lunes, 1 de julio de 2019

DENSIDAD NACIONAL


"El orden global proporciona un marco de referencia para el desarrollo de cada país. Pero la forma de inserción en su contexto externo depende, en primer lugar, de factores endógenos, propios de la realidad interna del mismo país. La historia del desarrollo económico de los países puede relatarse en torno a la calidad de las respuestas a los desafíos y oportunidades de la cambiante globalización a lo largo del tiempo. ¿Cuáles son entonces los factores endógenos que determinan aquellas respuestas? ¿Qué circunstancias conducen al éxito, vale decir, a su desarrollo?

"El análisis comparado de casos exitosos contribuye a responder tales interrogantes. La muestra abarca dos épocas distintas de la globalización y países muy diferentes por la dimensión de su territorio y población, disponibilidad de recursos naturales, tradición cultural y organización política. Sin embargo, en todos los casos se verifica la existencia de condiciones endógenas, internas, necesarias, que resultaron decisivas para que esos países generaran progreso técnico y lo difundieran e integraran en su tejido productivo y social; vale decir, para poner en marcha procesos de acumulación en sentido amplio, inherentes al desarrollo. Este conjunto de circunstancias endógenas, insustituibles y necesarias al desarrollo pueden resumirse en el concepto de densidad nacional."

"En los casos exitosos, la totalidad o mayoría de la población participó en el proceso de transformación y crecimiento y en la distribución de sus frutos. Esos países no registraron fracturas abismales en la sociedad fundadas en causas étnicas o religiosas, ni en diferencias extremas en la distribución de la riqueza y el ingreso. En todos los casos, la mayor parte de la población participó de las oportunidades abiertas por el desarrollo. Los países considerados en la muestra contaron con liderazgos empresarios y sociales que gestaron y ampliaron su poder por medio de la acumulación fundada en el ahorro y los recursos propios, y de la preservación del dominio de la explotación de los recursos naturales y las principales cadenas de agregación de valor. Los núcleos dinámicos del desarrollo en cada etapa fueron reservados para empresas nacionales o sujetas a marcos regulatorios que integraban a las filiales de empresas extranjeras al proceso de desarrollo endógeno.

"Los liderazgos promovieron relaciones no subordinadas de sus países con el resto del mundo, y en el caso de aquellos que se convirtieron en grandes potencias, relaciones dominantes. Las ideas económicas fundantes de la política económica de los países exitosos nunca estuvieron subordinadas al liderazgo intelectual de países más adelantados y poderosos que ellos mismos. Respondieron siempre a visiones autocentradas del comportamiento del sistema internacional y del desarrollo nacional. Cuando estos países aceptaron teorías concebidas en los centros, lo hicieron adecuándolas al propio interés. Fueron visiones y enfoques funcionales a la puesta en marcha de procesos de acumulación en sentido amplio, fundados en la movilización de los recursos propios disponibles."

"Concibieron las empresas y préstamos extranjeros como subsidiarios del proceso de acumulación asentado en la preservación del dominio de las actividades más rentables y fuente principal de la ampliación de la capacidad productiva. El Estado fue el instrumento esencial para poner en práctica las ideas del desarrollo nacional y la vinculación soberana con el contexto externo. En virtud de las circunstancias propias de cada caso y cada época, el Estado intervino todo lo que hizo falta, raramente más de lo necesario, para regular los mercados, abrir o cerrar la economía e impulsar, orientando el crédito interno y por múltiples otras vías, las actividades consideradas prioritarias. El Estado fue un protagonista principal, con mayor o menor grado de vinculación con la actividad privada según los casos, en el desarrollo de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología para promover la innovación y la incorporación de los conocimientos importados en el propio acervo.

"La complejidad creciente de la actividad económica amplió y diversificó la demanda de tecnología, que fue atendida en gran medida por la propia oferta de bienes complejos y conocimientos. La elevación de los niveles educativos y la promoción de la ciencia y la tecnología fueron objetivos importantes en la acción pública de los países exitosos, mientras el propio desarrollo multiplicaba los incentivos para que el sector privado llevara adelante sus propias actividades de investigación y desarrollo. En ningún caso se instalaron desequilibrios sistémicos, como un exagerado nivel de endeudamiento externo de largo plazo.

"La globalización pone a prueba la densidad nacional de los países. En la actualidad, se acrecentó la intensidad de las fuerzas globalizadoras y se fortalecieron las reglas del juego diseñadas por los países centrales. La calidad de las respuestas a los desafíos y oportunidades de la globalización resulta así más decisiva aún que en el pasado para determinar el éxito o el fracaso. Tales respuestas siguen dependiendo, en primer lugar, de las condiciones internas, endógenas, de cada país en aspectos críticos como la integración social, el comportamiento de los liderazgos y la estabilidad del marco institucional y político."

Los párrafos entrecomillados corresponden a reflexiones de Aldo Ferrer en su obra "El capitalismo argentino", que vio la luz en 1998, en los estertores del menemismo; y vuelven sobre ideas suyas volcadas a lo largo de toda su vida, con una actualidad impactante hoy -al menos en nuestra opinión- cuando el país se desayuna con la noticia de la firma de un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, cuyos detalles son poco conocidos, y cuyas consecuencias podrían ser decisivas para el desarrollo futuro del país. Un acuerdo respecto al cual hay poco conocimiento y debate social, y respecto del que salvo una parte de la dirigencia Pyme el resto de las organizaciones empresariales guardan silencio, no se oponen de plano o hasta celebran; aun cuando es notorio que puede ir en contra de sus propios intereses, de sector y de clase.

Hace más de un año atrás, en marzo del año pasado, es decir antes de que comenzara el derrumbe del modelo macrista de valorización financiera, que llevó al gobierno a acudir al FMI, decíamos nosotros en esta entrada: "Es decir, en paralelo a la reconfiguración del campo estrictamente político (alianzas electorales y candidaturas) se producen los movimientos al interior del bloque económico dominante, que inciden en aquel, o determinan el contexto en el que esa reconfiguración se produce: mientras el alineamiento de algunas fracciones del capital (las patronales del campo, los bancos, las empresas multinacionales con negocios en el país) con la posibilidad de prolongación de la experiencia macrista es muy clara, los grandes grupos económicos “nacionales” (las comillas son para suavizar la expresión, atento a la diversificación de sus intereses al plano mundial) como Techint, Arcor o Acindar están “desensillando hasta que aclare”, y no descartan opciones opositoras. 

Ahora bien, esa estrategia se superpone a su vez con una necesidad objetiva de la oposición: para cobrar volumen, necesita anclar apoyos sociales además de seducir voluntades electorales; y para alumbrar una perspectiva de futuro, tiene que diseñar una propuesta que involucre de un modo central un modelo de desarrollo productivo integral, diversificado y moderno; que desplace al de la valorización financiera en curso y garantice la inclusión social, y una más justa distribución de la riqueza, sobre bases sustentables.
De lo contrario así como el neoliberalismo parece auto-condenado a repetir sus propios fracasos, una nueva experiencia nacional-popular podría verse (en caso de volver al gobierno) chocar otra vez con los mismos límites que antes tuvo: la restricción externa (el rasgo estructural más marcado de nuestra economía a través del tiempo) y las limitaciones de un modelo productivo desequilibrado, por falta de una efectiva y completa integración del tejido industrial propio, no dependiente de las inversiones del capital extranjero; y capaz de generar divisas para el país en lugar de demandarlas.
Dicho de otro modo: mientras el poder económico (o al menos una parte muy importante de él) trata de meter su cuña en el entramado político opositor para garantizarse la defensa de sus intereses más allá de posibles alternancias electorales, la oposición con aspiraciones (y posibilidades) de ser gobierno debe intentar a su vez meter su propia cuña hacia las fracciones del capital, articulando alianzas con al menos una parte de las mismas; claro que sobre el marco antes señalado al hablar del modelo productivo, y sus consecuencias sociales, y preservando al mismo tiempo el espacio de la autonomía de la política como representación de los intereses generales.
Desde luego que esto supone volver sobre la recurrente cuestión de la “burguesía nacional”, ese unicornio azul perseguido por el peronismo desde sus tiempos fundacionales, y su integración a un proyecto de país que supere los estrechos límites de la granja colonial, hoy resemantizados como “supermercado del mundo”. Pero volver al tópico en un país, una economía, una sociedad y -sobre todo- un mundo empresarial muy diferente a aquellos con los cuales tuvo que lidiar Perón; con presencia gravitante del capital transnacional, y con empresarios que diversifican sus inversiones de la industria al modelo de agronegocios o las mil y una formas de la especulación financiera, por los múltiples vericuetos posibles que incluyen -pero no agotan- los paraísos fiscales, las sociedades pantalla y las cuentas off shore. Un enorme desafío para la construcción opositora, al nivel de los que plantean resolver disputas internas, dejar de lado viejas querellas y construir una unidad posible, sobre bases firmes y acuerdos políticos; que trasciendan los amontonamientos electorales."
Más de un año después, nos encontramos transitando el tramo final de una campaña electoral en la que las opciones con posibilidades reales de acceder al gobierno (y con él a un pequeña parte del poder, como siempre remarca Cristina) ya están definidas, y el proceso de armado de la arquitectura política que desemboca en las urnas concluyó; pero sigue transcurriendo por detrás y por debajo el armado (conciente o no) de las coaliciones sociales que en definitiva han de confrontar en las elecciones de agosto y octubre.
Por la dinámica propia del proceso electoral que exige definiciones, una de ellas terminará imponiéndose por una mayor suma de voluntades, que apunten en la misma dirección. Esas voluntades aunadas supondrían en teoría una visión más o menos compartida del modelo de desarrollo del país, y su posible despliegue futuro; lo que incluye por supuesto definiciones sobre cuáles sean los motores de ese desarrollo, y como se repartirán sus frutos, si los hay.
Sin embargo y vista la cuestión desde la óptica de la idea de "densidad nacional" de la que habla Ferrer, subsisten los interrogantes, por cuanto el método democrático salda en una sociedad las diferencias entre sus integrantes sobre quienes deben conducir políticamente sus destinos, pero el rumbo de estos depende decisivamente de actores no institucionales, que no suelen ser afectos a aceptar el pronunciamiento de las urnas, sin más; porque juegan su propio partido, que no es necesariamente el de las grandes mayorías nacionales, y la mayor parte de las veces, suele ser el exactamente contrario. 
La deserción estruendosa -al menos hasta acá- de buena parte de nuestra élite económica al compromiso de hacer oír en forma clara y decidida su voz frente al avance de un modelo que fortalecería la inserción periférica y dependiente en el proceso globalizador nos está diciendo que estamos muy lejos de alcanzar esa necesaria "densidad nacional", aunque logremos desalojar del poder por las urnas al experimento neoliberal; cuyas consecuencias -podemos aseverarlo con certeza hoy- condicionarán gravemente nuestro futuro. De ello se sigue que muy probablemente las fuerzas nacionales y populares se vean sometidas al mismo desafío que afrontan desde 1945: sustituirlas en ese rol con la dirección del Estado y el apoyo de los trabajadores organizados, claro en condiciones notoriamente más desfavorables que entonces.

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