No tiene mucho sentido discutir si el enojo
de Macri (una constante en sus últimas apariciones públicos) es real o fingido, y
parte de una estrategia de campaña, pero Macri está enojado: en el Congreso,
con Majul, en el CCK con el gabinete ampliado.
El gobierno en realidad está enojado: se
enoja Sica con los industriales “porque no hacen su parte”, está sacada Carrió
a medida que se hunde cada vez más en la cloaca de D’Alessio, aunque en este
caso podría obedecer al puro y simple miedo a ir presa.
Tampoco tiene
demasiado sentido intentar dilucidar con que o con quienes están enojados Macri
y su gobierno: si con la realidad, con los sectores del “círculo rojo” que
están apoyando la candidatura de Lavagna, con ellos mismos, con los números de las encuestas.
Lo cierto es que el
enojo presidencial parece que será el eje de campaña, mientras los datos que da
el propio gobierno (aun cuestionables) dan cuenta del desastre: inflación,
desempleo, caída de la inversión y del PBI, previsible y exponencial aumento de
la pobreza.
Que el PRO apele a
hacer campaña manipulando las emociones del electorado no es novedad, por el
contrario, es la marca registrada de Durán Barba: de ese modo la discusión no
pasa por el análisis objetivo de los intereses concretos de cada uno, y de como
los benefician o perjudican las políticas del gobierno, campo en el que tienen
todo para perder.
La pregunta
entonces es si apelando exclusivamente a las emociones, y mostrando al
presidente como un tipo temperamental, caliente y enojado con “los que proponen
atajos” les puede ir mejor, como con la “campaña del sufrimiento”.
Hasta acá todo
indica que están tomando la parte por el todo, hablándole exclusivamente a los
propios y convencidos de que "este rumbo es el correcto, aunque duela”, e
ignorando a los demás; que pasan penurias cotidianas y por eso no comparten el
espíritu de cruzada “contra los 70 años de fracasos” que quiere imprimirle el
gobierno a su campaña, y a su gestión.
Curioso: ¿no era
acaso exactamente eso mismo lo que le cuestionaban al kirchnerismo en su
momento, cierto tono épico que convocaba a la militancia, mientras repelía a
los ciudadanos comunes? Si no funcionaba entonces (con una economía que ofrecía
muchos mejores indicadores, comparada con la actual), ¿por qué debería funcionar ahora, cuando la crisis se
profundiza día a día?
Hablando
estrictamente de emociones (que, como dijimos, parece ser el registro elegido por
el gobierno para hacer campaña), no hay que ser demasiado agudo para constatar
que, a medida que la situación socioeconómica se agrava, la gente va pasando de
la angustia y la preocupación cotidiana por las condiciones materiales de
existencia y las perspectivas sombrías a futuro, a la bronca; y esa bronca en
años de elecciones solo puede tener un destinatario: el gobierno, éste o
cualquier otro en su lugar, en las mismas circunstancias.
No hay demasiados
misterios en estos temas, aunque nos quieran vender que si, o que el mago
ecuatoriano descubre permanentemente la cuadratura del círculo, o posee la
piedra filosofal que convierte una pésima gestión de gobierno, en un seguro
triunfo electoral.
La gente la está
pasando mal (muy mal), y tiene sobradas razones para estar enojada, mucho más
enojada que el presidente, y con motivos más justificados. Y el motivo central
de ese enojo (su causa, para ser más precisos) es el presidente, y su gobierno.
Macri está tensando una soga que lo podría terminar ahorcando: no sea cosa
que le tiren la cola al león, le quieren calentar la cabeza y hacerlo indignar
como hicieron en el pasado, y lo único que consigan es que efectivamente se
enoje, pero con ellos, y en lugar de decantar hacia la antipolítica (algo que tan buenos resultados les dio en el pasado), el desencanto o el voto en blanco, se los termine comiendo de un urnazo.
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