con el gobierno de Macri, pero que jamás votarían al peronismo?

Hasta acá y como diría Borges, a la mayor parte de los sectores internos del peronismo los viene uniendo el espanto a Macri, tal como “Cambiemos” se unió por rechazo al kirchnerismo; y es posible que ese espanto sea tanto a lo que ya hizo, como a lo que intentará hacer, si tiene la oportunidad: profundización del ajuste, flexibilización laboral, liquidación del sistema público previsional de reparto.

Otro tanto del deseo de unidad tiene que ver estrictamente con un simple instinto de supervivencia: la anunciada hegemonía macrista se apagó al mismo tiempo que se consumía la idea del declive irreversible del kirchnerismo, y eso obligó a revisar posiciones, planteos y alineamientos

Pero en carrera para las elecciones habrá que dar señales más claras de lo que se hará en caso de ser gobierno para encarar problemas estructurales que el país tenía ya durante el kirchnerismo (la restricción externa, el sistema financiero, el modelo productivo, la salud pública), y otros que Macri recreó o agravó (la deuda, las tarifas, el empleo, el salario)

Y ahí será necesario algo más que buenas intenciones, voluntarismos y fotos de mesas amplias con hijos pródigos regresados, si lo que se quiere -además de sumar dirigentes- es ganar votos, que al fin y al cabo es lo que cuenta.

3 comentarios:

  1. "que estuvo presente en el 54 % de CFK en el 2011, pero también en el 51 % de Macri en el balotaje del 2015". El 54% d Cristina fue en primera vuelta y en primera vuelta Macri fue derrotado acumulando 34%. Si comparamos en ballotage 49% FPV vs 51% PRO (en realidad la diferencia real es la mitad d la escrutada: un voto adicional a FPV restaba simultaneamente un voto a Macri, ergo la diferencia real fue 1,2 puntos: 320.000 votos). El colectivo "ganancias" sumaba 1 millon d trabajadores en 2015 y no estaria demasiado alejado d la realidad si afirmo q sucumbio ante: "EN MI GOBIERNO NINGUN TRABAJADOR PAGARA IMPUESTO A LAS GANANCIAS", mas q d Massita esos votantes son del palo d Moyano y es ahi donde fue estrategico la convergencia d Cristina y el Negro, esos votos "ganancias" aseguran el triunfo d Cristina en primera vuelta, debera laburar en eso Moyano.

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  2. La experiencia de las PASO provinciales de Santa Fe sobredemuestra que, triunfar en una primaria amontonando dirigentes no asegura, ni mucho menos, una victoria en la elección general.

    Aun así, no es lo más grave. Si un 30% del electorado mantiene su adhesión al gobierno, no importando lo que éste haga, y otro 30% aún se mantiene indeciso, el problema va más allá de lo dirigentes, aunque estos sean en parte responsables de ello.

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  3. Si la Presidenta se presenta en la interna, no tiene rivales.
    ¿Y después? Salvo que varios millones tengan vocación de pobres y esclavos o anden sobrados de plata, a la Presidenta las urnas le van a quedar chicas. La van a votar con las dos manos.
    Si Cristina es candidata, vamos a volver. Los demás que aplaudan.
    El Colo.

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