Hemos dicho varias veces acá que esta
campaña electoral representaba un desafío inédito para el PRO (el verdadero
centro de “Cambiemos”): int6entar captar el voto en condiciones desfavorables,
con una gestión espantosa y sin indicadores positivos para ofrecer, que sean
además perceptibles para el común de la gente en su vida cotidiana.
Antes de llegar al
gobierno nacional, en la CABA pudieron hacer campaña como opositores poniendo
el foco en los desaciertos de gestión del “progresismo” en la ciudad, y una vez
al mando de la ciudad, exhibiendo los logros propios de la escala municipal del
distrito (que no deja de ser eso: una municipalidad grande), que es a su vez el
más rico del país; y con un montón de problemas de infraestructura resueltos
décadas antes, por el Estado nacional: agua potable, cloacas, transporte
público, asfalto, energía.
Lanzados a la
carrera presidencial en el 2015, supieron capitalizar con astucia las demandas
“de segunda y tercera generación” de ciertos sectores sociales insatisfechos
con el kirchnerismo o sus políticas; en un país que tenía serios problemas,
pero que visto hoy, con la perspectiva de 39 meses de macrismo, parece nórdico.
Mucho se habló
sobre el hábil manejo que hicieron de la dualidad insatisfacción/expectativas
de cambio por un lado, y la certeza de que no iban a avanzar sobre ciertas
cuestiones, por el otro: es tan cierto que el voto a Macri en el 2015 no puede
explicarse únicamente por el “engaño” a ciertos sectores (acá sostenemos que el
grueso de los que lo votaron sabían perfectamente lo que se traía entre manos),
como que en esa campaña tuvieron que apelar a ese ardida, para conseguir el
plus de votos que necesitaba una propuesta de derecha, para imponerse en
comicios libres.
Y en su primer
desafío electoral siendo ya gobierno en el país, hemos dicho también que
apelaron a dosis cuidadosamente administradas de populismo, apelando a recursos
que hoy no están disponibles: expansión del crédito, morigeración de los
aumentos de tarifas, liberación de los “topes” a la discusión en paritarias,
aumentos a jubilados y pensionados conforme a la fórmula heredada del
kirchnerismo.
De cara a las
elecciones de éste año, el panorama es muy otro: el ajuste es impiadoso, los
indicadores económicos son catastróficos, sus consecuencias sociales (en
términos de deterioro del poder adquisitivo de los salarios, y perspectivas de
pérdidas de empleos) aun peores, y para empeorar las cosas, el delicado
equilibrio financiero alcanzado a fuerza de destrozar toda actividad productiva
parece a punto de romperse nuevamente; con otra corrida cambiaria de alcances y
magnitud imprevisible.
En ese marco, no
extraña que el gobierno haga de la necesidad virtud, y apele a la conservación
del núcleo duro de los votos propios tratando de insuflarle a la campaña un
tono épico, que la haga girar más en torno a sentimientos y estados de ánimo,
que a datos concretos de la realidad, que no puede mostrar.
Y como lo indicaba
la arenga presidencial en el Congreso, y lo están mostrando las piezas de
imaginería surgidas de la maquinaria comunicacional oficialista, se apelaría al
“voto sufrimiento”: una especie de llamado a la abnegación ciudadana, a la
comprensión de la necesidad de hacer ciertos sacrificios hoy, para poder
asegurarse mañana un futuro venturoso. Ni más ni menos que el viejo cuento del
neoliberalismo, de la zanahoria de un mañana mejor, atada al extremo del palo
del ajuste cruel, en el presente.
No hace falta ser
un experto en márketing político para darse cuenta que ese recursos tiene
alcances limitados, y que agota su eficacia esencialmente en el tercio
antiperonista de la sociedad; quizás el núcleo duro de voto profundamente
ideológico más arraigado en la sociedad argentina (más incluso que el propio
voto peronista), junto con el de la izquierda. Si alguno encuentra en este caso
un total coincidencia entre la ideología traficada y los intereses concretos
defendidos, no es casualidad.
Sobre el particular
y dado que todo indica que en ésta campaña las expectativas, los deseos y los
sentimientos del electorado pesarán tanto como sus intereses objetivos (y el
gobierno tratará de que pesen más, incluso), nos parece altamente recomendable
esta nota del amigo Mendieta en Artepolítica; en respuesta a la
apelación al sacrificio que baja desde el poder.
Por nuestra parte,
diremos que la oposición no puede quedarse simplemente en la crítica o la
exposición descarnada de los indicadores del desastre macrista, sino que debe
apelar a despertar una esperanza en millones de argentinos, agobiados por el
gobierno espantoso que padecemos, y que muchos de ellos mismos votaron.
Y sin dejar de lado la responsabilidad de formular
una propuesta concreta que de fundamentos a esa esperanza, ser capaces de
transmitir la idea/sensación/sentimiento de que, pese a lo que digan Macri, sus
funcionarios y sus estrategas de campañas, estos cuatro años los argentinos
hemos sufrido demasiado, y no nos merecemos seguir sufriendo más; ni que nos
hagan sentir culpables por querer vivir un poco mejor, que al fin y al cabo era
lo que ellos mismos nos prometían hace un siglo, cuando querían que los
votáramos para llegar al gobierno. Tuits relacionados:
Si Macri piensa apelar al voto sufrimiento ya tenemos eslogan de campaña, @mendieta: "Pare de sufrir". Averigüe si no lo registraron los evangelistas.— La Corriente K (@lacorrientek) 7 de marzo de 2019
Cuando estaban en la oposición, el problema era el gobierno, que no escuchaba a la sociedad. Ahora que son gobierno, el problema es la sociedad, que no los entiende y está mal acostumbrada. Nunca el problema es que ellos son unos chetos brutos, vagos, inútiles y malcriados.— La Corriente K (@lacorrientek) 7 de marzo de 2019
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