sábado, 9 de octubre de 2021

LAS ELECCIONES QUE VIENEN

 

Antes de las PASO y cuando en el gobierno confiaban en las encuestas que les decían que se ganaba, la hipótesis política era aumentar el número de bancas en el Senado para afianzar el quórum propio, y en Diputados para poder llegar a él, y poder sortear así el bloqueo opositor, para imponer la agenda propia. Cual era esa agenda fue una cuestión que nunca terminó quedar del todo clara, y era objeto de debate al interior del "Frente de Todos".

Con los resultados de las PASO a la vista, esa hipótesis aparece lejana, si no improbable; y a esta altura de los acontecimientos una meta más accesible sería reducir la distancia que separó a la coalición oficialista de la principal fuerza opositora, para minimizar la pérdida de escaños legislativos. Salvo un cisne negro que juegue a nuestro favor, no parece posible una remontada de tales proporciones, que permita cumplir la hipótesis original de tener quórum y mayoría propia en ambas Cámaras del Congreso.

Ello no significa, por supuesto, dejar que las elecciones del 14 de noviembre discurran sin hacer nada, cosa que muchos en el propio gobierno parecen no haber advertido: transcurridos casi la mitad de los días que separan una elección de la otra, no se han anunciado ni puesto en marcha medidas que atiendan lo sustancial de las razones de la derrota, que pasan por la economía y el bolsillo de la gente.

Por el contrario, de lo que se trata es de empezar a pensarlas en clave de las elecciones presidenciales del 2023, como lo está haciendo la oposición, que ya vendió la piel del oso antes de cazarlo. Así por ejemplo Patricia Bullrich amenaza veladamente al juez que quiere indagar a Macri por el espionaje a los familiares de los tripulantes del ARA San Juan, o Vidal reclama para ellos la presidencia de la Cámara de Diputados que está en la línea de sucesión presidencial; en una escalada que no puede calificarse de otra forma que de golpista, apuntando a que Alberto Fernández no complete su mandato, o lo haga en condiciones de conmoción social, e inestabilidad institucional: nada nuevo hay en eso, la derecha vernácula siempre medró en la excepcionalidad.

Una elección, digamos, digna, el 14 de noviembre -aun cuando no se gane- ayudaría no solo a enfrentar en mejores condiciones los dos años que faltan para que el país vuelva a elegir presidente, sino a garantizar esa gobernabilidad amenazada. El objeto (más módico), por ejemplo, de sostener el quórum propio en el Senado permitiría que el presidente adopte por DNU las decisiones que de ordinario deberían pasar por el Congreso, gracias al mecanismo de validación de estos que establece la Ley 26122, diseñada en 2006 por el "Chino" Zanini, y presentada por Cristina en el Senado.

Por supuesto que eso no sortea los límites que la propia Constitución pone a los DNU, ni la posibilidad de que estos sean bloqueados judicialmente, pero el principal bloqueo al respecto es (o puede ser) la propia indecisión de Alberto para utilizar la herramienta, como se está viendo a propósito de la ley de etiquetado frontal, por poner un ejemplo. Un temperamento tal excede la disputa jurídica sobre la validez de las decisiones presidenciales adoptadas por esa vía, para proyectarse a la propia investidura y autoridad presidenciales, que deben ejercerse con la energía y decisión que la coyuntura reclama, cuando la oposición ha dado muestras clara de que -ellos sí- "van por todo".

Y después está, por supuesto, el otro y verdadero problema, salvada la importante cuestión de la gobernabilidad: como se zanja el debate larvado al interior del FDT por el rumbo futuro de la coalición, y cual es el sentido a futuro de ella misma, en términos de proyecto político y económico, siendo sus ejecutores (es decir, quienes encarnen las candidaturas del espacio en el 2023), tributarios de esa discusión.

Tres días después de las PASO, decíamos nosotros en ésta entrada (cuya relectura recomendamos, en mérito a la brevedad) que las principales hipótesis económicas y políticas en las que se basó la línea seguida hasta acá por Alberto Fernández en su gobierno, que son las mismas de la "renovación autocrítica" que se fue abriendo del kirchnerismo en distintas etapas (en especial a partir del conflicto con las patronales agrarias, pero sobre todo luego del 2012), no se corroboraron en la práctica.

La lectura era errada cuando se formuló, fue errada cuando se puso en práctica, se reveló errada ahora (los resultados están a la vista), y tal parece que, al menos a juzgar por los movimientos del gobierno, la idea es persistir en el error. No se trata de precisar en que sectores de la coalición oficial se recuesta el presidente para tomar sus decisiones, si los gobernadores, la CGT o el massismo, sino cual sea el sentido de éstas: la conciliación, la búsqueda de acuerdos, los "corrimientos al centro", las concesiones conceptuales al enemigo (como lo de "transformar planes sociales en trabajo") no pueden sino conducir a otro fracaso, frente a una derecha que olió sangre, y va por nuestros cuellos.

Ojalá se entienda el dilema, y se obre en consecuencia. Tuits relacionados: 

5 comentarios:

  1. Tengo que aplaudir de pie y llorar.

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  2. Es el quid de la cuestión: decía un viejo facho español que "el poder es una manija" . Bueno, no digamos poder, pongamos el manejo del estado. Y ?? Si solamente hablamos de "posibilismos" o "correlación de fuerzas" jamás haremos peronismo. Ella sola no puede. Esperemos estar a tiempo y a la altura. Muy serio y bien expuesto el planteo, compañeros.-

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  3. Arranca el periodo de Massismo explícito.
    Alberso será el Duhalde de quién pueda hacerse con la victoria en 2023. Tibio cómo buen radical, dejo que Larreta y Sergio se batán a duelo.

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  4. ¿Menemismo? No se si recuerdan pero en el gobierno está Gustavo Beliz.

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  5. Que lúcido y tan gracioso el comentario del Profemarcos.Es un cerebro brillante.
    Lo que es haber estudiado.

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