lunes, 25 de marzo de 2019

EL QUE SE CALIENTA PIERDE


No tiene mucho sentido discutir si el enojo de Macri (una constante en sus últimas apariciones públicos) es real o fingido, y parte de una estrategia de campaña, pero Macri está enojado: en el Congreso, con Majul, en el CCK con el gabinete ampliado.

El gobierno en realidad está enojado: se enoja Sica con los industriales “porque no hacen su parte”, está sacada Carrió a medida que se hunde cada vez más en la cloaca de D’Alessio, aunque en este caso podría obedecer al puro y simple miedo a ir presa.

Tampoco tiene demasiado sentido intentar dilucidar con que o con quienes están enojados Macri y su gobierno: si con la realidad, con los sectores del “círculo rojo” que están apoyando la candidatura de Lavagna, con ellos mismos, con los números de las encuestas.

Lo cierto es que el enojo presidencial parece que será el eje de campaña, mientras los datos que da el propio gobierno (aun cuestionables) dan cuenta del desastre: inflación, desempleo, caída de la inversión y del PBI, previsible y exponencial aumento de la pobreza.

Que el PRO apele a hacer campaña manipulando las emociones del electorado no es novedad, por el contrario, es la marca registrada de Durán Barba: de ese modo la discusión no pasa por el análisis objetivo de los intereses concretos de cada uno, y de como los benefician o perjudican las políticas del gobierno, campo en el que tienen todo para perder.

La pregunta entonces es si apelando exclusivamente a las emociones, y mostrando al presidente como un tipo temperamental, caliente y enojado con “los que proponen atajos” les puede ir mejor, como con la “campaña del sufrimiento”.

Hasta acá todo indica que están tomando la parte por el todo, hablándole exclusivamente a los propios y convencidos de que "este rumbo es el correcto, aunque duela”, e ignorando a los demás; que pasan penurias cotidianas y por eso no comparten el espíritu de cruzada “contra los 70 años de fracasos” que quiere imprimirle el gobierno a su campaña, y a su gestión.

Curioso: ¿no era acaso exactamente eso mismo lo que le cuestionaban al kirchnerismo en su momento, cierto tono épico que convocaba a la militancia, mientras repelía a los ciudadanos comunes? Si no funcionaba entonces (con una economía que ofrecía muchos mejores indicadores, comparada con la actual), ¿por qué  debería funcionar ahora, cuando la crisis se profundiza día a día?

Hablando estrictamente de emociones (que, como dijimos, parece ser el registro elegido por el gobierno para hacer campaña), no hay que ser demasiado agudo para constatar que, a medida que la situación socioeconómica se agrava, la gente va pasando de la angustia y la preocupación cotidiana por las condiciones materiales de existencia y las perspectivas sombrías a futuro, a la bronca; y esa bronca en años de elecciones solo puede tener un destinatario: el gobierno, éste o cualquier otro en su lugar, en las mismas circunstancias.

No hay demasiados misterios en estos temas, aunque nos quieran vender que si, o que el mago ecuatoriano descubre permanentemente la cuadratura del círculo, o posee la piedra filosofal que convierte una pésima gestión de gobierno, en un seguro triunfo electoral.

La gente la está pasando mal (muy mal), y tiene sobradas razones para estar enojada, mucho más enojada que el presidente, y con motivos más justificados. Y el motivo central de ese enojo (su causa, para ser más precisos) es el presidente, y su gobierno.

Macri está tensando una soga que lo podría terminar ahorcando: no sea cosa que le tiren la cola al león, le quieren calentar la cabeza y hacerlo indignar como hicieron en el pasado, y lo único que consigan es que efectivamente se enoje, pero con ellos, y en lugar de decantar hacia la antipolítica (algo que tan buenos resultados les dio en el pasado), el desencanto o el voto en blanco, se los termine comiendo de un urnazo.

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