La imagen de
apertura corresponde a esta nota del Cronista, que da cuenta de las
empresas que prefirieron este año distribuir más dividendos entre sus
accionistas, que reinvertir sus ganancias (utilidades) en mejorar los servicios
que prestan. El motivo sería “la incertidumbre electoral”, y la posibilidad de
que surja de las elecciones un gobierno menos afín a sus intereses.
Claro que como para
poder distribuir ganancias primero hay que generarlas, rankean alto en ese
renglón tres sectores particularmente favorecidos por las políticas del
gobierno de Macri, con regulaciones a su favor: los bancos, las generadoras y
transportistas de energía y las concesionarias de rutas por peaje.
En el caso de los
bancos, no hay que abundar demasiado respecto a las “regulaciones
desreguladoras” del macrismo que han incrementado de modo exponencial sus
ganancias: desde la eliminación de las normas del Banco Central que fijaban un
techo a las tasas que cobran por sus préstamos y un techo a la que pagan por
sus plazos fijos a los ahorristas, pasando por las generosas comisiones que
muchos de ellos embolsan por las abundantes colocaciones de deuda del gobierno;
y en un lugar estelar, las exorbitantes tasas que fueron pagando en todo este
tiempo todos los papeles de deuda emitidos por el Estado, con el supuesto fin
de contener al dólar: LEBAC’s, LELIQ’s y toda la serie.
De las energéticas
se habló mucho por estos días a consecuencia del apagón, y se había hablado
antes por los tarifazos: les dolarizaron las tarifas mientras siguen teniendo
buena parte de sus costos internos en pesos y -sobre todo- los brutales
aumentos de tarifas en los que descansan sus abultados márgenes de ganancias de
los que surgen las utilidades que hoy reparten con generosidad entre sus
accionistas, nunca tuvieron como contrapartida la exigencia de realizar
inversiones acordes con la mejora en la calidad de los servicios; pese a que
fue justamente ese el argumento esgrimido para aumentar las tarifas.
Las mismas
consideraciones caben para las concesionarias de rutas por peaje, las que
incluso les condonaron penalidades contractuales por incumplimiento de
inversiones previstas, o les valoraron de un modo exorbitante las presuntamente
realizadas: ver más información acá.
Si bien es natural
en el capitalismo que una empresa quiera obtener ganancias, y sus accionistas
repartírselas, en todos lo casos comentados la característica en común es que
se trata de sectores regulados de la economía, acá o en cualquier parte del
mundo; y por ende el nivel de sus ganancias y el destino de las mismas depende
no solamente de las reglas de juego del mercado, sino de decisiones que adopta
el Estado.
Decisiones que toma
incluso cuando desregula, o elimina regulaciones: se ha dicho hasta el
cansancio que eso no es sino otro modo de regular, a favor del capital. Pero
trae consecuencias, que van desde el apagón del domingo, a la aceleración de la
fuga de capitales, que son resultado de la apropiación del excedente social, y
se van de la economía real cuando no se reinvierten.
O cuando se trata
de empresas que en todo o en parte son propiedad de capitales extranjeros, esa
desregulación provoca fuga de divisas, y genera presiones adicionales sobre el
tipo de cambio, con todo lo que eso implica en países con estructura productiva
desequilibrada como el nuestro.
Precisamente este
aspecto (los límites a la repatriación de utilidades) era uno de los menos criticados en público del conjunto de medidas de
restricción de acceso a las divisas que los medios hegemónicos dieron en llamar
“cepo”, pero más resistido en privado: las compañías extranjeras utilizaron su
poder de lobby en los medios para que sus intereses fueran tutelados sin ser
mencionados casi, poniendo el foco en los pequeños ahorristas que no podían
comprar dólares.
Podemos discutir la
profundidad de las regulaciones públicas, los instrumentos y su eficacia. Lo
que no admite discusión es que, como decía Scalabrini Ortíz, "lo que no se regula explícitamente en favor del más débil, se determina implícitamente en favor del más fuerte. ". Ni hablar si se regula explícitamente a favor de los más fuertes, como lo ha hecho este gobierno.
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