Este no es un post sobre las elecciones peruanas, porque no conocemos tanto del tema como para aventurarnos a opinar que pasó, y que puede pasar por allá. Como dijo alguien en las redes sociales: en Perú la cuestión no es quien gana las elecciones o por cuanto, sino cuanto va a durar en el gobierno.
Tampoco intentaremos aventurar si Pedro Castillo será el iniciador de un proceso transformador como el de Evo Morales, o una decepción como Lenin Moreno. Este post es sobre Vargas Llosa, y su apoyo a Keiko Fujimori en el balotaje en el que -todo indica- será derrotada por Castillo.
Alguno podría pensar que el escritor, quien se cansó de despotricar contra los Fujimori (padre e hija) y combatirlos políticamente, tuvo que "tragarse un sapo" para pronunciarse de ese modo, ante lo que avizoró como la instauración del socialismo o la dictadura del proletariado en su país, o algo parecido. Desde acá pensamos que eso es precisamente lo que Vargas Llosa quiere que se crea, porque conviene a su relato, que es del neoliberalismo.
Una ideología que habla todo el tiempo de defender las libertades, y combatir al fascismo; pero cuyos cultores -Vargas Llosa entre ellos- no vacilan en comportarse como fascistas, o aliarse con tales, cuando las papas queman, o al menos así lo creen. No será la primera vez, ni tampoco la última.
Hace unos cuantos años atrás, al final del primer gobierno de Cristina y a propósito de una visita del peruano al país para la Feria del Libro, se escribió acá: "Se asombra Vargas de que se vincule a los liberales con gobiernos dictatoriales o autoritarios, pero desconoce por ejemplo que sus amados Friedrich Von Hayek y Milton Friedman fueron mentores ideológicos de Alsogaray, Krieger Vassena, Martínez de Hoz y Cavallo; quienes -con la excepción del menemismo en el caso de éste último- solo pudieron aplicar las libérrimas ideas económicas de la Sociedad Mont Pelerin a través de dictaduras represivas, y negadoras de las libertades civiles por las que el mismo escritor dice combatir.
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