Todas las dictaduras que padecimos en
nuestra historia soñaron con dejar herencia, generando su propia “cría”, y la
que se abrió aquel 24 de marzo del 76’ no fue la excepción: simplemente
recordemos a Galtieri y el asado de Victorica, en el que reunió a un conjunto
de fuerzas políticas que acompañaban al “Proceso” y le proveyeron cuadros, en
un intento de prolongarse dentro del sistema formal, como opción competitiva,
cuando retornara la democracia. A su turno también lo intentaron la Libertadora
y Lanusse, con el Gran Acuerdo Nacional y “su” candidato Ezequiel Martínez.
Pero también
hicieron más que soñar: buscaron introducir en la sociedad cambios tan
profundos que perduraran aun cuando debieran dejar el poder. Cambios en la
economía, en el sistema productivo, en la organización social, en el complejo
de ideas instalado, en la cultura, en todos y cada uno de los planos de la
realidad. Y tuvieron bastante éxito, porque cada restauración democrática
partía de un piso inferior de derechos y standard de vida, y sus avances fueron
más módicos, frente al tamaño de los daños inferidos, cosa muy particularmente
perceptible en el caso de la dictadura que finalizó en 1983.
Esta última fue
particularmente eficaz en su ensayo de reingeniería social, algo que indudablemente
subestimamos en el proceso transcurrido entre 2003 y 2015, confundiendo el
alivio de la sociedad por salir de la crisis más profunda que el país
conociera, con un verdadero cambio de mentalidad que abandonara definitivamente
los paradigmas mentales de la dictadura, que sobrevivieron en la transición
democrática.
Lo dicho no quita
mérito a las políticas de memoria, verdad y justicia que impulsó el
kirchnerismo, sino que con el paso del tiempo y la apreciación hoy del contexto
en que se desarrollaron, las agiganta: no fueron -como se dijo- avances fáciles
en un terreno llano, frente a un adversario desprestigiado, sino que tuvieron
que avanzar contra el sentido común instalado en muchos sectores de la sociedad
de que la revisión del pasado era un capítulo cerrado (en la versión amable), o
que los milicos tuvieron buenas razones para hundir a la sociedad en un baño de
sangre, en la versión “Pando”.
Y hay que seguir
bregando por la memoria, la verdad y la justicia porque es la apuesta política
por ganar las generaciones futuras, por invertir definitivamente la balanza,
por lograr que algo más que el simple transcurso del tiempo y la biología hagan
lo suyo, y que el soporte social de la dictadura como sistema de ideas, modelo de país y
experiencia histórica a ser reivindicada, sea cada día menos.
En los años de la
transición democrática y hasta el advenimiento del macrismo (una fuerza
organizada con ideas de derecha, electoralmente competitiva) siempre
celebrábamos los ensayos de “democratización” de la derecha, sobre el supuesto
de que era preferible que compitieran con las reglas del sistema; sin advertir
que se alimentaban de los fracasos de la democracia en términos de concreción
de las expectativas ciudadanas, esos mismos fracasos cuyas bases ellos habían
preparado concienzudamente cuando gobernaron el país sobre la punta de las
bayonetas.
Finalmente cuando
la “grieta” (que no la inventó el kirchnerismo, ni mucho menos, sino que viene
desde el 55’, como mínimo, si no desde 1810) se hizo más visible con el
kirchnerismo los desafiamos (“armen y partido y ganen las elecciones”), y ellos
lo hicieron, lo lograron y llegaron al poder; para una vez allí “liberarse” de
los moldes que impone la corrección política en clave democrática, y los
resultados están a la vista: presos políticos, espionaje ilegal, fuerza de
tareas judiciales, represión y estigmatización de la protesta social. Ni hablemos de la matriz común de la política económica, cuyas semejanzas son escalofriantes: ver al respecto este video:
Este gobierno es,
genuinamente, la cría del Proceso con la que soñó Galtieri: son los herederos
del 55’ y el 76’, los que se sienten llamados a cumplir la misión histórica de
terminar con la larga agonía de la Argentina peronista de la que hablaba
Halperín Donghi hace tantos años. Los sostiene el mismo núcleo de ideas, y no
hacen muchos esfuerzos por ocultarlo: creen (como creía la dictadura) que el
problema del país son los que protestan, los que reclaman, los que luchan y se
organizan para defender sus derechos, cuando es al revés: el problema son los
que se quedan quietos, y se resignan a aceptar que se los quiten.
Pero el problema es
que no están solos en el esfuerzo: cuentan con la anuencia (si no el apoyo
explícito) de al menos un tercio de la sociedad, base sin la cual ningún
intento de organización política electoralmente competitiva es posible. Y esas
bases sociales están desperdigadas en las tradiciones políticas más arraigadas
(como el peronismo y la UCR), y por eso el PRO pudo formarse sumando también
esos pedazos.
No es solo la
coincidencia conceptual en las grandes líneas de la política económica, ni la
representación de los mismos núcleos de intereses que representó la dictadura
del 76’, sino algo mucho más profundo: es la continuidad en democracia del
núcleo de ideas fundacionales de la dictadura. Se puede ver a cada paso: en
política exterior, en derechos humanos, en la relación con el mundo del
trabajo, en la idea misma de la democracia y sus límites, en la mecánica de
“corregir los errores” del voto a través de los núcleos duros de poder del
sistema institucional, como el Poder Judicial.
Por supuesto que
adaptados en sus metodologías a los tiempos y los límites que la democracia
impone: el mismo blindaje mediático de entonces, pero sin necesidad de
interventores militares en los medios (porque sus dueños de hoy son el soporte
civil de aquella dictadura, y parte de la misma comunión de ideas e intereses), sin
submarinos ni picanas, ni CONAREPAS, pero con “arrepentidos” y “extinción de
dominio”, sin Falcons verde pero con la doctrina Irurzún, con cloacas de
inteligencia paralela al servicio de la persecución del adversario político o
social.
Contra eso también
vamos a volver a confrontar este año en las elecciones, no lo perdamos de vista
suponiendo que los consensos básicos sobre el piso común democrático están más
generalizados de lo que en realidad están, porque sería un grave error.
Sin entender eso
hay una buena parte de nuestra realidad cotidiana que escaparía a nuestra
comprensión: esta no es la sociedad del Proceso, pero sí es la sociedad que el
Proceso dejó, dentro de la democracia que el Proceso parió, con los límites que
le impuso; por ejemplo una generación diezmada -como decía Néstor-, y que
estaba llamada a tomar la posta en la conducción de nuestros asuntos como país.
La cría de la Dictadura más nefasta no es de carne y hueso, como bien se apunta en el post, es más evanescente. Es un conjunto de conceptos aceptados como naturales (cazador y presa, inmovilidad social, destino de extinción manifiesto, por citar algunos) y otros neologizados cuyo impacto en el engrama social es constatable y se renueva intermitentemente con la mecanicidad de una bomba-racimo que explota programada y diferida en nuevos y putativos giros de sentido.
ResponderEliminarLa palabra "desaparicion" , ellos la convirtieron en neologismo argentino. Y ese espantoso neologismo tendría alcances filosóficos y metafísicos. Un no-ser-habiendo-sido aterrizo entonces e inauguro una nueva y aberrante ontologia. El impacto metafisico no se haria esperar. La definicion de Bien y de Mal, el concepto mismo de Trascendencia , la religiosidad, cualquier cosmogonía, serian arrasados.
Otro legado indeseable fue equiparar a quienes reclamaban por Verdad, con la insania. Todo testigo de un hecho silenciado sería, desde ese momento, un INSANO, un loco. Las Madres de Plaza de Mayo, la figura de la insania por excelencia.
La sociedad desde entonces amparo su libre elección por la pasividad y la connivencia bajo un disfraz desleal: la supuesta desinformación de aquello que en realidad atestiguo a diario. NO SABIAMOS NADA aún hoy es sostenido por muchos. Manga de hijos de puta. Y te lo dicen en la cara. Volaban por las calles los Falcon con los fierros al aire, los gritos desgarrados de la tortura trasladaban las paredes a metros de distancia...
El drama personal de quienes vimos sustraídos de nuestro seno familiar a los más queridos y mejores de entre nosotros implosiono las familias extensas y las amistades. Nuestro deambular por entre los otros sería una comprobación de que el relato bucolico no cerraba. Condenados a longevidad, nuestra presencia continuaria siendo recordatorio molesto. Nuestra "amputacion" familiar, un trago amargo en cada reunión extensa y la persistencia de la constatacion de una gran cobardía grupal, cuando no, de una traición .
Y cuando algunos tuvimos la excepcionalidad de encontrar los restos de alguno de nuestros victimados (gloria por siemore a las Madres de Plaza de Mayo que fueron a capturar al entrañable y estrafalario forense texano Clyde Snow y a Néstor y Cristina Kirchner por activar la iniciativa gubernamental del Banco de datos genéticos y facilitar su operatoria), el efecto "bomba-racimo" otra vez se activo. Panico en algunos por temerse alcanzados por algún tramo de la Verdad, reactivación amarga de un pasado que hubiera sido pristino de no ser revisitado, incluso complicidades familiares espantosas en el ocultamiento de los restos, brotaron malolientes en esa instancia.
Hay que marchar hoy, por supuesto. Porque la amenaza de otra vuelta de tuerca no sólo represiva sino fundamentalmente conceptual , está servida en la mesa, de nuevo. Con insistencia, con malevolencia, con la alevosia propia de grandes contingentes psicopaticos que, fieles a su común patología, otra vez nos quieren atribuir insania o insustancialidad social.
Uno de los peores y mas filosos legados macristas es la condena a la actividad politica, equiparada a una suerte de lepra contraída por la voluntad suicida de enfermar. No hay que dejarlos inventar conceptualizaciones semejantes.
Por la Memoria, la Justicia y el verdadero aprendizaje social, siempre. Abrazo.
Disculpen, pero llamar a ésto "cría" es un exceso muy generoso, lo que estamos viviendo (y padeciendo) es la MATRIZ de todas y cualquier dictadura que, de yapa, además del trabajo sucio y nuy sucio estaban limitados por carencias de talento y pruritos nacionalistas..... "defecto" que no se tienen en estos tiempos, donde el boliche es atendido por sus propios dueños y, claro, lo nacional está fuera de moda y la clave es "abrirse al mundo" y que te hagan moco... de frente y de perfil, por los siglos de los siglos, amén.
ResponderEliminarLo de los derechos humanos es esencial (para nosotros, para ellos es un curro) pero hay algo que nos afecta a todos y es que transformar al país en colonia, implica cagarse en TODOS los derechos, cosa que está a la vista y que los dictadores nunca llegaron a tanto.
Coincido en que los dictadores del 55, el Onganiato y los del 76 no llegaron tan lejos en la entrega del pais. Algunos de ellos porque sencillamente no tuvieron tiempo, ojo (revisitemos la Guerra de Malvinas y las simpatias verdaderas del alto mando de nuestra Marina y tal vez esto genere oportunas contradicciones).
EliminarPero son, a su pesar y el nuestro, "cría" del Proceso y pichones de cosas más antiguas todavia. El Nuevo Orden Mundial ya sobrevolaba Malvinas al buscar denodadamente una base extranjera en el Atlántico Sur. No hay fenómenos verdaderamente nuevos sino reingenieras posteriores de lo mismo.
Decir que esto de ahora es nuevo sería como olvidar que incurrimos en reflejos tardíos del 83 en adelante. Y al menos nosotros no podemos , como los otros, decir que no sabíamos de estos huevos de serpiente en incubacion. Nos gano quizas el voluntarismo y el no saber lenguaje de señas para entrever los silencios ambiguos de una parte no menor de la poblacion.
Son matices en todo caso, ram. Matices de una tendencia continental oprobiosa. Saludos.
Compañera Claudia:
ResponderEliminarEs muy cierto lo que decís,y agrego un detalle: Nos señalan como insanos,pero son ellos los que están enfermos de odio y de temor.
Por eso su conducta patológica es salir a contagiar, no solo por los medios, sino también en su ámbito social,familiar o laboral. Y el fracaso económico macrista los desequilibra, porque el círculo de tilingos a cazar por contagio es cada día menor.Saben que se van. Habrá que dar a partir del 2019 una nueva batalla cultural, más allá de tener que reflotar un país economicamente hundido.