A los que nunca
compramos el buzón de la “nueva derecha moderna y democrática” no nos
sorprenden los desbordes autoritarios de éste gobierno: son la misma y vieja
derecha de siempre, que defiende los mismos intereses de siempre; y esos
intereses -a la corta o a la larga- no se pueden defender sin cercenar
libertades democráticas elementales, o reprimir abiertamente.
La legitimidad de
origen de este gobierno (surgido del voto popular) fue degradada por ellos
mismos en el ejercicio de su mandato, desde el primer día: los avances
autocráticos sobre los demás poderes del Estado (esos que solo le molestan a
cierta gente cuando los comete el “populismo”) fueron parejos con la violación
sistemática de derechos y garantías constitucionales.
Ni falta haría
aclarar que en la Argentina y desde el inicio mismo del gobierno de Macri hay
presos políticos, se persigue a opositores políticos, sindicales y sociales, se
disciplina a jueces y fiscales o se intenta hacerlo cuando no fallan como
pretende el gobierno, se censura a medios y periodistas, o lisa y llanamente se
los hace expulsar o se busca asfixiarlos económicamente. A esos mismos reflejos autocráticos respondió el impresionante dispositivo represivo montado el viernes en los alrededores del Congreso, militarizando lo que debería ser un acto celebratorio de la vigencia de los poderes democráticos.
Y en la tarea
persecutoria de toda voz disidente se emplean todos los recursos del poder del
Estado y sus agencias. La AFIP, la UIF, la OA, la AFI, las fuerzas de
seguridad; sin que se escandalicen los que protestaban por la presunta red de
espionaje de Milani, los que no querían sacar el pasaporte ni la tarjeta SUBE
para evitar que el gobierno de Cristina los espiaba.
Ni hablar de los
esbirros mediáticos que, como en la dictadura, están prestos a señalar de
inmediato blancos para la persecución oficial (incluso entre sí, como pudieron comprobar los panelistas de "Animales Sueltos"); así sea alguien del común que
subió a las redes sociales un insulto a Macri o una opinión crítica sobre su
gobierno, o un extranjero al que meten preso “por las dudas” y según su país de
origen integre o no “el eje del mal”, acusándolo de cualquier cosa.
En su afán
persecutorio el gobierno pisa sobre seguro, no solo porque tiene el firme apoyo
del tercio de la población que valida prácticas autoritarias y las reclama como
la única solución a todos los problemas, sino que además trabajan sobre los
recovecos que dejaron en la memoria colectiva de los argentinos el “algo habrán
hecho” “en algo habrán andado”, “por algo será”.
Desde allí, mucha
gente ignora los episodios sistemáticos de autoritarismo creciente o los
minimiza, porque cree que no le van a tocar porque (como en aquel célebre
poema) no es kirchnnerista, ni opositora, si no se mete en política o en el
sindicalismo, ni corta calles o protesta reclamando por algo.
Hasta que un buen
día le toca ser alcanzada por los efectos concretos de las políticas del
macrismo y protesta (sea un agricultor familiar, un trabajador despedido, un
usuario que no puede pagar los servicios), y padece en carne propia ese autoritarismo:
como dice León Gieco, “por lo general la gente, si no le pasa, no entiende”.
Como Dante, el
obrero gasista que se le paró de manos a Macri, corriendo el telón de los
montajes escenográficos del gobierno, para ocupar el lugar del tipo común que
le reclama al presidente (al que incluso puede haber votado) que haga algo,
porque el país se está yendo a la mierda. Al que después fueron a "visitar amablemente para conversar" a su casa, y le hicieron grabar un audio "tranquilizador".
O como los trabajadores de Femsa Coca Cola, despedidos al fracasar la intentona de la empresa de flexibilizar el convenio colectivo de trabajo vía el procedimiento preventivo de crisis. Dante, el obrero gasista, le pedía al presidente que "hagan algo", y le respondieron, del único modo que saben frente a los resultados que provocan sus políticas, y las protestas que provocan.
O como los trabajadores de Femsa Coca Cola, despedidos al fracasar la intentona de la empresa de flexibilizar el convenio colectivo de trabajo vía el procedimiento preventivo de crisis. Dante, el obrero gasista, le pedía al presidente que "hagan algo", y le respondieron, del único modo que saben frente a los resultados que provocan sus políticas, y las protestas que provocan.
Lo dijimos antes, y aun resta el peor tramo de este gobierno: el de su
descomposición final, ante la certeza cada vez más inexorable de la derrota,
para lo cual ya están preparando un fraude electoral, al
que no vacilarán en apelar para no perder el poder.
Habrá que estar
alertas y, sin responder a las provocaciones (que están a la orden del día),
defendernos; no nosotros mismos, sino la democracia en la Argentina, o lo que
queda de ella. Y recuperar la plena vigencia del estado de derecho desde el
primer día que estas lacras que nos gobiernan ya no estén más en la Casa
Rosada. Tuits relacionados:
Crisis y dificultades económicas hubo siempre. Pero ningún gobierno de Alfonsín para acá tuvo además la responsabilidad de recuperar la democracia y restablecer el estado de derecho, como la tendrá el gobierno que suceda al régimen actual.— La Corriente K (@lacorrientek) 27 de febrero de 2019
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