viernes, 4 de octubre de 2024

FORTALEZAS Y DEBILIDADES

 

Varias veces durante estos meses que lleva el gobierno de Milei y más últimamente con su veto al aumento a los jubilados, se viralizó en las redes el video de apertura, en el que en los lejanos tiempos de la Alianza y la crisis del 2001 Néstor Kirchner refuta a Patricia Bullrich, y parece como si estuvieran cruzándose hoy. Si por un lado se magnifica la claridad conceptual de Néstor en aquellos tiempos con todo lo que vino después -ni hablar de los tiempos presentes-, por el otro se constata la presencia de una constante: el proyecto político y económico de la derecha se reduce al sufrimiento de las mayorías, que siempre encuentra justificación en un futuro venturoso indefinido.

Para nuestros neoliberales (hoy reconfigurados como libertarios) como diría el tango, primero hay que saber sufrir, y los que lo tienen que aprender en cuero propio son siempre los mismos: trabajadores, jubilados, desocupados, beneficiarios de planes sociales, docentes, investigadores, empleados públicos. Pero además hay una pedagogía política del dolor: los gobiernos y gobernantes fuertes son los que demuestran ser capaces de pagar los costos que tengan que pagar con tal de "hacer lo que hay que hacer" -incluso reprimir-, que siempre es dispensar sufrimiento a los más, con la promesa de que van a estar mejor, y no hay otro modo posible para ello.

Oscilan todo el tiempo entre la idea de que los populismos mantienen a la gente cagando en un balde y sumida en la pobreza y la ignorancia para manipularla políticamente, o la hacen vivir una fiesta insostenible de gasto público para vivir por encima de las posibilidades reales del país. Y a veces hilvanan ambas ideas, excluyentes lógicamente entre sí , una tras otra y al mismo tiempo. 

En esa idea de gobernabilidad (en la que se es fuerte con los débiles) lo que se oculta es lo que devela Néstor en el video: los gobiernos en realidad se sostienen siendo débiles con los fuertes, o dicho de otro modo, reduciendo a la política al simple vehículo para canalizar los intereses de los sectores más poderosos y privilegiados de la sociedad. Aleccionados por el final precipitado del gobierno de Alfonsín, los sucesivos gobiernos de la democracia argentina (comenzando por el de Menem) ofrecieron en holocausto a los dioses del mercado los derechos, empleos, salarios, consumos y expectativas de la mayoría de los argentinos, para sobrevivir.

Es así como hay algunos a los que -no obstante tenerlo todo, o tener más que la mayoría- nunca les toca sufrir, ni padecer la fortaleza de los gobiernos. El propio Milei acaba de confirmarlo, diciendo primero -en el discurso en la UIA por el día de la industria- que su tarea de reducir el Estado (como el "topo" que lo destruye desde adentro, tal como él mismo se definió) tiene por objeto agrandarles los bolsillos a ellos, explicitando así el verdadero sentido de aquello de Martínez de Hoz de "achicar el Estado es agrandar la Nación". 

Y lo ratificó al presentar en el Congreso el proyecto de presupuesto 2025, al decir que el ajuste que plantea como objetivo excluyente de la política económica, es para pagarles la deuda a los bonistas; o vetando los aumentos a los jubilados y al presupuesto universitario, aun con millones de argentinos en las calles manifestándose en contra. Antes había dicho -como para que no queden dudas- que los empresarios que evaden impuestos y fugan capitales son héroes. 

Este modo de entender la fortaleza de los gobiernos para sostener la gobernabilidad ha sido así, claro está, desde 1983 para acá, salvo en la experiencia kirchnerista. Y si al primer peronismo romper con esa lógica (que ya por entonces existía, y de allí lo de "Década Infame") le posibilitó ocupar el centro de una escena política en la que no existía hasta el 17 de octubre, persistir en ella le significó un bombardeo de población civil, un golpe de Estado, proscripción, persecución y fusilamientos.

Andando los tiempos -y con transformaciones mucho más módicas por los diferentes contextos históricos y el paso de la dictadura y el menemato, con todas sus consecuencias-, haber ensayado un modo de gobernabilidad distinto, en el que la primera respuesta a mano para los problemas no fue -como había sido hasta entonces- ser fuerte con los débiles, le permitió al kirchnerismo sostenerse más de doce años en el poder, pero sufriendo ataques de todo tipo, que se prolongaron hasta hoy: lock out del campo, guerra mediática, acoso de los fondos buitres, persecución judicial, estigmatización social y mediática y hasta un intento de magnicidio en la persona de Cristina.   

No se trata entonces solo de la insustentabilidad teórica, práctica, económica y social del modelo de la derecha neoliberal, que una vez más está quedando expuesta en el fracaso de Milei, sino también del intento de perpetuación de la mentira: mientras son poderosos con los débiles, les conceden todo tipo de privilegios a los fuertes: rebajas de impuestos, blanqueos, RIGI, juicios en el CIADI, flexibilización laboral, "seguridad jurídica". 

Y del mismo modo que no hay derrame social de todas esas canonjías, no hay otro modelo de desarrollo productivo que no sea el saqueo acelerado de los recursos naturales, la valorización financiera de los excedentes y la fuga de capitales, lo más rápido que sea posible: adviértase que en los últimos tiempos, el presidente hasta ha abandonado su promesa de convertirnos en la réplica de algún país que el considera exitoso y un ejemplo a seguir, tras años de sufrimiento.

Para que esta estafa social y política tuviera viabilidad electoral ganando dos de las tres últimas elecciones presidenciales (y la segunda de ellas, con Milei, luego de haber quedado claro con Macri que se trataba de una estafa, aunque con la inestimable ayuda del fallido gobierno del FDT) es imprescindible el rol de los medios masivos (verdadero estado mayor intelectual de la derecha) y demás dispositivos de construcción de sentido en la generación del ejército de reserva de defensores del modelo, cuando deberían estar entre sus impugnadores, porque lo padecen.

Es decir, para que sean sustentables socialmente -por un tiempo, porque nada es eterno- políticas de agresión a los intereses de la mayoría del conjunto social es imprescindible que buena parte de ese conjunto agredido crea y entienda que es necesario sufrir, y que siempre estaremos a un derecho cercenado de la felicidad eterna; para que no se rebele contra ese estado de cosas, ni se organice ni movilice para cambiarlo. Cuando a los padecimientos cotidianos se le suma la comprensión de la trampa, es cuando todo termina volando por los aires, si no cae antes por el propio peso de su insustentabilidad. 

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